Este foro que se realizó los días anteriores al de Davos en Basilea es un movimiento anticapitalista que intenta analizar con profundidad la dimensión multifacética de la gran crisis actual del sistema capitalista internacional, demostrando que no es otro episodio de las numerosas crisis coyunturales globales que surgieron a partir de 1974 – 75 y continuaron en las décadas de los 80s y 90s, siendo las últimas de ellas la de las hipotecas subprime y la banca judía del 2007 y la que aún continúa con el salvamento de la deuda soberana de Grecia (2009 – 2010), la bancarrota de otras pequeñas economías de Europa (Irlanda y Portugal) y la no tan pequeña de España.
Este foro alternativo no pretende analizar las acciones que tomaron las clases dominantes de los países de Occidente frente a la crisis actual y menos aún las que se tomaron en los Estados Unidos, sino que pretende revertir las principales consecuencias de estas medidas en la acentuación de la explotación de los trabajadores y de la falta de elementos para conservar su salud y poder disfrutar de un retiro honorable. Pretende evitar la redistribución masiva de la riqueza en favor de los accionistas de las empresas e intenta regular las diversas formas de endeudamiento público y privado que se han aplicado durante estos años de crisis para reactivar a la declinante economía en la mayoría de los países de Occidente.
Se intenta analizar y regular el daño al ser humano y a su entorno que ha producido la última fase del capitalismo financiero, así como proteger las condiciones de sobrevivencia y permanencia de la actual sociedad humana, analizando las principales secuelas que ha dejado la gran crisis del siglo 21, donde destacan las siguientes:
1.- El ataque a los salarios y a las prestaciones sociales de los trabajadores, desde la disminución del gasto social del Estado hasta los sistemas de salud pública y de retiro, destruyendo en pocos años el Estado de Bienestar que existía en la mayoría de los países de Occidente.
2.- Tratar de buscar soluciones al creciente nivel de desempleo y al ingreso casi nulo de las personas en estado de pobreza extrema, combatiendo con racionalidad los nuevos sistemas de empleo – como el outsourcing – que dejan sin protección social al trabajador.
3.- Proporcionar vivienda a quiénes fueron desalojados durante las crisis inmobiliarias y evitar que la propiedad inmobiliaria de los grandes capitalistas siga concentrándose en unos cuantos y alcance ahora los niveles más altos de la historia desde la época feudal y la monárquica.
4.- Contener el proceso de usurpación al Estado en los desarrollos de la ciencia y de la propiedad intelectual que han quedado limitados a un sector de la sociedad cada vez más pequeño.
5.- Detener el proceso de acaparamiento de gigantescas extensiones de tierras cultivables por las empresas trasnacionales que producen insumos alimenticios, al mismo tiempo que buscan el control de los recursos no renovables de las naciones subdesarrolladas.
6.- Quizá lo más peligroso de todo ha sido el proceso de privatización del agua, que es el elemento fundamental de la vida humana.
En el área de las instituciones del Estado se encuentra una influencia exagerada del sector del capital financiero, ya que aun cuando fueron salvados por el Estado, sin exigencias de retribución y sin tratar de aplicarles reglas elementales de regulación de sus operaciones continúan aplicando restricciones y costos a los créditos a particulares y tratando de criminalizar todos los movimientos sociales aún cuando sean violatorios de los derechos humanos fundamentales.
Además, el racismo y la xenofobia va en crescendo para los inmigrantes, la derecha política oficial se une a los partidos xenofóbicos y fascistoides, mientras renace el terrible episodio de la supremacía étnica que ya se creía superada desde el fin del nazismo.
En otra vertiente de la crisis actual se observa que el crecimiento desmesurado de algunas naciones emergentes, como China e India parece engendrar nuevas élites políticas con ambiciones imperialistas que prolongan la vida del capitalismo en decadencia del resto del mundo, sin que los organismos internacionales censuren o reprueben los altos costos sociales y ecológicos de estos crecimientos económicos en plena crisis del capitalismo global.
Aunque esta nueva forma de crecimiento del capital en los países emergentes genera grandes desafíos y cambios en los sistemas sindicales tradicionales, ya no pueden interpretarse como nuevas fases de la lucha obrera de los siglos 19 y 20, debido a que la social democracia global se ha integrado por completo a los poderes fácticos dominantes y al juego de alternancias entre centro izquierda y centro derecha.
Surgen, por lo tanto, diversas reflexiones y propuestas en el ámbito de los organismos de los trabajadores que se derivan en una fuerte tendencia a superar el espacio del sindicalismo tradicional, creando diversas formas de asociación que pueden dar respuestas adecuadas al ataque feroz del capitalismo financiero que trata de sobrevivir con la respiración artificial que le proporciona el Estado con el dinero de los contribuyentes.
Esto conduce a un sindicalismo internacionalista, no sólo frente a las empresas transnacionales, sino frente a los operativos del Estado que tratan de justificar sus políticas de austeridad frente a otros estados con los que tienen relaciones comerciales mediante el despido o la disminución de ingresos de sus burócratas de bajos rangos.
Finalmente, el Otro Davos 2011 intenta abordar el problema toral de la redistribución de los ingresos y de la riqueza, por lo que cuestiona, en primer lugar, la apropiación generalizada de los bienes de producción y servicio por el capital, señalando que el actual género de crecimiento del sistema capitalista solo es una forma cínica para intentar la destrucción del ser humano de bajos ingresos y apropiarse de todas sus pequeñas posesiones materiales.
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