Desde que terminó la bipolaridad política en el mundo, derivada del colapso de la Unión Soviética hacia fines de los años ochentas y se instaló el modelo neoliberal en los Estados Unidos, nadie dudó de que crecerían de manera brutal sus rapacerías sobre regiones ricas en materias primas y energéticos. Era también obvio pensar en que se recrudecerían las políticas de dominio sobre sus colonias más cercanas, como México, Centroamérica, el Caribe y Colombia. No obstante, esto no sucedió durante el inteligente gobierno de Clinton, en el cual, no sólo se alcanzó el mejor momento de la producción industrial en toda la historia de los Estados Unidos, (86% de la capacidad total instalada) sino que se logró un equilibrio total en la administración pública del Estado norteamericano y por primera vez en su historia llegó a tener superávit comercial y financiero hacia el final del mandato de Clinton.
Además de la impecable administración hacia el interior de la nación, Clinton logró el control total de los países recién liberados de la Unión Soviética, de las naciones del Medio Oriente Asiático y de toda la región del Gran Medio Oriente en el Norte de Africa y en su ruta marítima alrededor de Arabia hasta llegar a la India. Durante su mandato desaparecieron las guerras de alta intensidad y sólo ocurrieron unos cuántos casos de poca importancia y costo para el erario estadounidense. Todo esto propició el fortalecimiento de las empresas nacionales y su proyección hacia el resto del mundo, así como el desarrollo sin precedentes de las empresas inmobiliarias y de las de capital financiero que no provenía del ahorro, sino de la especulación, generando al final de su mandato la burbuja financiera más grande de la historia, cuando Clinton fue obligado por los republicanos – aprovechando un escándalo en su vida marital – a derogar la única regulación existente para el capital especulativo – Ley Glass Steagall – que se había promulgado en los tiempos de Franklin D. Roosevelt.
Por desgracia, el falso puritanismo de la gran mayoría del pueblo norteamericano dejó fuera del control político a los demócratas para el siguiente mandato presidencial y la peor ralea del País, encabezada por los Bush y Chenney se apoderaron del Gobierno y con ello reactivaron sus empresas de energéticos y de mercenarios que les han permitido acumular fortunas desorbitadas. Para fortuna de México y de los demás países cercanos a los Estados Unidos, sus guerras fueron planeadas en lugares lejanos donde no existía la posibilidad de que pudieran afectar a sus territorios. Cuando Bush Jr. dejó la Casa Blanca hace cuatro años, la deuda externa de los Estados Unidos casi alcanzaba el 90% de su PIB, aún cuando Clinton, ocho años antes había dejado un superávit considerable.
Aunque la administración de Obama logró detener la enorme catástrofe financiera que heredaron los republicanos, para ello hubo de disponer de gran parte de las reservas de la Tesorería que eran producto del pago de impuestos de la clase media trabajadora, pero las finanzas de los Estados Unidos continuaron en peligro, ya que gran parte de ellas se utilizaron para salvar a la banca especulativa de los judíos de Wall Street, a las empresas inmobiliarias propiedad del Estado y a las enormes corporaciones automotrices que han tenido que ceder ese enorme mercado a los empresarios de otros países con mejores tecnologías y ahora ya no generan más empleos en los Estados Unidos.
El resultado práctico para México, con todos estos eventos políticos, bélicos y financieros ha sido la disminución de su importancia en la estrategia geopolítica actual de los Estados Unidos, ya que mediante la deuda diferida a largo plazo de Pidiregas en un banco norteamericano tiene garantizada la venta obligada del 70% de su producción petrolera por los próximos 13 años; con el famoso Plan Mérida tiene asegurada la persecución de la droga cara en territorio mexicano sin costo alguno para ellos a fin de conservar el alto precio de la heroína que significa un ingreso multimillonario para el IRS, sin dar cuenta de ello al Congreso y con los impuestos diferidos y muy probablemente cancelados de sus empresas multimillonarias que operan en México además de la liberación de los empresarios de cualquier responsabilidad con sus trabajadores con la aprobación de la patética Reforma Laboral que generó Calderón en el último momento de su mandato, no queda nada pendiente de saquear de México.
Ha sido tan natural y aceptado el ejercicio del saqueo y del dominio de los Estados Unidos sobre México que todos los altos funcionarios de sus gobiernos, desde los cruentos tiempos de Salinas, hasta los actuales de las matanzas inducidas por la torpeza de Calderón, que todos ellos creen necesaria, justa y patriótica esa entrega de todo el patrimonio nacional, de las políticas internas de seguridad, de una legislación que proteja todos los actos de dominio ejercidos por los norteamericanos y de esa criminal Reforma Laboral para convertir a los trabajadores mexicanos en esclavos.
Aunque la vecindad geográfica y la dilatada frontera pudieran explicar en grado este dominio apabullante de los Estados Unidos sobre México, con la complicidad de su alta clase política y de la pequeña élite de magnates establecidos en los poderes fácticos del país, ya que muchos de ellos han sido formados en las universidades norteamericanas. Lo que no puede comprenderse es la apatía y la fría complicidad de las grandes mayorías de mexicanos cuyas posibilidades de ascender en la escala social han sido totalmente canceladas y ni siquiera pueden aspirar a vivir y a morir con dignidad.
Conclusión.- La situación geopolítica de México es tan grave que algunos de sus pocos analistas políticos con sentido patriótico piensan que todo esto terminará con la anexión de México a los Estados Unidos como otra entidad federativa, pero es difícil pensar que una nación tan rica como Estados Unidos quiera anexar a otra que tiene más de 50 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza externa, mientras que en todo el Imperio de 300 millones de habitantes apenas hay ahora 10 millones en condiciones equivalentes. Solo que su ingreso se calcula en 10 dólares al día, mientras que para los países latinoamericanos (Según la CEPAL) es de sólo un dólar.
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