Todos los acontecimientos en la geopolítica de los Estados Unidos de los últimos doce años señalan graves errores de planeación y una total incapacidad de los dirigentes del NSC (National Security Council) para conservar la gran mayoría de sus colonias y zonas de influencia alrededor del mundo. El famoso plan de ataque a Irak, con el propósito de apoderarse del bastión de energéticos más grande y fácil de explotar en el mundo fue un fracaso total. Nunca se pudieron comprobar ni la existencia de armas de destrucción masiva ni los supuestos ataques terroristas a las Torres Gemelas.
Todos los organismos internacionales coinciden en que el ataque a esa nación soberana fue totalmente injustificado y que las masacres de inocentes que superaban a 1.3 millones en el 2008 jamás serán borradas de la historia criminal de los Estados Unidos. Ahora que han pasado más de diez años de la invasión se encuentra una nación desecha, con un 50% de desocupación; se han destruido sus magníficas obras arqueológicas que eran la cuna de la Humanidad, sus museos de arte y lo más hermoso de una nación que es su identidad cultural. Otro tanto ha ocurrido en Afganistán, conducido por los mismos asesinos del Pentágono y de la CIA que asociados con el Secretario de Estado, el Vicepresidente y el Presidente en turno constituyen el Consejo Nacional de Seguridad, un organismo que opera al margen de la ley escrita y decide sobre los principales asuntos geopolíticos externos de los Estados Unidos.
Otro tanto ha ocurrido en la ruta del Gran Medio Oriente, desde Marruecos hasta Egipto, pasando por Argel y Libia. Al igual que sus países súbditos de la península de Arabia. Todo sin excepción ha sido un fracaso para el Imperio y se avizora una debacle total en la producción petrolera de esa zona y del control militar con el séquito de tiranos que han ido cayendo, no sin causar grandes masacres y daños a la población civil. La situación se prolonga hacia el Medio Oriente, donde ya es un hecho que la antigua sociedad con el pueblo de Israel se deshaga y surja una nueva composición geopolítica para esa zona. Pero detrás de ese prolongado fracaso han estado los ahora ex dirigentes del Consejo Nacional de Seguridad, León Panneta, David Petraus y Hillary Clinton, como Jefe del Pentágono, Jefe de la CIA y Secretaria de Estado respectivamente.
Con esos antecedentes, ahora suena lógico que el Presidente Obama haya nombrado nuevos jefes en todas las dependencias del Consejo de Seguridad. Aunque falta la ratificación del senado, el nuevo jefe del Pentágono será Chuck Hagel, un ex senador republicano y veterano de la Guerra de Vietnam, John Brennan será el jefe antiterrorista de la CIA y el multimillonario John Kerry será el sustituto de Hilary Clinton. Pero además de esta clara aceptación de los errores cometidos en la última década, existe en el fondo un claro propósito de redefinir las estrategias geopolíticas y de seguridad nacional para los próximos ocho años, con tres contenidos muy claros: reinstalar a la mayoría de las fuerzas bélicas, tanto marinas como aéreas en la zona de Asia-Pacífico, donde se esperan situaciones conflictivas con China, en segundo lugar, que bien pudiera ser el primero, reducir casi a la mitad el presupuesto bélico de los Estados Unidos en los próximos ocho años y por último, continuar sustituyendo el uso de soldados en las guerras por las nuevas armas aéreas no tripuladas – como los drones – que matan y destruyen de una manera selectiva, a costos muy bajos y no existe una normatividad internacional que controle su uso.
Dentro de la información disponible para todos los analistas de la política internacional, no resulta muy difícil aceptar que los Estados Unidos hayan formulado una estrategia de repliegue hacia el exterior, después de experimentar tantos fracasos y de convertirse en una nación deficitaria, cuando apenas en el año 2000, durante el sexenio de Clinton, presumía de un superávit en la Tesorería del Estado como nunca había existido en el mundo. Pero todas estas decisiones repentinas de Obama arrojan tras de sí un fuerte tufillo de engaño, o la posibilidad de un arreglo entre quiénes poseían el gran negocio de la guerra y de los energéticos y de quiénes ahora, tras la bancarrota del Estado se han quedado con toda la riqueza del mundo.
No obstante, es sospechoso en grado extremo que las nuevas personas designadas por Obama para constituir el Consejo de Seguridad de los Estados Unidos sean individuos con antecedentes políticos de ultra conservadores, quiénes no podrán obrar en contra de quienes fueron sus aliados durante largas décadas y manejaron los organismos económicos, bélicos y de inteligencia cuando el neoliberalismo se apoderó de las mentes de todos los americanos, más muchas otras naciones y consideraban que los Estados Unidos poseían el derecho inalienable de atacar y someter a las naciones que no compartían su particular concepto cuáquero de la democracia republicana.
No hay ninguna duda de que los americanos seguirán considerándose los amos del mundo hasta que no haya una nación externa que los sustituya en el primer lugar económico y bélico, o hasta que desde su interior surja una pugna entre quiénes han sido los dirigentes del Imperio, tal como ha sucedido en la historia de todas las naciones que alguna vez fueron la cabeza de un Imperio. Pero esta extraña nominación de Obama, precedida del típico escándalo político inventado al Jefe de la CIA y de la falsa enfermedad de Hilary Clinton, revelan que hay un nuevo grupo en el poder de los Estados Unidos que ya no son los herederos del malvado George Bush padre.
Desde el punto de vista de que con esto desaparecerá el fantasma del terrorismo de Al Qaeda, inventado por Bush padre y las costosas y cruentas guerras con mercenarios, puede pensarse que esta nueva estrategia de repliegue bélico no sólo beneficiará a los norteamericanos sino a muchas otras naciones subdesarrolladas del mundo que aún son controladas por los Estados Unidos al considerarlas estratégicas para la obtención de materias primas y energéticos, ahora que ya no habrá tantas guerras planificadas, con desplazamiento de barcos, de aviones y de tropas. Además, los grandes capitales ya no invertirán en la economía de bienes y servicios. Se vivirá en un mundo algo mejor con la virtual caída del Imperio.
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