Debido a que en la sociedad humana actual se acentúa día con día la presencia de nuevos paradigmas sociales, económicos y culturales, al grado de que las modas duran cada día menos tiempo, voy a intentar el abordaje de este fenómeno cultural desde una visión histórica de la modernidad. La moda es un conjunto de hábitos de conducta, modales, hábitos de consumo, acuerdos artísticos, ideológicos y políticos que son compartidos por una sociedad y se van modificando en función del desarrollo económico y cultural de dicha sociedad. Ello genera la renovación periódica de indumentaria y accesorios impuestos por la industria y los medios de comunicación masiva según las estaciones del año. Siendo esto tan solo el aspecto más visible y frívolo de un fenómeno muy complejo que debe ser abordado desde una perspectiva más amplia.
Según la mayoría de los historiadores, la ‘modernidad’ se remonta a los siglos XIV y XV de la Baja Edad Media, cuando a las orillas de los burgos amurallados se empezaron a instalar los mercaderes, buhoneros, artesanos, bastardos, monjes incrédulos y aventureros que no lograban ser aceptados por la rígida estructura del sistema feudal de esa época. Este fenómeno se inició en el norte de Italia y en la región de Europa que luego serían los Países Bajos. De hecho de esa compleja mezcla de variadas clases sociales surgió la burguesía que entonces no se podía identificar como ahora se hace.
Poco a poco, la burguesía fue incrementando su poder económico y luego político en Europa Occidental, cuyo punto nodal fue El Renacimiento; luego vendrían la Ilustración y la invención del razonamiento laico por Descartes; después la Revolución Francesa con la invención del ciudadano y luego el Romanticismo y el descubrimiento del artista individual y finalmente la Revolución Industrial con la invención del proletariado que ahora mismo está en vías de extinción.
Junto con el capitalismo, la burguesía inventó la modernidad, sin saber que con el proletariado la burguesía había creado su propio némesis. Hacia fines del siglo XIX ya se había formado la modernidad en cuyo final estamos ahora. De hecho, la modernidad es donde estamos ahora y es portadora de su propia muerte. Y al igual que el capitalismo están muriendo como lo expresaba Bauman en su concepto de ‘modernidad líquida’ o como se lee en las tiendas cuando finaliza cada estación del año y se rebajan las mercancías remanentes.
La burguesía industrial europea y estadounidense no se enriquecieron ahorrando y privándose de placeres mundanos, sino haciendo crecer el capital invertido mediante el ingenioso concepto de la plusvalía, diciendo que el costo de las mercancías producidas era menor que el producto vendido, iniciándose la marginación de la clase obrera.
De hecho, el capital por sí solo es estéril y para reproducirse requiere de que los seres humanos lo retroalimenten con su voracidad de consumo sin límites. Eso genera el enriquecimiento brutal de la burguesía que ahora está globalizada y sigue en la búsqueda de materias primas y de alimentos en los países pobres, en la búsqueda de nuevos mercados y de la explotación sin piedad de los recursos naturales del Planeta, como si su idea fuese destruirlo.
El crecimiento de las economías nacionales de Europa y de los Estados Unidos, más la competencia de sus respectivas burguesías por los mercados, condujeron a las dos guerras mundiales del siglo XX que generaron 8 millones de muertos en la Primera y 40 millones en la Segunda, quiénes fueron civiles en su mayoría. Ello sin contar las víctimas de las guerras de Corea, Argelia, Vietnam, la Guerra del Golfo, Irak y Afganistán.
Lo anterior no incomoda a nadie del mundo actual, ya que la guerra es la higiene natural del mundo, sobre todo si los que mueren son los que sobran. De modo, que al igual que las guerras mundiales, el capitalismo inventó la moda que antes del ascenso de la burguesía no existía. Y ahora en la postmodernidad y de plano en la era digital, el proceso de generar nuevas modas se ha acelerado, al grado de que van desapareciendo todos los criterios de consumo, no sólo de vestimentas y de artículos domésticos, sino que están cambiando todos los elementos que constituían la vida familiar y doméstica, controlándose todas las emociones y sin tener una idea de como aparecerse y comportarse frente a los demás seres humanos.
Adenda: En el presente están desapareciendo no solo las empresas productoras de bienes de consumo, sino también el viejo sistema de almacenes para su venta, los outlets ya no existen, como tampoco los grupos de grandes tiendas que empleaban a miles de personas. Parece que el fin de la palabra oral y escrita está originando una nueva moda en la forma de vivir del ser humano, sin ideologías y sin ética que todavía no podemos comprender.