El propósito fundamental de esta iniciativa es establecer, en todas las naciones de habla hispana en América, una nueva forma de percibir la cultura y de promoverla como un vehículo que impulse la opinión crítica. Intentamos la divulgación de la nueva ciencia empírica para que toda la sociedad pueda educarse fuera de dogmas y de supersticiones que reducen su campo de acción individual y la permeabilidad social.
La democracia solo funciona entre personas armadas de pensamiento crítico, por lo que se pretende llevar las nuevas aportaciones de la ciencia al campo de las grandes decisiones de la sociedad para reformular el modelo educativo, el sistema jurídico, la prioridad del gasto social y en general toda la normatividad y la acción política del Estado.
La Fundación SESGO, impulsora de la tercera cultura, intenta formar una nueva conciencia social a base de llevar la ciencia empírica, la tecnología, el arte y las formas de recreación hacia todos los niveles de la sociedad. Se pretende restablecer el diálogo entre las ciencias y las humanidades que dejó de hacerse desde el Renacimiento.
Este proyecto se inicia en la Cd. de Monterrey, México, pero pretende extenderse a todos los países de habla hispana, participando en eventos, debates, entrevistas, conferencias y publicaciones donde se exprese esta nueva visión de la cultura.
La idea de vincular la más avanzada ciencia empírica actual con las humanidades no es una nueva idea, sino que está inspirada en el movimiento anglosajón de la Fundación Edge, encabezada por talentosos científicos literatos como John Brockman, Stephen Hawkings y Richard Dawkins que iniciaron esta cruzada cultural desde 1988.
Aún cuando la Fundación Sesgo se creó desde el 2006, su aparición en la red fue apenas hasta el 2009. Esta pequeña cofradía de intelectuales, científicos y académicos se instaló al observar la decadencia acelerada de la sociedad occidental cuando se derrumbaron los últimos vestigios del socialismo real en Europa y creció el mesianismo del imperio norteamericano, al considerar que su percepción del mundo y su geopolítica se impondrían en todo el mundo sin cortapisas. Al constituirse de facto un mundo unipolar, donde la liberación total de los mercados de bienes y servicios generaban un nuevo género de economía globalizada que se extendía hacia la vida política, social y cultural de todo el mundo.
La euforia cundía en el mundo occidental, se consideraba que se había alcanzado el fin de la historia y el imperio norteamericano, con el apoyo básico de las naciones más ricas de Europa pontificaba sobre la auto regulación que generaba el libre mercado de bienes y servicios para todo el mundo, la desvinculación del Estado de las actividades comerciales, económicas y financieras del capital privado y la inmanencia del capitalismo en toda actividad económica. Nacía una nueva élite capitalista que buscaba utilidades cada vez más rápidas y carentes de control. Fue entonces (1989), cuando se expresó la apología perfecta del capitalismo financiero global en el decálogo de políticas que se denominó el Consenso de Washington.
Bajo el nuevo modelo neoliberal, todas las instituciones creadas por el estado democrático moderno se iban volviendo obsoletas. La cancelación de todo tipo de normas y regulaciones al flujo de bienes y servicios, la desaparición de entidades para la regulación del flujo de capitales, de dinero y de documentos que representaban al capital y el colapso de la economía de producción de satisfactores materiales iba provocando el surgimiento del fenómeno actual del estado mafioso. La libre circulación del capital, sin manera de rastrearlo dio pauta a la actividad criminal y poco a poco, la economía formal iba cediendo el paso a las actividades del crimen organizado, que además de ocasionar grandes trastornos en la seguridad de los ciudadanos iba debilitando al Estado al no pagar impuestos y al crear mecanismos de justicia no escrita en paralelo a los del Estado.
