Desde que la sociedad humana cuenta con sistemas de comunicación masiva controlados por los poderes fácticos globales, toda la información importante es distorsionada o por lo menos modificada de forma que no afecte a los intereses de los verdaderos dueños del Planeta. En la percepción de cualquier ciudadano del mundo, sin importar su filiación ideológica y religiosa, la irrevocable renuncia del Papa Benedicto contiene muchos enigmas ocultos, pero sobre todo significa la frustración momentánea de un proyecto ultra conservador del Vaticano para introducirse en la vida pública del Estado, formando parte de sus instituciones educativas y judiciales y creando una especie de sociedad con los gobiernos o ‘neofeudalismo’ que le permita volver a dirigir los destinos del mundo católico y cristiano en general.
La Iglesia Medieval.- Apenas en el siglo XIII, bajo el reinado de Alfonso X se intentó crear un sistema legal laico para combatir los delitos. En esa época la religión católica del Vaticano era el pilar fundamental de la sociedad, regía todos los aspectos de la vida, señalaba las acciones incorrectas y cuáles iban en contra del orden establecido. Dejaba a un lado los delitos de marcado carácter religioso, como la herejía, la conversión a otra fe no considerada como la verdadera o el mestizaje entre personas de diferentes creencias y se centraba en aquellas prácticas, que aún cuando eran consentidas se consideraban delictivas por ir en contra de lo que señalaba la ética imperante.
En cuestiones de sexo, la única relación considerada lícita por los poderes civiles y eclesiásticos era la heterosexual entre cónyuges cuyo propósito fuese la procreación. Todas las demás relaciones sexuales estaban en la órbita de lo pecaminoso e ilícito, convirtiéndose en delitos penados, donde la víctima era la propia sociedad agraviada. La única excepción fue la prostitución, que gozó de un nivel de legitimación, justificando su existencia como un mal necesario por el que podían descargarse las pasiones masculinas y salvaguardar a las mujeres decentes del abuso sexual. Bajo estos criterios, la prostitución se legalizó y se reguló, persiguiendo sólo a la que se ocultaba del control oficial.
La información de esa época sobre el adulterio señala una clara división entre el masculino y el femenino. Mientras que el del hombre no era penado, al considerarse que no deshonraba a su esposa, en el caso de la adúltera no solo se mancillaba a si misma, sino también a su marido, por lo que ambos eran castigados ya que atentaban contra el matrimonio, considerado como uno de los pilares fundamentales de la familia cristiana.
Además del adulterio existían otras prácticas sexuales consideradas como pecados y por lo tanto eran delitos contra natura. Entre ellos estaban, la masturbación, el bestialismo y la sodomía que era la más condenada. Se consideraba que la homosexualidad encolerizaba a dios, poniendo en peligro a toda la comunidad y se dejaba en manos de la justicia pública establecer los castigos a los practicantes, eximiendo tan sólo de la pena de muerte a los menores de catorce años y a quiénes fueran forzados contra su voluntad.
El Vaticano neofeudalista.- Al considerar la visión primitiva de la vida sexual del ser humano en el siglo XIII, se debe tomar en cuenta la inexistencia de la ciencia y de la tecnología, así como el control que ejercían los señores feudales y el Vaticano evitando la educación fundamental de las clases populares para conservarlos como esclavos. No obstante, algunos siglos después, la actitud de los dirigentes del Vaticano pretende volver a esa edad mítica de la mente donde ‘el amo’ puede tirar por la borda todos los desarrollos científicos, toda la tecnología desarrollada y volver a una sociedad regida por un ser omnipotente dueño de vidas, mentes y haciendas.
