La revolución Mexicana ha sido revisada por muchos segundos ojos de intelectuales y academicos. El período de 1910-17 destruyó el autocratismo centralista de Díaz, pero no alcanzó a disolver todos los goznes que articulaban entre si, los poderes regionales y el nuevo Estado en formación. Esta desarticulacion parcial, sin embargo, abrió la posibilidad dearribar al estrado político a un gran número de fuerzas sociales cada una con proyectos de país que buscaba una redefinición de la política nacional, con una consigna de progreso y equidad.
Esto permitió a derechas e izquierdas plantear sus proyectos en un arcoiris idiológico que subsumaba todos los matices desde la izquierda bolchevique (en 1919 apareció el Partido Comunista Mexicano que pretendía un comunismo radical en México, como el implantado en Rusia por Lenin), hasta la derecha reaccionaria de algunos de los científicos del Porfirismo que sobreviviendo al naufragio del régimen de Díaz, se agazapaban como el coyote del altiplano en espera de una ocasión propicia, atacando el expansionismo político y cultural de los Estados Unidos que ha sido nuestra bandera nacionalista para finacar y consolidar lo nuestro frente a lo ajeno.
La institucionalización del país, se inició después del asesinato de Obregón el último de los caudillos revolucionarios que accedió a la presidencia en la turbulencia de una transición hacia la estabilidad, que sería forzada a Plutrco Elias Calles por el coloso del Norte, la cual eventualmente se lograría con la creación de un partido único, el PNR (1929). Sin embargo en los treinta surge como la vanguardia ideológica del México postrevolucionario un socialismo con una mezcla de país rural e industrial, el primero apoyándose en las comunidades agrarias, el segundo propugnando la industrializacion y un capitalismo supeditado al poder del Estado. El nuevo caudillo que no había visto mucho de la verdadera revolución era un joven general que Elias Calles habia escogido como delfín, pero quien tomó distancia de su jefe y mentor exiliándolo a los Estados Unidos para poder gobernar. Los seis años del cardenismo (1934-40) han representado el período más discutido de la historia reciente de México, porque no sólo heredó el problema de los cristeros, sino además inició una etapa de un proyecto de país que se insinuaba entre las ideologías “modernas” con una propuesta nacional socialista (a la moda del brasileño populista Getulio Vargas) que nacía primero de la reforma agraria y segundo de la expropiación petrolera. De esta manera Cárdenas enfrentó tres oposiciones: La religiosa (los cristeros y el catolicismo); la económica (los terratenientes e industriales mexicanos); y una tercera, política (las compañías petroleras expropiadas). Dicho en pocas palabra Cárdenas tuvo que luchar contra los tres rayos que según Mario Bunge conforman el poder: El Cultural, El Económico y el Político.
Los economistas de mi generación, la de la posguerra (después de la 2da Guerra Mundial) se han debatido en encontrar el nuevo modelo económico que suplante el de las utopías marxistas y capitalistas que surgieron en el siglo XIX, con Karl Marx y Adam Smith. Sin embargo parecería que los cambios históricos que se estan produciendo en forma acelerada, están orillándonos ha un impasse político que no idiológico, habida cuenta que hay una convergencia cada vez mayor en los dualismos caducos: izquierda y derecha. En este contexto debemos reflexionar en los que nos dice Irving Kristol en 1995, después de la caída del muro de Berlín:” las ideas tienen consecuencias, lo cual es cierto, pero cuando pensamos en estas lo asociamos con ideas complejas, dicernidas y bien articuladas. Sin embargo, frecuentemente pasamos por alto que simples ideas, acompañadas de pasión y organización también tienen consecuencias”.
Una de esas ideas postrevolucionarias era la de Patria nacionalista, nutrida por la esencia de su tierra fertil que cosechaba maíz por sus campesinos, abonada por la sangre de sus mártires y mantenida por el honor y la disciplina de los militares. Durante años, proviniendo de un país que me educó con una particular inclinación para respetar a lo próceres, ensalzar nuestras tradiciones y apasionarme por el caudillo irreverente que lucha contracorriente del orden establecido, era casi natural que surgiera de ahí, como ocurrió con muchos de mis coetáneos, una lucha interior entre una cultura tradicionalista y con tendencia a la mitificación de nuestros héroes y su vida épica, y otra con natural respeto a lo humano que está ungido de verdades a veces incómodas. Esta tradición en México y América Latina, como ya lo han mencionado muchos autores, ha sido un fardo que nos ha lastrado para conseguir nuestro futuro, anclándonos en el inmovilismo de nuestro pasado.
Empezaré mencionando que nuestras tradiciones más arraigadas han sido nuestra némesis. El catolicismo con nuestra vertiente guadalupana parecería regodearse cuando nos postrábamos de hinojos y avanzamos arrodillados y ectásicos por las duras y frías losetas hacia la baílica de la virgen morena de Tepeyac, el agrarismo que pretendía distribuir tierras yermas sin las herramientas necesarias para su cultivo, a un pueblo expoliado, en una acción redimiente, pero tardía, nuestro conformismo que premiaba a los mansos de espíritu por que no protestaban y nuestro fatalismo que nos conducía a una aceptación no sólo estoica, sino además masoquista ante la desgracia.