El fracaso de las fórmulas neoliberalitas no sólo se expresó en el aspecto de la economía y la debilitación del Estado por la disminución de los ingresos fiscales, sino que se extendió a todos los aspectos de la vida social postmoderna, desde la fragmentación del núcleo familiar, la pérdida del voluntarismo y la moral, el desprecio al esfuerzo, la cancelación de los hábitos de ahorro y prevención, el hiperconsumo, la frivolidad y el narcisismo. Para culminar con la acumulación de riquezas y algunos paradigmas postmaterialistas como la búsqueda del riesgo y de la aventura que generan en los jóvenes una sensación de poder que se trata de adquirir a cualquier costo.
Durante tres décadas se ha ido imponiendo a la sociedad humana, y en particular a Latinoamérica, la creencia de que la única fórmula posible de desarrollo y progreso de las naciones es a través del crecimiento económico y de la capacidad para competir en un mundo globalizado. Se pretende que todas las nuevas generaciones traten de imitar al modelo de sociedad que triunfó en los Estados Unidos y que los paradigmas de la sociedad norteamericana deben ser los paradigmas para el resto de la humanidad. Aunque para ello se tenga que partir de axiomas totalmente falsos que provienen de la mitología francmasónica del siglo 18 y que se sustentan en axiomas obsoletos y siguen oponiéndose al uso del pensamiento crítico de la ciencia en las grandes decisiones del Estado.
Haciendo un breve análisis retrospectivo de la historia de Latinoamérica se puede comprobar que en la gran mayoría de sus naciones se aplicaron con distintos grados de celeridad y de adecuaciones todos las recomendaciones del Consenso de Washington sin obtener resultados satisfactorios, sino en el corto plazo y en lo referente al control de las deuda públicas exageradas de algunas naciones, pero en los hechos se comprueba que en sólo una década, la pobreza creció en Latinoamérica como nunca antes había sucedido, las partidas dedicadas al gasto social disminuyeron brutalmente y la inversión del Estado en obras de infraestructura empezó a promediar menos del 1% del PIB ocasionando crecimientos económicos anuales bajísimos en todos los países de América Latina.
El propósito fundamental de la Fundación Sesgo es la de participar en la vida política y cultural de la sociedad mexicana, con extensión a todo el mundo hispanoparlante, para que el pensamiento crítico de los estudiosos de las ciencias naturales y sociales, los filósofos y los investigadores sea incorporado a la actividad política del Estado y con ello tratar de reformar su concepto actual, su normatividad jurídica y sus instituciones fundamentales de seguridad pública, de justicia, de salud, de educación y de ecología. Además de impulsar al Estado para que invierta en todo género de investigación científica y académica a fin de que exista un mejor control de los recursos naturales, de los programas de salud, de política exterior, de cultura y de todos los temas que son de interés colectivo.
Los socios fundadores de este organismo no gubernamental son:
- Alfonso Elizondo: M.S. Universidad de Wisconsin, USA; Ing. Químico UANL; escritor, periodista y empresario
- Eduardo García Flores. M.Sc. en Neurofisiología, Universidad de Montreal, phD Universidad Mc Gill, Montreal,
ha publicado 6 estudios científicos sobre Parkinson, epilepsia y adicciones. Director actual de Clínica Osler en Monterrey. - Lucas de la Garza. Candidato a Dr. en Derecho Universidad de París; CEPCP del Instituto de Estudios Políticos de París.
Reconocido intelectual y político. - José Luis Apodaca. M.S.A. UDEM, Ing.Mecánico y Electricista UANL. Ex. Director de la División Golfo de la CFE.
Académico e investigador. - Heriberto A. Amaya. M.Sc Universidad de Arizona, Tucson; Lic.en Derecho UR, CP ITESM, Académico e investigador.
- Paz Flores. M.A. Literatura. Posgrado en la Universidad Complutense de Madrid, estudios en antropología evolutiva
y en estudios latinoamericanos bajo la tutela de Octavio Paz y otros exintegrantes de Vuelta también en la Universidad Complutense.
Escritora, periodista y catedrática en distintas universidades. Exconsejera electoral del IFE entre otros.