El pasado domingo fui invitado por una televisora regional para participar en un programa dedicado al análisis de los principales elementos que han participado de los procesos electorales del próximo día 1° de julio, al que asistieron los representantes estatales de las tres fuerzas políticas contendientes y analistas – principalmente economistas – de las principales instituciones educativas del estado de Nuevo León.
De una manera general, los asistentes a dicho programa televisivo, denominado ‘Cambios’ y presidido por el arquitecto Héctor Benavides, coincidían en que las campañas habían sido ilustrativas de una realidad económica bastante estable, una serie de propuestas inteligentes y patriotas de los candidatos presidenciales para mejorar la situación de la mayoría de los mexicanos, con un índice de desempleo insignificante (5%) y que ahora, con la ayuda de las redes sociales y de los spots televisivos ‘gratuitos’ toda la sociedad mexicana estaba enterada de que vivía en una nación sin problemas importantes en su futuro inmediato y para la nueva generación. Todo esto conducía a planear un acuerdo de civilidad entre los partidos políticos para que se prolongara la inmensa paz política del presente que apenas ha sido vulnerada por las descalificaciones viscerales de la candidata panista.
Mi opinión personal fue totalmente diferente: señalé que no pueden considerarse valiosas aquellas campañas que parten de información errónea, cuyos principales elementos son totalmente irracionales y corresponden a una selección de las cualidades personales positivas de los candidatos, como podrían ser su belleza física, su valentía – a pesar de ser mujer – y su honestidad permanente, de Peña Nieto, Vásquez Mota y López Obrador, respectivamente. No obstante, hube de reconocer que la forma de planear las campañas, principalmente del PAN y del PRI obedecen a un criterio generalizado en todo el mundo de conquistar los votos sin atender a la racionalidad del votante, ya que ésta no participa en la emisión del voto en ninguna región del mundo, independientemente del nivel académico, la cultura colectiva, la etnia o la condición social del votante. ‘The reasoning voter’, Samuel Popkins (1992)
También acepté que existen infinidad de naciones en las que ya ha habido una fuerte participación de las redes sociales, señalé que las esperanzas de que estas influyeran en las próximas elecciones presidenciales son muy pequeñas, debido a que de los casi 25 millones de jóvenes entre 18 y 29 años de edad usuarios potenciales de esta nueva forma de comunicación social, el movimiento # yo soy 132 apenas logró convocar a poco más de 120,000 votantes en un supuesto debate en la red, dónde se puso de manifiesto la inmadurez política de los jóvenes y probablemente un cierto grado de paranoia que les impidió aceptar apoyo de algunos medios de comunicación masiva.
Señalé que los tres candidatos contendientes a la presidencia parecen ignorar el control riguroso que ejercen los Estados Unidos en la disposición de los ingresos tributarios de México, en el manejo de las instituciones financieras, en el control de las Fuerzas Armadas, en el tráfico de drogas y de armas, en la desaparecida ‘inteligencia’ mexicana, en los programas sociales y desafortunadamente en lo más importante de todo que es la autonomía para el ejercicio de las inversiones en infraestructura que son los instrumentos idóneos para hacer crecer de forma simultánea la economía y el empleo como sucedió en Brasil, cuando la ministra Russeff logró negociar entre varias naciones la transferencia de la deuda pública que su gobierno tenía con los Estados Unidos y desde entonces el ejercicio en este sector subió de menos del 1% del PIB a un promedio alrededor del 10%.
En el ámbito de la información macroeconómica, ninguno de los representantes estatales de los tres partidos políticos contendientes estaba enterado que hacía apenas unos días (junio 12), la Dirección del CEESP, (Centro de Estudios Económicos del Sector Privado) había señalado que si se consolidaban todos los pasivos del Gobierno de México, desde la deuda oficialmente reconocida del Sector Público y el Privado, además de las deudas diferidas de Pidiregas, más todos los fideicomisos, organismos e instituciones que detentan activos líquidos del Estado para construcción de obra pública, ahorros bancarios, fondos de contingencia para desastres, deudas de los Estados de la República, etc., se alcanzaba un 60% del PIB nacional.
Pero si se agregan los pasivos de los organismos del Estado que cubren la salud, la seguridad social y los pasivos laborales, el total de los pasivos de México al mes de junio es equivalente al 140% de su PIB. Algo similar al de Grecia, con la diferencia de que en la operación del Estado mexicano en los últimos 12 años, se ha estado disponiendo de las ventas de 7 de cada 10 dólares que se obtienen por la venta de petróleos Maya y Altamira. De modo que al terminarse las reservas petroleras (antes del 2020), México pasará a ser una de las naciones más miserables de la Tierra, aun cuando lo oculte la diplomacia norteamericana, el duopolio televisivo, la corrupta clase política vigente y los privilegiados multimillonarios que han construido la particular versión de la poliarquía mexicana: una democracia, donde el pueblo puede escoger entre los candidatos que han determinado los poderes fácticos.
Ningún representante de los partidos políticos contendientes, ni los analistas económicos de las instituciones de educación superior de Nuevo León estaban enterados, o fingían no saberlo, que los actuales gobiernos panistas han cancelado, casi por completo las enormes deudas de pasivos fiscales diferidos a las grandes corporaciones multimillonarias que poseen el control de varias empresas y tienen el beneficio especial de consolidar y diferir sus pasivos. Actualmente existen 73, 000 millones de pesos por ese concepto que en cualquier momento podrían cancelarse, ya que el mecanismo depende exclusivamente del Poder Ejecutivo.
Como cereza del pastel de esta maravillosa poliarquía está el IFE, que será la institución que avalará un proceso que ya está decidido, a pesar de una ‘ligera duda’ que surge cuando se encuentra que la evolución demográfica del IFE es contraria a la de la INEGI que indica un desplazamiento acelerado de todos los mexicanos hacia las zonas urbanas, mientras que el IFE señala en sus padrones para el 2012 que 7 de cada 8 de los nuevos votantes están ubicados en zonas rurales. En el 2006, de un padrón de 71 millones habían 52 en las zonas urbanas y 19 en las zonas rurales, mientras que en el padrón actual de 79 millones 53 son urbanos y 26 rurales. Un millón más que todos los mexicanos – incluyendo el 40% de menores de edad – que según el INEGI viven en las zonas rurales.
Hasta el momento el IFE no ha hecho ninguna aclaración de este delicado asunto, excepto señalar que el rector de la UNAM, el presidente del Tribunal Electoral Federal, el ex presidente del IFE, Woldenberg y todos los miembros del Episcopado mexicano están convencidos que las próximas elecciones presidenciales serán pluscuamperfectas.
Se antojan algunos versos finales del poema ‘La Elección’ de Guillermo Aguirre y Fierro:
El caballo y el perro, no os asombre
Votaron por el hombre
Y con dolor profundo
Por no poder encaminarse al trote
Arrastrábase un asno moribundo
A dar su voto por el zopilote
Caro lector que inconsecuencias notas,
Dime: ¿no haces tú lo mismo cuando votas?
(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)