El 24 de enero del 2005, Carol Józef Wojtyla, convertido en el Papa Juan Pablo II condenó el laicismo ante un grupo de obispos españoles que visitaban el Vaticano. Literalmente les dijo: ‘el laicismo es incompatible con la libertad religiosa’. Desde entonces, la Iglesia Católica de Roma busca el espacio público y la supuesta ‘libertad religiosa’ para impedir el uso de cualquier tipo de anticonceptivo o preservativo que no sea la abstinencia, aún en naciones africanas donde el VIH ha causado millones de víctimas. Acusa de ‘asesinos y carniceros’ a quienes se opongan a las reformas constitucionales con el objetivo de criminalizar el aborto bajo todas las circunstancias y evitar la legalización de las parejas homosexuales, aunque solo lo haya logrado hasta ahora en Nicaragua, El Salvador, Honduras, Chile, República Dominicana y Malta.
Criminaliza a niñas y adolescentes violadas, a mujeres con riesgo de muerte y al personal de los asilos para evitar embarazos forzados y peligrosos para su salud física y mental, mientras que han construido un red internacional para proteger y ocultar a los sacerdotes violadores de niños que les asistían en sus sacristías, escuchaban sus lecciones de religión o fueron víctimas en sus orfanatos.
A partir de ese discurso de Wojtyla, el Vaticano niega la definición científica de la identidad de género como ‘el sentido interno de ser hombre o mujer’ que señala el Diccionario Médico Mosby del 2009 y confirma en el 2012 el Diccionario Médico Segen´s como ‘la convicción interna de que uno es masculino, femenina, ambivalente o neutral’. Sin embargo, cuando hace unos días se presentaron las manifestaciones al orgullo gay, el Episcopado Español denuncia al matrimonio homosexual y señala que ‘es una cultura de la muerte y una señal clara de una sociedad enferma’
Sin fundamento científico alguno, la Iglesia Católica de hoy define la identidad de género por la presencia física de genitales pertenecientes a uno u otro sexo, entre los dos únicos que acepta, oponiéndose al matrimonio homosexual que pretende extender la misma tolerancia, amor y respeto que proclama el cristianismo a todos los seres humanos sin distinción de su orientación sexual. En los últimos años, el Vaticano pretende ocupar el espacio público del Estado y enseñar sus dogmas en escuelas primarias, antes de que los niños formen sus propios criterios, tal como sucede en las naciones con religión islámica.
Es un hecho visible y comprobable que la Iglesia Católica no ha podido asimilar el brutal avance de la ciencia, por lo que cuatro siglos después de la Reforma de Lutero y de la cacería de herejes que realizó en ese período, la Encuesta Mundial de Valores del año 2000 señalaba ‘Las sociedades católicas se caracterizan por ser mas tradicionales, (p.ej en sus orientaciones familiares, ética y moral, permisividad, etc.), son menos individualizadas y no han asimilado los valores asociados a la postmodernización’. Otro factor diferenciador – con la excepción de Francia – es que han logrado menos desarrollo económico y menor expansión de bienestar que las sociedades de cristianos protestantes, ya que solo se preocupan por satisfacer las necesidades básicas’.
En el ámbito de las naciones latinoamericanas los países católicos no han avanzado en su educación científica y sus sociedades carecen de la destreza y tecnología para lograr el desarrollo económico y puedan tomar conciencia de sus derechos. La pobreza y la ignorancia los vuelven más vulnerables y buscan soluciones mágicas o mitológicas para resolver sus problemas cotidianos. Por lo que venden su voto político a cambio de prebendas o de promesas mágicas anulando la vida democrática. Mientras tanto, la Iglesia Católica trata de impulsar el proyecto de Wojtyla de llegar a ocupar el espacio público del Estado y convertir los dogmas de la Iglesia en la única verdad existente, como en la baja Edad Media.
Conclusión.- No hay duda de que el Vaticano no ha podido adecuarse a la nueva sociedad globalizada del presente y ni siquiera ha podido resolver sus problemas internos, donde varios grupos luchan por controlar sus inmensas riquezas y ocultar la degeneración de sus valores morales institucionales. Por desgracia Ratzinger siempre ha sido un individuo ultraconservador y no hay personas jóvenes entre los herederos potenciales del trono papal capaces de asimilar la nueva realidad. El Vaticano sufre ahora una crisis que puede ser apocalíptica.
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