Los Símbolos de México (segunda y última parte)

 

Adrián sabe ahora que los miles de monumentos y reconocimientos otorgados a Miguel Hidalgo, como Padre de la Patria, solo fueron parte de una conjura de la masonería norteamericana para ocultar un proceso de enajenación de un territorio que aún era propiedad de España, por lo que la independencia que Hidalgo reclamaba no era la de México, sino la de España y la libertad que vociferaba en el grito de Dolores era la de Fernando VII, quién era el rey de España cuando la invasión napoleónica. Hidalgo nunca amó a su Patria ni a los mexicanos, rompió sus juramentos eclesiales por lo que fue expulsado de la Iglesia católica, fue padre en dos familias diferentes y contaba con varias amantes. Era dueño de tres haciendas, de las que tuvo que vender una para cubrir sus deudas de juego. Las tropas realistas que lo capturaron y lo llevaron a juicio estaban integradas por soldados españoles y mestizos mexicanos. Si solo se mencionara una ínfima porción de los cargos que se le hicieron durante su juicio, se podría saber que el denominado ‘padre de la patria’ no sólo era jugador, borracho y enamorado, sino que además poseía un importante nivel de cultura histórica y estaba informado de todos los adelantos políticos y sociales divulgados por los grandes genios de la Ilustración como Voltaire, Diderot y Montesquieu.

Aunque no todos los personajes mencionados como héroes de la Independencia en la historia oficial de México tuvieron una conducta delictuosa y arrogante como Hidalgo, la conclusión de Adrián es que el fenómeno social conocido como la Independencia de México nunca existió en los hechos, ni significó un mínimo grado de liberación para los mexicanos sino fue el confuso resultado de una serie de asociaciones y arreglos entre los jefes del Estado Norteamericano, la masonería americana, la monarquía española, el Clero mexicano latifundista, los ricos aristócratas del virreinato y quiénes buscaban el poder político en México. De esta forma, la actual nación mexicana se inició con dos símbolos falsos: una ‘Independencia’ que no existió y un héroe totalmente opuesto al símbolo que ostenta de ‘padre de la patria’.

Han sido tan ambiguas y contradictorias las historias del proceso de Independencia que en ocasiones fueron risibles, como el denominado desfile del Ejército Trigarante, cuando se firmó la primer acta de independencia en 1821, encabezado por Agustín de Iturbide, un militar hijo de españoles nacido en México, petulante y enamorado, quién siendo jefe del ejército realista, traiciona a sus jefes y forma una alianza con sus principales enemigos insurgentes, Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria a quiénes envía justo al final de toda su numerosa tropa con sus desarrapados uniformes y ni siquiera los invita a firmar el ‘acta de independencia que sólo fue firmada por sus subordinados. Era tan frívolo el verdadero artífice de la independencia de México que decidió cambiar la ruta del desfile en el último momento para pasar frente al balcón de una hermosa casquivana de la aristocracia de la ciudad de México conocida como La Guera Rodríguez. Como Iturbide tenía aspiraciones a ser de la realeza, a los siete meses de firmar el acta de Independencia obligó a su parlamento a que lo ungiese como primer monarca del Imperio de México, pero pronto fue traicionado por Santa Ana y Bravo, sus subordinados más cercanos y tuvo que huir de México hacia España. Unos años después, cuando Iturbide pretendía regresar a México fue aprendido y fusilado. Así terminó el otro frustrado símbolo de la Independencia de México. Quizá estas contradicciones expliquen que el monumento del Angel de la Independencia en la Cd. de México no sea un angel, sino una diosa griega de la victoria, llamada Nike.

El único símbolo genuino y permanente del proceso histórico mexicano ha sido Benito Juárez, a pesar de que en muchas ocasiones la historia de México ha sido escrita por personajes ultra conservadores, de los sectores más radicales del clero o extranjeros con prejuicios raciales y culturales muy profundos, nunca han podido destruir ese símbolo auténtico de la nación mexicana, quién por desgracia no inspiró sus ‘leyes de reforma’ en una visión del mundo desde su etnia y desde su patria, sino que la fundamentó en las nuevas ideologías liberales y democráticas que iban cundiendo por todas las naciones de Occidente. Esto significó un lastre muy pesado para el pueblo mexicano que aún durante su mandato constitucional no lograba asimilar que un aborigen mexicano tuviese capacidad para dirigir una nación.

Aún cuando Juárez logró terminar su mandato con vida y echar del País al aristócrata europeo importado por algunos mexicanos que aún buscaban al ‘enviado’ de Quetzalcóatl, siempre vivió perseguido y asediado por los mestizos que formaban su gobierno y tuvo que recurrir a la firma de un pacto con Estados Unidos en 1859 (Tratado McLane – Ocampo) para echar fuera a los franceses, aunque para ello haya aceptado una serie de condiciones que convertían a México en territorio de paso para los americanos. Por fortuna ese tratado no fue aceptado por el senado norteamericano y no se alcanzó a firmar al estallar la guerra civil en el Sur de los Estados Unidos.

