Hace apenas unos días, David Penchyna, miembro de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Senadores informó a la mayoría de los medios de comunicación nacionales que las investigaciones de su Comité habían encontrado que la deuda externa total de México era de 5.53 billones de pesos. Si se considera una paridad promedio de 13 pesos por un dólar americano durante el presente año, se obtiene una cifra de 425,384 miles de millones de dólares (mmd) al final de Octubre del presente año.
Por otra parte, en el reporte oficial del Banco de México emitido en Junio del presente año se encuentra que la deuda pública de México al fin del segundo trimestre de este año era de 309,648 mmd. Lo que significa que en sólo cuatro meses, el presidente Calderón gastó la friolera de 114,712 mmd sin conocimiento del Congreso o por lo menos de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Senadores. No obstante, el senador Penchyna dijo a los medios que no estaba autorizado por su partido (PRI) para declarar que el País está en quiebra.
Para tener una idea del despojo que ha hecho el Gobierno de Calderón a los mexicanos, o por decisión de quienes lo escogieron para el cargo; al finalizar el sexenio de Zedillo en el año 2000, la deuda total del sector público era de 120,000 mmd, solo 5,000 más de los que gastó Calderón en los cuatro meses que tardaron los poderes fácticos en instalar legalmente al nuevo Presidente de México. Por lo que este enorme robo al erario nacional es sin duda el mayor de la historia de México, aun considerando los 37,000 mmd. que se adjudicó Salinas como justo pago a los servicios realizados para beneficio propio y de unos cuantos amigos.
De ninguna manera sorprende el silencio, ya sea cómplice o solidario de todos los sectores de la clase política, los grupos empresariales, o los integrantes de los poderes fácticos de México, ya que todos ellos sienten estar logrando un triunfo político y económico que les permitirá asegurar sus propias vidas presentes y las de sus descendientes durante varias generaciones. Lo único desconcertante frente a este enorme robo a la sociedad mexicana, es el silencio de quiénes no obtienen ningún beneficio, como la numerosa clase trabajadora, la clase media que aspira a ascender en la escala social y los pocos, pero distinguidos ciudadanos probos de todos los niveles sociales cuya conciencia moral no les permite admitir esta clase de tropelías.
Una posible explicación de la falta de solidaridad y patriotismo de los mexicanos frente a este patético evento de la vida política mexicana pudiera ser la ambigüedad ideológica que ha producido en el ciudadano común la relativa continuidad del pacto entre el PRI y el PAN representados respectivamente por Carlos Salinas y Diego Fernández en 1994, cuando Diego Fernández cedió a Zedillo la presidencia de México y quedó establecida una especie de sociedad política de beneficios mutuos entre ambos partidos que aparentemente vuelve a estar presente en el reciente proceso electoral del Gobierno Federal.
Otro factor que ha influido mucho en la destrucción progresiva de la identidad nacional, del patriotismo y de los valores éticos que predominaban en el sólido grupo familiar mexicano de la primera mitad del siglo 20 ha sido la convivencia forzada por la geografía política con la nación más poderosa del mundo, cuya mitología y paradigmas han penetrado en los mexicanos con gran fuerza desde los años cincuentas, cuando surgió la numerosa clase media popular después de la Segunda Guerra y permeó hacia México a través del cine de Hollywood.
Pero lo que más ha dañado a México en los últimos doce años no han sido esa asociación entre los que fueron los partidos mayoritarios de México durante muchos años, ni la herencia mitológica, cultural y política que ha significado la vecindad con los Estados Unidos y su mejor medio de transmisión del poder mediante el cine de Hollywood, sino las alianzas que la clase política en el poder ha realizado con los grupos empresariales de élite que difieren sus pagos de impuestos hasta el infinito, las empresas trasnacionales o nacionales asociadas con el Gobierno Federal que obtienen franquicias monopólicas y naturalmente la infinidad de empresas del crimen organizado que están asociadas con los funcionarios públicos a todos los niveles.
Por fortuna existen en este momento del peor saqueo en la historia de los erarios nacionales, muchos otros casos similares en todas las regiones del mundo que nos permiten morigerar nuestra decepción sobre la conducta cobarde y apátrida de nuestros coterraneos y nos enciende la esperanza de poder renunciar a los valores materiales que ahora lideran al mundo entero y renacer en una nueva vida donde las cosas materiales no sean tan importantes para los seres humanos como lo son ahora.
(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)