Es importante señalar que junto a la preminencia de nuestros intereses nacionalistas se pretendía establecer una dimensión socialista con el reparto de tierras que de forma importante alteraba las vísceras de los sectores conservadores del siempre vigilante vecino del Norte. Esto dicho, hace manifiesto que se hayan generado con mucha frecuencia, nudos gordianos de retroalimentación en la comunicación entre liberales y conservadores desde que se promulgó la primera constitución de 1857.
El accidentado diálogo en este arcoiris ideológico de liberales y conservadores, fue domesticado con la creación de un partido único: El Partido Nacional Revolucionario que se transformó en el Partido Revolucionario Institucional, en el cual todas los matíces ideológicos eran coptados. Durante años el PRI fue un partido hegemónico que vendió caro su amor al pueblo; manteniéndolo semi-alimentado, semi-educado y semi-administrado para poder expoliarlo y repartir el dinero público, entre las élites; a cambio le daba paz, que es lo que ahora se está extrañando, porque el pueblo manso e ignorante se acostumbró a todo tipo de arreglos “non sanctos” de sus jerarcas si le daban tranquilidad, pan, y si de paso había algo de circo como ha ocurrido con las fiestas patrias y aniversarios.
La consecuencia esperada fue que el pueblo con sus dos vertientes culturales, indígena y mestiza (este último nunca ha aceptado su primera identidad, y se ha vuelto diestro en utilizar todas las tradiciones a su disposición para lograr su transformación) se están rebelando; el indígena descrito como taimado por su resistencia a manifestarse y el mestizo que hacía todo para lograr su movilidad social; se han percatado de lo que sabían, pero que se negaban por conveniencia a aceptar: que la paz priista era comprada, y que los violentos siempre habían estado ahí, pero transitaban por las veredas, toda vez que les estaba vedado el Camino Real.
Cuando los marginados se percataron que nuestros políticos robaban más y sin exponerse, decidieron unirse, la mayor parte de las veces forzados, a los sin ley, por no tener otra alternativa para sobrevivir, encontrando sentido de pertenencia entre esos capos del crimen organizado, que han formado una ola cultural tan incontenible como peligrosa con la subcultura del narco: que incluye mitos (La Santa Muerte) moda (Cadenas y demas parafernalia de oro) música (Los narcocorridos de los tigres del Norte y Tucanes de Tijuana) y sus Muñecas(como Sandra Avila Beltrán). Esto sin contar su poder económico y sus armas. El triller de Perez Reverte que describe la turbulenta vida de Teresa Mendoza pudiera estar inspirado en Sandra Beltrán y ha sido llevado a la pantalla chica como”la Reina del Sur” esteralizada por Kate del Castillo. De igual manera la película “El Infierno” es una descripción con amplios visos de realidad que mezclan narcomoda con narco politica y las conexiones con agentes federales estadounidenses, como sucedió en el caso del operativo “Rapido y Furioso” que incluye al departamento de ATF (Alchool, Tobacco y Fire Arms) en sus más altos niveles.
Aun a esta distancia de la Revolución Mexicana, cuando creemos que las jerarquías porfirianas- El clero, los hacendados y el jefe politico local- han sido desmontadas, los mexicanos seguimos viviendo en compartimentos estanco diferentes y estamos llenos de prejuicios para el otro, que peyorativamente lo denominamos “el naco”, cuya coloración dérmica los hace blanco del racismo pigmentocrático, quien al ser socialmente excluido se convertirá en el narco.
Estudios serios sobre las diferentes culturas como el de los daneses Hofstade y Hofstadehan han demostrado que las culturas con antecedentes de autoritarismo de largo tiempo, como los mexicanos y japoneses, presentan gran aversión al riesgo y de ahí su desconfianza. Es por eso triste observar que esas jerarquías sólo han cambiado de nombre pero siguen vigentes 100 años después.
¿Podremos despejar el pesimismo? Pienso que si, gracias a la tecnología con el internet y las redes sociales, que han permitido a muchos jóvenes, salir de la caverna de Platon y ver la realidad y no sólo las sombras proyectadas en la caverna; eso fue lo que ocurrió en el norte de Africa y años antes produjo la caída del Muro de Berlín. El corolario es que debemos dejar el peso muerto de la tradición para avanzar y buscar con denuedo la educación global, por tener una sociedad que siendo más joven que la nuestra está expuesta a mejor calidad de información que la que tuvimos. De igual manera debemos promover la confianza pues es el primer peldaño para lograr la cooperación que tanto necesitamos. Recordemos las palabras del Dr. Samuel Ramos: “El destino de la cultura en México nos obliga a considerar las potencialidades espirituales del mexicano, ya que es el hombre donde radica principio y fin de la cultura.”
Sólo así podremos entender la fina estructura que como paciente araña el mexicano trabajador, teje día a día para alcanzar sus metas como la democracia, infortunadamente en este continuo tejer como Penelope hay un destejer nocturno y ominoso auspiciado por las enraizadas tradiciones y la desconfianza que seguirán siendo nuestra Némesis.
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