Obama contraataca a la ultraderecha

Con la idea central de reducir el desempleo y de alcanzar mayor aceptación de los estadounidenses, Obama presentó el 8 de septiembre un plan de 450 000 millones de dólares para impulsar el crecimiento económico, con la consiguiente creación de empleos dentro del territorio de los Estados Unidos.

Aunque no se vislumbra una fácil aceptación del Congreso – con amplia mayoría republicana – un análisis objetivo del proyecto de Obama muestra como logra en cierta forma ‘acorralar’ a sus opositores al señalar que la cifra actual de desempleo en EUA (9.1%) es muy alta y ya no puede permitirse que aumente, ni que se prolongue la precaria situación de los millones de norteamericanos que perdieron el empleo desde hace años.

Señaló que no estaba en el espíritu de los verdaderos norteamericanos imponer sus ideas políticas propias cuando éstas dañaban la vida material de una gran cantidad de coterráneos que no contaban con ingresos suficientes para subsistir, a la vez que ya no podían conservar a sus hijos en las escuelas y no alcanzaban a pagar las hipotecas de sus viviendas.

Obama ofreció beneficios fiscales especiales para quienes cobran salarios mínimos y a las empresas empleadoras, además de inversiones públicas en infraestructuras que contrataban grandes cantidades de mano de obra y de ofrecer beneficios sociales para quiénes estaban desempleados. Expresó que la economía de los Estados Unidos depende de los consumidores internos en más de un 70%, por lo que urge devolver el poder adquisitivo a los ciudadanos norteamericanos.

Además de generar más empleo con estas nuevas reformas, habrá beneficios fiscales para las empresas que contraten a nuevos empleados y reducirá los impuestos a la mitad de los trabajadores y a las pequeñas empresas. Con fina ironía, Obama señaló la urgencia de terminar con ‘el circo político’ y tratar de ayudar a los ciudadanos estadounidenses de bajos o nulos ingresos al margen de su filiación política.

Justo al finalizar su discurso, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner declaró que ante un proyecto de ley del Presidente de los Estados Unidos, todos los miembros del Congreso deberían acudir para su discusión y aprobación, pero no estaba seguro de poseer la suficiente capacidad de convocatoria para lograrlo. También el líder del Senado, Mitch Mc Connell anunció que asistiría al Congreso, pero consideraba que el discurso de Obama tenía un alto grado de contenido político para lograr su reelección.

Mientras esto sucedía en el ámbito político, los futuros de acciones caían ruidosamente el viernes 9 de septiembre por la mañana, ya que los inversionistas consideraban que en el presente había un crecimiento económico muy débil que sería incapaz de generar empleos, por lo que aguardarían hasta comprobar que los republicanos respaldaban el plan de Obama.

Ese mismo 9 de septiembre los jefes de finanzas del grupo de las 7 naciones más ricas del mundo estarán presentando un plan para reactivar el crecimiento económico de sus países y tratarán de aplacar el pico más alto de desconfianza en los mercados financieros que ha acontecido desde el colapso del 2008.

Dentro del mismo ámbito de acontecimientos, The Wall Street Journal informa que los ejecutivos del Bank of America están discutiendo la posibilidad de eliminar casi 40,000 puestos de trabajo en su institución durante una primera etapa de reestructuración de su actual planta total de 280, 000 empleados. Además las acciones de los Estados Unidos cayeron desde el jueves 8, cuando Ben Bernanke no señaló que tomaría medidas para evitar una nueva crisis financiera después del discurso de Obama.

No existe duda alguna de que la pugna entre demócratas y republicanos se ha incrementado en la última década, ya que se realizaron dos guerras que carecían de fundamento dentro del derecho internacional y generaron una crisis económica similar o mayor a la Gran Depresión de los años treinta. Además una fracción paranoica e hipócrita del Pentágono se apoderó de la política interna y externa de los Estados Unidos y los ha llevado al borde del colapso económico.

Desde el momento en que desaparecieron los enemigos reales de los Estados Unidos hacia fines del siglo pasado, sus gobernantes de facto formularon una estrategia de guerras planeadas en diversas regiones del mundo – siempre alejadas del territorio base de los Estados Unidos – para continuar con el jugoso negocio de la venta de armamentos, vehículos, métodos de entrenamiento, sistemas de protección y todos los servicios bélicos complementarios que proporcionan las empresas de mercenarios en todo el mundo creadas por el Pentágono en forma directa o indirecta.

Además de esta terrible degradación de la política exterior de los Estados Unidos durante la última década, surgió un movimiento xenófobo radical, cuyo principal representante es el Tea Party. Existe además un organismo supuestamente civil denominado American For Prosperity (AFP) creado en el 2009 que encubre a un grupo de multimillonarios petroleros encabezado por los hermanos David y Charles Koch y se ha convertido en un grupo de choque frontal contra Obama.

Todos estos elementos del presente norteamericano son en alguna forma los síntomas más notorios de la fase final de un imperio en decadencia, cuya última oportunidad podría ser la de conservar a los demócratas en el poder político oficial, ya que si llega la ultraderecha, sobre todo la que encabeza el gobernador de Texas, Rick Perry los días del Imperio estarán contados.

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)