Las universidades en la dependencia de EUA

Hace apenas una generación, cuando la gran mayoría de los mexicanos no coincidía con la visión del mundo de los vecinos norteamericanos, los líderes políticos más poderosos ostentaban con vehemencia su amor por el México profundo postrevolucionario y la gran clase media nacionalista surgida durante ese período de permeabilidad social se vieron de pronto frente a una gran potencia imperial que les señalaba con gran autoridad y poder hacia donde debería dirigirse desde ese momento la economía de México, como deberían modificarse sus sistemas de educación superior y como deberían reconstruirse las estrategias de la política interna y externa del País, acatando cada uno de los diez mandamientos del Consenso de Washington que significaban el triunfo definitivo del modelo capitalista norteamericano sobre todas las demás modelos socialistas e híbridos existentes.

Es muy probable que el mesianismo primitivo de Echeverría y la megalomanía grotesca de López Portillo hayan sido fruto de sus caracteres viscerales y de su incapacidad de percibir el naciente proceso de globalización en la economía y en la cultura del Planeta, pero no hay duda que esa situación no aconteció con De Lamadrid, cuya formación profesional se había realizado en universidades norteamericanas y sabía que las políticas económicas del Banco Mundial se aplicarían en México a cualquier precio y a él sólo le correspondía el proceso de disimularlas y adaptarlas ante la comunidad nacional e internacional para que apareciesen como una estrategia diseñada por el Estado mexicano. La incapacidad y el cinismo de De Lamadrid y de su Gabinete fue tanto que para el momento de su sucesión algunas de las fuerzas políticas opositoras al PRI ya se habían unificado en su contra, Clouthier, candidato del PAN, protestó el evidente fraude y los procesos electorales de 1988 generaron una primera alianza entre PRI y PAN y un presidente espurio y criminal que fue Carlos Salinas, quién se apresuró a besar las botas norteamericanas y a amasar la fortuna mas grande de la historia de los dirigentes políticos en el mundo.

Mientras esto sucedía en el ámbito de lo político, un proceso similar ya había acontecido en el ámbito empresarial y de la educación superior, ya que las instituciones tecnológicas y las universidades que habían sido fundadas en México con ideologías y conceptos copiados de las universidades norteamericanos a donde habían asistido los empresarios más exitosos del País ahora estaban creando una nueva generación de universitarios mexicanos que pensaron en la aplicación indiscriminada en México de los mitos y paradigmas que habían vuelto exitosos a los norteamericanos. De esta forma, tanto los principales dirigentes empresariales como los políticos empezaron a transformar al país mexicano en un nuevo escenario de la mitología francmasónica y se ha convertido en un valioso mercado natural para los productos ‘offgrade’, un patio de desechos tóxicos para los Estados Unidos, un adicto a sus carísimos servicios financieros, un aficionado a sus frívolos satisfactores materiales, un admirador de su hipócrita moral, de su permanente racismo y un fanático de sus variadas aficiones y de su pésimo gusto por el arte.

Mediante este proceso de cooptación de las altas clases sociales de México, los Estados Unidos han logrado un económico e incruento sistema de dominación sobre su país vecino en el que no existen perfidia ni desprecio, sino que se ha sustentado en una condición histórica y cultural de la nación mexicana donde persiste el mito de la superioridad de los extranjeros de piel blanca y la actitud de sumisión y respeto hacia quiénes carecen de los rasgos étnicos de los aborígenes mesoamericanos. Tampoco se advierte maldad ni menosprecio en los altos funcionarios públicos y en los hombres de empresa, la alta jerarquía eclesial y los poderes fácticos del País, sino una especie de caridad hipócrita hacia quiénes por designios de la naturaleza no poseen las sinapsis neuronales necesarias para poder tomar decisiones acertadas en el ámbito de su vida social y política. Aunado a este impasse en la edad mítica de la mente del mexicano se ha presentado en los últimos años un nuevo flagelo para la sociedad y el Estado mexicano que es la economía criminal.

Desde una perspectiva histórica, es muy difícil construir una prospectiva esperanzadora para México en los próximos años, ya que la educación superior sustentada en la investigación científica y tecnológica ha sido cancelada desde hace más de dos décadas y ha sido limitada a la compra de franquicias extranjeras por las empresas que tienen capacidad financiera para hacerlo. De modo que las universidades privadas de México y la gran mayoría de las públicas ya no realizan las verdaderas labores de investigación y desarrollo de las ciencias naturales y sociales para las que fueron creadas, sino que se limitan a dar a conocer a sus alumnos los conceptos que ya han sido desarrollados por otras universidades extranjeras y a considerar que la función de la universidad es dar a conocer lo que ya es conocido por universidades de prestigio y a tratar de construir un mundo similar al de la nación norteamericana, a pesar de que en este momento se ha iniciado su declinación vertiginosa y está condenada a jugar papeles secundarios en el mundo global del corto plazo. Por añadidura, los poderes fácticos no perciben el hecho actual de que las economías emergentes operan con modelos económicos, políticos y sociales muy diferentes al de los Estados Unidos.

Esta breve retrospectiva de los últimos treinta años de la vida de la nación mexicana, además del hecho innegable de que los poderes fácticos se han apropiado de los procesos electorales, nos lleva a la conclusión de que no se podrá cambiar el futuro de México por las vías institucionales de la democracia electoral y de la reforma judicial del Estado, sino tratando de introducir los grandes descubrimientos científicos de las últimas décadas en la operación del Estado, a fin de disminuir substancialmente sus costos y aumentar su capacidad para poder dar los servicios públicos adecuados a los ciudadanos. Como es muy difícil introducir este criterio del uso social de la ciencia en el sistema político mexicano, hemos pensado que se podría realizar con rapidez y facilidad a través de las universidades e institutos tecnológicos nacionales.

De esta forma se recuperarían las décadas de investigación perdidas en las falsas universidades privadas y se podría generar una consejería científica gratuita para el gobierno en turno, sin distingo de credo político. Con esta consejería de expertos en los principales temas científicos y sociales, incluyendo ciudadanos extranjeros, México podría regresar a los lugares de privilegio en el concierto de las naciones, cuando era un país autónomo con ideologías propias y era capaz de formular sus propias estrategias económicas, políticas y sociales. Brasil es la nación más cercana a México en su historia y en su visión del mundo que ha logrado un avance enorme al quitarse el dominio que ejercían los Estados Unidos a través de su enorme capacidad financiera y bélica, con la simple presencia del patriotismo, la investigación científica y los conocimientos financieros de sus líderes políticos actuales.

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