Las supuestas revueltas populares armadas en los países petroleros del Norte de Africa constituyen parte de una estrategia del Pentágono en la denominada ruta petrolera del Gran Medio Oriente que se conecta desde el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo de Adén hasta la ruta que viene del Medio Oriente por el Golfo Pérsico hasta el Océano Indico. Pero no hay duda que Libia constituye el punto toral de la estrategia, ya que es la única región de la zona que no está controlada por los Estados Unidos.
Este proceso denominado de ‘ remodelación democrática’ fue diseñado por la CIA a través de las ONG´s (la NED y la FH) que fueron creadas después de que se descubrió que esta agencia de espionaje tenía injerencia en todos los asuntos internacionales. El proceso se inició derrocando a sus dictadores inútiles de Túnez y Egipto, desde donde se ha trasladado a Libia, ya que su dictador Kadafi había echado fuera del país a las petroleras estadounidenses desde 1969.
Utilizando la misma metodología que aplica contra Irán, aprovecha ahora el escenario de los dictaduras decrépitas del norte de Africa para intentar derrocar a Kadafi, quién es un obvio enemigo regional que privilegia las relaciones con algunos países de Europa y los comprendidos en el ‘eje del mal’. Antes de que Kadafi llegase al poder en Libia, las empresas petroleras norteamericanas extraían y comercializaban alrededor de dos millones de barriles de petróleo diarios.
Cuando Kadafi alcanzó el poder, de inmediato nacionalizó el petróleo y destruyó el dominio de las empresas norteamericanas creando la Compañia Nacional del Petróleo (NOC) dejando muy pequeñas participaciones a los norteamericanos. Después de 20 años de aislamiento, Kadafi abrió los recursos energéticos y petroleros a las empresas occcidentales, principalmente de la Unión Europea. Tony Blair, el primer ministro de Inglaterra en 2004 fue el primer occidental en negociar con Kadafi, creando una sociedad entre la Shell y la empresa estatal petrolera de Libia.
Al mismo tiempo Tony Blair introdujo los sistemas financieros de Inglaterra en Libia, se instaló la corporación italiana ENI, la francesa TOTAL, la española REPSOL y la inglesa-holandesa Royal Dutch Shell, mientras que Chevron y Occidental de USA tuvieron que esperar tres años antes de que los Estados Unidos levantara sus sanciones comerciales a Libia.
En el 2010 los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) compraron 1.6 millones de barriles de petroleo diarios a Libia, mientras que los Estados Unidos quedaban fuera del negocio. Este escenario hizo detonar la operación golpista de Washington desde el mes de diciembre del 2010.
Ahora mismo se observa en Libia la presencia de actores internaciones muy conocidos que realizan operaciones golpistas reitarativas e idénticas, a las que solo cambian de nombres para identificar las distintas regiones donde se aplican. Las ‘revoluciones naranjas’ son para los países que estaban dominados por la Unión Soviética, las revueltas ‘árabes islámicas’ se aplican en Africa y el Medio Oriente, amenazando con llegar a China y a Rusia, mientras que ‘la rebelión budista’ se propaga en el Tibet y el sudeste asiático.
En un lado del campo de la actual rebelión inducida en Libia esstá la dictadura de Kadafi y de sus sucesores atrincherados en Tripoli con tropas leales y mercenarios inducidos desde los países vecinos de Túnez y Egipto, apoyados en el movimiento democratizador de Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU encabezadas por las ONG’s que creó la CIA. Todo hace suponer que este bloque triunfará en unos días e instalará un gobierno ‘democrático’ bajo el control de Washington.
Aunque ahora Washington disfraza de rebeldes conacionales a elementos cooptados por sus agencias de inteligencia, el objetivo estratégico sigue siendo el mismo de lograr el control geopolítico y militar de la región, el dominio de sus gobiernos, de sus recursos energéticos y de sus mercados; ya que el Imperio no puede funcionar sin tener bajo control la mayor parte de los energéticos en el mundo que son la única garantía del poder bélico global.
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