Una visión global del mundo actual

A través de los años, he intentado interpretar los hechos políticos, artísticos y mitológicos que acontecen en la sociedad humana mediante el uso de diversas metodologías. Desde la más tradicional de la filosofía de la historia, donde se contextualizan los hechos (escritos) del pasado con los presentes que pueden provenir no solo de la prensa escrita y la radio, sino de las imágenes televisivas y del lenguaje digital de la hipermedia; también he utilizado la mitología comparada, donde se contempla la evolución de la edad mítica de la mente humana en las distintas épocas y regiones del mundo y por último la ‘mediología’, en la que se analizan los cambios que han existido en los símbolos utilizados por el ser humano para lograr la transmisión del poder.

Todos estos métodos han tenido su rango de efectividad y su vigencia ha permanecido hasta épocas muy recientes, ya que todos han sido creados y divulgados mediante el uso de la palabra escrita, los sonidos y las imágenes. Por esa razón, al terminar el siglo 20 todos estos mecanismos de análisis social han ido quedando obsoletos, al aparecer el lenguaje digital como fórmula preferente de comunicación entre los humanos, mientras el lenguaje escrito y las imágenes van desapareciendo de forma acelerada. Como soy una persona nacida en los años cuarenta, me cuesta mucho trabajo reconocer esta nueva realidad, más sin embargo es totalmente asimilada por quienes han nacido en el siglo 21 y medianamente por las generaciones ‘X’ y ‘Y’ del siglo 20 nacidos en los cincuentas y ochentas.

Debido a que los diferentes medios de comunicación masiva empezaron a ser controlados por las naciones más poderosas de Occidente desde mediados del siglo pasado, las fórmulas de transmisión del poder fueron durante muchos años a través de las fuerzas bélicas, más esto ha dejado de serlo desde el momento en que la comunicación digital ha ido desplazando a la de palabras, sonidos e imágenes del siglo 20, para crear una nueva sociedad donde el poder se esconde con la complicidad de los medios y los enemigos reales del imperio de Occidente han tenido que ser substituidos por entidades virtuales apócrifas (terrorismo de Estado) que se combaten en silencio y cada día con menor número de armas mortales y de soldados. Esto no ha sido producto del nacimiento de una conciencia moral en el Imperio, sino de los altos costos de las maniobras militares trasatlánticas, de los enormes costos políticos ocasionados por la muerte de soldados y de civiles, más la percepción de un peligroso desequilibrio en la ecología del Planeta que pudiera destruir la vida humana en una o dos generaciones más.

Aunque subsisten regiones del mundo donde se llevan a cabo acciones militares cruentas, como en Sri Lanka, en Siria, Turquía, en Birmania, en toda la costa del Norte de Africa y en regiones remotas de Asia y Sud América, la violencia bélica ha disminuido en todo el mundo, a pesar de que el negocio de las armas ha ido en aumento al ser transferidas mediante acciones ocultas de ‘la inteligencia’ a quiénes se dedican a la economía criminal fuera del territorio norteamericano. Mientras que Rusia y China las trafican en territorios que están bajo su jurisdicción de dominio político como Corea del Norte, Irán y Brasil en el área de China y Kazahistán, las naciones del Mar Negro y de Siberia lo hacen bajo el dominio ruso.

Para poder llegar a la identificación plena de estas acciones geopolíticas tan dispersas y contradictorias he tenido que recurrir a un proceso analítico muy sencillo en el que cada mañana leo las versiones digitales de los titulares de los principales periódicos del mundo, incluyendo por supuesto los Occidentales y los de otras regiones con visiones diferentes como Rusia, la región islámica y la del Lejano Oriente. Cuando encuentro algún artículo interesante de inmediato lo leo y finalmente se da una especie de contextualización muy rápida de todos los puntos de vista de los principales comunicadores de todo el mundo que en muchas ocasiones abordan un mismo tema.

Resulta divertido en ocasiones la coincidencia casi total de orientales, árabes y occidentales en temas tan controversiales como la presencia divina en algunos gobiernos monárquicos, los conceptos de laicidad, de matrimonios de lesbianas y de homosexuales, de tratamiento a las clases sociales inferiores, de control de las drogas, de la prostitución, de la pornografía, de la seguridad nacional, de los parámetros sociales y políticos que pueden ser utilizados en los espectáculos públicos, de la educación fundamental de los niños, del tratamiento para los ancianos, descapacitados y personas que ya no son útiles a la sociedad, de los paradigmas artísticos, de riqueza o de vida espiritual y de infinidad de mitos y de notas rojas que existen en todo el mundo.

Lo más desconcertante de este análisis que pretende ser objetivo para todas las personas y regiones del mundo es que la tendencia general es hacia la formación de un individuo al que no le interesan las demás personas ajenas a su ámbito emocional, que la realización de su vida doméstica y social no implique riesgos físicos ni retos a sus creencias personales y que sus posesiones, grandes o pequeñas sean ratificadas claramente por el sistema legal de la nación donde se encuentran.

Existe ya muy poca diferencia entre la percepción del mundo de Li Kequiang, de Putin, de Merkel, de Obama, de Holland, de Camerun o de cualquiera de los más altos dirigentes políticos del mundo. Y lo mismo sucede con los grandes, medianos y pequeños empresarios, más gran parte de la clase trabajadora y de los pobres en general. El único problema visible en el presente, mediante este simple método de análisis global es el de una clase media pensante que quiere reabrir los poros de la permeabilidad social que existía hace apenas unas décadas y recuperar algunos de los sueños que tuvieron sus padres.

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)