Elizondo destaca la figura de Eugenio Garza Sada como un pilar en este desarrollo, resaltando su enfoque en la responsabilidad social empresarial y su esfuerzo por importar y adaptar prácticas empresariales de los Estados Unidos. A través de la creación del ITESM (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey), los empresarios regiomontanos no solo buscaban formar a la próxima generación de líderes empresariales, sino también solidificar la conexión entre Monterrey y el modelo estadounidense de educación y negocios.
Sin embargo, “El auge regiomontano” no es simplemente una crónica del éxito empresarial; es una reflexión crítica sobre las implicaciones de este modelo de desarrollo. Elizondo argumenta que la admiración y la adopción acrítica de los valores y sistemas estadounidenses condujeron a una pérdida de identidad cultural y a una dependencia económica que tendría consecuencias negativas a largo plazo para México. Este proceso de “malinchismo” —un término utilizado en México para describir la preferencia por lo extranjero sobre lo nacional— es examinado a través de las decisiones políticas y económicas que favorecieron los intereses estadounidenses, a menudo en detrimento del bienestar y desarrollo autónomo de México.
El ensayo también aborda las consecuencias de este modelo en la sociedad mexicana, sugiriendo que la generación de los baby boomers, criada en la creencia de que el modelo estadounidense era el único camino hacia el progreso, se enfrentó a una realidad más compleja y desafiante de lo que habían anticipado. La adopción de los mitos estadounidenses, junto con la retención de los valores tradicionales católicos, creó contradicciones que, según Elizondo, han llevado a México a una crisis de identidad y a desafíos políticos y sociales persistentes.
“El auge regiomontano” es, por tanto, mucho más que la historia de un periodo de crecimiento económico en Monterrey; es una meditación sobre las elecciones que se hacen en el camino hacia la modernización y el costo que estas pueden tener en la cultura, la identidad y la autonomía de una nación. Elizondo nos invita a reflexionar sobre el significado del progreso y a considerar qué se gana y qué se pierde en la búsqueda de un modelo de desarrollo que, aunque prometedor en el corto plazo, puede llevar a la dependencia y a la erosión de los valores culturales propios en el largo plazo.