El recrudecimiento de la violencia en el Estado mexicano durante los últimos días, a pesar de la infinidad de triquiñuelas del Gobierno de Peña Nieto y del duopolio televisivo para minimizarlas y ocultarlas es quizá el ejemplo más visible en el mundo actual de que la militarización del Estado no solamente no ha funcionado nunca, sino que siempre ha acelerado los procesos revolucionarios y las movilizaciones sociales violentas. Esta situación se potencializa ahora en México por la clara incapacidad de los funcionarios que operan las instituciones del Gobierno, por la injerencia despistada de las instituciones privadas y por la torpe ‘inteligencia’ norteamericana que está totalmente absorbida por otros problemas de mayor importancia y por la propia polarización política que existe al interior de los Estados Unidos.
Desde una visión más amplia, los nexos que ligan las estrategias de intervención militar global y las prácticas de control policial de carácter local son muy simples: primero, el paso de la intervención bélica de la esfera de ser una defensa creada para proteger al País de las amenazas externas a la de convertirse en una policía internacional y segundo, el proceso de militarización de la policía nacional para realizar las prácticas de control de los territorios locales. Desde una perspectiva histórica, la primera intervención policial global ocurrió a principios de los noventas en dos escenarios distintos: la intervención de EUA en el Golfo Pérsico en 1991 y la de los Marines y la Guardia Nacional en la revuelta de los Ángeles en 1992. Los militares se convirtieron en policías y viceversa, confundiendo la seguridad interna con el orden mundial. Creándose en esta forma el nuevo gobierno de la guerra global permanente, aun cuando desde el punto de vista jurídico internacional toda guerra esté prohibida.
La militarización de la economía bajo el imperialismo proviene de la adaptación de los Estados imperialistas a la necesidad de las guerras de conquista organizadas por ellos mismos con el fin de obtener elevadas ganancias en los monopolios capitalistas y son parte del proceso histórico de la descomposición y del parasitismo del sistema capitalista. Fueron la Alemania de los tiempos de Hitler y el Japón de antes de la Segunda Guerra Mundial donde la militarización alcanzó el nivel más alto en el siglo pasado. Y poco después de la Segunda Guerra fueron los Estados Unidos donde creció aceleradamente la industria bélica y sus derivados en sus naciones satélites de Europa y en todas las naciones del mundo que eran dependientes de su ayuda militar o financiera.
Al apoderarse de la ciencia y de la cultura, la militarización hace que la investigación científica se subordine a los fines militares, se incremente el odio a los supuestos ‘enemigos’, se encienda ‘la guerra fría’ y se frene el progreso cultural de los diferentes pueblos. Con la militarización, el capital monopolista y los estados que dominan en el mundo intentan conjurar, sin éxito, las crisis económicas y ocultar todas las demás fallas e iniquidades que tiene el capitalismo actual. Al mismo tiempo se elevan los impuestos, se reduce el poder adquisitivo real de los trabajadores y se origina un cambio negativo hacia el interior de los países imperialistas que cada día se vuelve más difícil de controlar.
Este fenómeno de la movilización social ocasionada por la tendencia global militar de los Estados se expresa en casi todo el mundo. Aunque existen naciones, como China, Rusia, Japón y Alemania, donde este fenómeno político y social del gobierno ejercido a través de los militares siempre ha existido resulta más fácil llevarlo a acabo en el presente, debido a que nunca se ha conocido otra forma de gobernar y quiénes están al mando de los poderes políticos son considerados como una especie de seres superiores que tienen el derecho natural de controlar a las clases gobernadas como mejor les parezca.
El problema que se ha derivado de estas naciones con gobiernos militarizados es que han generado una enorme y liberalizada clase media – mucho mayor a la que se generó en los Estados Unidos después de los años cuarenta – que fue la fuerza de trabajo y de ideas donde se construyó la gran nación norteamericana. La gran diferencia de estas nuevas clases medias de China, Rusia y Japón es que ya no quieren permanecer en sus países de origen y tienden a formar una nueva fuerza social global independiente sin nacionalidad alguna, cuya influencia en el mundo del futuro inmediato es totalmente impredecible.
Si se analiza el grave problema de los asesinatos del Estado mexicano desde una perspectiva global podría verse que la economía criminal y los gobiernos cruentos existen en todo el mundo, sin excepción. La única diferencia es que en casi todos los Estados gobiernan personajes no menos inmorales y crueles que los mexicanos, pero por lo menos tienen la capacidad de ejercer el control en sus naciones sin violencia, ya sea negociando con los grupos criminales, con otros contemporáneos de la clase política y con las pequeñas élites de poderosos que extraen las riquezas de la nación con el apoyo y la discreción del Estado.
Ante la comunidad internacional, el problema de los asesinatos por el Estado mexicano, ya sea en forma directa o indirecta se califican de inaceptables, ya que sus niveles de crueldad y de primitivismo señalan que los actuales altos funcionarios al mando del poder político en México carecen de la capacidad inherente a todo ser humano para comunicarse con sus semejantes y poder lograr una convivencia más o menos pacífica. De acuerdo a la información antropológica más elemental, esa capacidad de socialización del ser humano se inició desde el más temprano neolítico de 8000 años AC.
Adenda: Si el actual jefe del Gobierno Federal de México lograse superar esta situación de crisis nacional y a nivel global, ninguno de sus aciertos – si tuviese alguno en el futuro – harían que se le reconociera un ínfimo nivel de racionalidad.