Adrián continuó la búsqueda de otro símbolo auténtico de la nación mexicana en el período comprendido entre la muerte de Juárez y el presente, sin poder encontrar otro personaje digno de esa calificación. La actitud de rechazo a los aborígenes y a los mestizos fue evidente en Porfirio Diaz y en sus secuaces aristócratas y extranjeros, por lo que Adrián consideró ocioso buscar a los héroes simbólicos de México en la guerra civil inducida por los Estados Unidos, conocida como Revolución Mexicana, por lo que se concretó a releer los versos de un corrido popular que todavía se escuchaba hace algunos años en el norte de México con el título de ‘Traiciones Políticas’.

Voy a dar los pormenores de nuestra Revolución

Recordando a unos señores que mataron a traición.

A Madero lo mataron Victoriano y su ambición,

Por eso lo desterraron por indigno a la nación.

A Carranza lo mataron para subir a Obregón

Y sus leyes respetaron para la Constitución.

Obregón le dijo a Calles, por el bien de la nación

Nos haremos los compadres, viva la Revolución.

Pero Calles era un zorro era un tipo muy sagaz

Si le echaban siete de oros escondido tenía un as

Los cristeros continuaban en su lucha desigual

Mientras ya se maliciaba lo de José León Toral

El banquete en ‘La bombilla’ teatro fue de la traición

Ahí estaba la puntilla que le dieron a Obregón

Obregón ya estaba electo, no tenía preocupación

Pancho Villa estaba muerto, pero Calles en acción.

Calles se hizo presidente a su antojo y condición,

Le apodaban hombre fuerte, jefe máximo a calzón

Pero vino un Presidente, con valor y decisión,

Cárdenas que fue valiente, lo expulsó de la nación.

Piensa Adrián que quizá desde esta visión popular de los acontecimientos históricos, sin los prejuicios ideológicos, religiosos y culturales de los historiadores, el otro héroe genuino de la historia de México pudiera ser Lázaro Cárdenas, aunque el símbolo de su figura ha ido desapareciendo del panorama histórico nacional, conforme la ultra derecha se va apoderando de todas las regiones del mundo, sin que sea visible hasta ahora una sola fuerza ideológica alternativa capaz de enfrentarla o por lo menos morigerarla. La gran ventaja que Cárdenas tuvo sobre Juárez fue debida a su escasa cultura histórica, por lo que todos sus conceptos surgieron desde una visión doméstica y rural, donde aún se conservaban algunos elementos esenciales de los símbolos familiares y sociales de la gran Mesoamérica. Por esa razón sus reformas políticas y las instituciones creadas durante su mandato fueron acordes a la mente colectiva de las grandes mayorías, se realizaron de forma expedita y se conservaron durante medio siglo.

Ahora mismo, cuando se avecina el ocaso del Imperio americano, Adrián piensa que es el momento de rescatar a los verdaderos símbolos de la nación mexicana. Así como han ido cayendo los falsos héroes de las dictaduras del Gran Medio Oriente y los criminales que dirigieron la política bélica de los Estados Unidos en todos los rincones del mundo, los ladrones aristócratas que robaron la riqueza de España, de Italia, de Grecia y de gran parte de los países de Europa, los mexicanos tendrán que reconstruir su historia y con ello sus símbolos auténticos. Hace apenas unos días la UNESCO ha declarado patrimonio abstracto de la Humanidad a los tres períodos de la cultura mesoamericana de México comprendidos entre el siglo 9 AC y 1521, año de la Conquista y ha reconocido a su cosmogonía como una de las seis más antiguas de la Humanidad, una de las más bellas y pacíficas, además de su condición inédita de ser mitología común en más de un centenar de etnias en América.

Mientras tanto, los altos dirigentes políticos de nuestro país hacen una apología del libre mercado financiero creado por Wall Street, de la desaparición de todos los pasivos contingentes laborales para los empresarios, de la cancelación de los gastos sociales del Estado, de los diferimientos y condonaciones de impuestos a las grandes empresas, de la creación de una ley para el lavado de dinero sólo a niveles de grandes corporaciones, de la privatización de los servicios públicos de salud y seguridad social, además de la instalación de un nuevo sistema político dictatorial donde los trabajadores se convierten de nuevo en esclavos de su amo como sucedía hace doscientos años.

Si México logra recuperar los símbolos de su historia moderna no hay duda de que avanzaría mucho como nación, al liberarse del engaño en el que siempre ha vivido desde que se convirtió en una nación, pero si lograse rescatar los símbolos de su cultura mesoamericana en sus períodos preclásico y clásico, produciría un cambio total de paradigmas en la cultura global actual, ya que nadie imaginó que cuando las naciones europeas y del Medio Oriente que existían en la Edad de Bronce, no habían encontrado una solución pacífica a la convivencia, ya existían etnias en Mesoamérica que vivían en completa paz, con buena alimentación, con sistemas de salud pública, magníficas escuelas de artes y oficios, prácticas deportivas y científicos con un profundo conocimiento de la astronomía. Además contaban con una organización religiosa, política y social en sus comunidades que nunca ha alcanzado ninguna nación o conglomerado social en toda la historia de la civilización humana.

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