Occidente Ha Muerto

Si se consideran los mitos que originalmente conformaron la ideología de Occidente, justo después de la Revolución Francesa, es muy probable que las actuales generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial los desconozcan por completo, ya que a partir del surgimiento del mundo digital, la transmisión de la información, las visiones culturales, la llegada de nuevos mitos y la transformación del modelo familiar y doméstico han traído como consecuencias fundamentales una disminución de las emociones, un descenso brutal de los matrimonios monogámicos y un alejamiento de las personas del pensamiento analítico y racional.

Casi nadie recuerda ahora que los principios sobre los cuáles se construyeron los Estados de Occidente desde fines del siglo XVIII, cuando fueron creados por la alta burguesía francesa, en su afán de permitir que su inefable monarca pudiese emplear su tiempo completo en retroalimentar su exultada libido con la gran cantidad de mujeres aristócratas que eran proclives a realizar toda clase de prácticas sexuales y de complejas relaciones extramaritales para impulsar su narcisismo y su mesianismo hasta los más altos niveles que había tenido un monarca en la historia de la civilización humana.

De modo que cuando los altos aristócratas se apoderaron de las funciones políticas del monarca sólo tradujeron a términos burocráticos las tres grandes ideas de la Ilustración: libertad, igualdad y fraternidad. Una trilogía de bellos principios éticos que se convirtieron en una serie de normas y de principios que a su vez se transformaron en normas y leyes que originaron la creación de un modelo de Estado muy complicado, disfuncional y perverso que trajo como consecuencia que el naciente estado laico volviese de nuevo a ser una monarquía apenas salpicada de ideas revolucionarias que pronto llevaron a Francia a un proceso de declinación prolongada que duró muchos años.

Cuando este modelo paradójico de una fórmula revolucionaria adaptada a una monarquía llegó a los Estados Unidos con el aditivo mitológico que les añadieron los primeros emigrantes cuáqueros y los delirantes francmasones, era obvio que la gran nación se construía sobre principios totalmente ajenos a la realidad en un país con aborígenes de diversas etnias indígenas que habían sido desplazados, marginados y esclavizados por los originales colonizadores ingleses.

Pero no hay duda que los grandes héroes fundadores de la nueva nación norteamericana, como Washington, Jefferson, Franklin y el mismo Lincoln, no tenían la menor idea de que sus mitos procedían de una nación en decadencia, sino que se debían a una causa divina y redentora que los había conducido a la creación de una nación cuyos nuevos mitos serían la guía y el modelo para todas las naciones del mundo.

Algo similar ocurre ahora mismo con los líderes políticos estadounidenses del presente, quiénes sin darse cuenta creen que fueron ellos y sus generaciones anteriores de personas blancas procedentes de Europa los que lograron en solo doscientos años la consolidación del más grande imperio capitalista del mundo. Más no comprenden que los mecanismos de funcionamiento de un Estado siempre vienen de mitos que están ocultos para la gran mayoría y que son esas creencias sin fundamentos reales las que los unen. Así como tampoco pueden entender que gran parte de los éxitos materiales de los Estados Unidos corresponden a una estructura aleatoria del orden mundial de aquella época que propició al mismo tiempo la generación de guerras en territorios alejados al suyo y la obtención de enormes riquezas cuando sus antepasados recibieron pagos monstruosos del Estado por haber financiado dichas guerras y la posterior reparación de los daños que ellos mismos causaron.

Tampoco pueden entender que las principales causantes de dichas guerras mundiales habían sido el surgimiento de una ideología política de ultra derecha que intentó apropiarse de todo el mundo y el proceso migratorio hacia América de las personas que habían sido perseguidas y pauperizadas por el fascismo. Quiénes a final de cuentas fueron la mano de obra que logró la consolidación industrial de los Estados Unidos y a quiénes ahora quieren echar fuera de su territorio.

El surgimiento, hace apenas unos cuantos años del fenómeno político de la denominada derecha alternativa ‘alt right’ en todo el mundo occidental no es una casualidad, sino una respuesta a una nueva forma de convivencia social, donde los medios digitales son los que dirigen la política y la vida en sociedad. Quizá no pueda aún definirse la función de estos nuevos grupos dispersos por todo Occidente y sin una fuerza directiva visible.

Aunque no hay duda de que fue dicho grupo el que llevó a Trump al poder y no sería erróneo pensar que participará en algunos de los procesos electorales cercanos de varias naciones europeas, del Medio Oriente europeo y asiático, más naciones del norte de Africa, pero apenas se está conociendo este nuevo fenómeno político en los medios de comunicación tradicionales de la prensa escrita y de la televisión, por lo que es poco conocido por quiénes no viven en el nuevo mundo digital.

Adenda: El confuso movimiento político de la ‘alt right’ es por ahora el único remanente de la mitología y la ideología occidental de hace doscientos años. Pero aún no aparece una persona o grupo que lo lideree y tiene elementos internos de las más variadas formas de pensar y de actuar. Aunque de alguna forma predominan los conservadores de la derecha que están en contra del actual orden mundial, quiénes consideran a los blancos como la etnia más inteligente y que el poder político y económico del mundo debe ser controlado y administrado por blancos de origen anglosajón.