Las profecías fallidas

 

En su último artículo del New York Times, el ilustre economista Paul Krugman se burla de todos los profetas del desastre fiscal en el mundo occidental. Los compara con los que esperaban el fin del mundo de acuerdo a las erróneas interpretaciones de los mitos mayas; pero donde Krugman se vuelve recalcitrante es cuando señala que aun cuando los hechos demostraron las falsas profecías, quienes creían en ellas lo siguen haciendo ahora. Ese mismo mecanismo irracional del ser humano, reitera Krugman, es el que ahora mismo funciona con el déficit fiscal en todo el mundo occidental.

Explica el eminente Premio Nobel de Economía, la laxitud del Estado para enfrentar los problemas fiscales a lo largo de la historia, sin que eso haya causado jamás una parálisis total de la economía mundial. El mundo tiene que seguir viviendo, con mayores o menores ingresos, pero pensar que ahora sí ocurrirá el final de la operación económica global porque existen aficionados a la economía que pretenden decirle al mundo como debe operar para no tener que enfrentar problemas en el futuro, es algo verdaderamente ridículo. Hace mofa, inclusive del antiguo jefe del Tesoro, quién todavía sigue insistiendo en que los Estados deben operar sin déficits fiscales o pronto tendrán problemas, no importa que hayan pasado más de 80 años de que ocurrió la única gran crisis económica de la Historia.

No es explicable, continúa Krugman que los mismos funcionarios que manejaron las finanzas de un gobierno, cambien de ideas cuando tienen un diferente jefe político con otra ideología. La fría realidad es que el mundo tendrá que seguir viviendo a pesar de las reiteradas profecías apocalípticas de quiénes aún no comprenden que la economía de los Estados supuestamente democráticos tienen normatividades totalmente distintas de las que se utilizan en las empresas privadas y de las que se aplican en los estados abiertamente dictatoriales, pero no por eso sus economías dejan de funcionar, como son los casos de China, la India, Rusia, Japón y otras muchas naciones.

No hay duda de que en algún momento se tendrán que hacer adecuaciones conforme vaya evolucionando la geopolítica mundial, pero por ahora, con todo el mundo bajo control, no tiene sentido hacer cambios o ajustes en la operación fiscal en los Estados Unidos y de sus aliados en Europa. Los eventos insignificantes de violencia que ocurren en Siria, en Turquía, en Afganistán, en Sri Lanka o en los disputados territorios petroleros de Armenia o del norte de Africa están ahora bajo control, al grado de que la Sra. Clinton considera que su labor diplomática trasnacional ha llegado a su fin y estudia la disyuntiva de este momento histórico de paz relativa para retirarse de la escena política o intentar planes de mayor envergadura, como la presidencia de los Estados Unidos que ahora sí está en manos de sus compañeros judíos de Wall Street.

Aun cuando para una pequeña minoría de analistas políticos autónomos y unos cuantos intelectuales con un visión del mundo diferente al de las universidades norteamericanas, como Robinson y Chomsky en los Estados Unidos, la situación de calma aparente en el mundo es sólo el presagio de grandes cambios en el futuro inmediato de la sociedad humana. Señalan que a pesar de la patética situación de control político policial ejercida en España, Grecia, Italia, Irlanda, la República Checa, Polonia, Hungría y la gran mayoría de las naciones europeas, no hay duda de que el mundo occidental está bajo el control de los Estados Unidos, quien además terminó con sus movimientos sociales internos de Occupy Wall Street con el procedimiento que siempre ha utilizado a través de la historia, de acotarlos mediante el uso de la Ley que ellos controlan. La gran idea al respecto fue la de aprobar la instalación de los grupos rebeldes en ciertos lugares públicos, a determinadas horas y con una cantidad controlada de elementos subsistenciales para que puedan protestar con libertad absoluta durante unos cuantos días rodeados de policías.

Este mecanismo de combatir la disidencia ideológica con argumentos legales que son desarrollados casi al momento de que aparece el problema ha sido transmitido a sus principales aliados, mientras que en otras naciones totalmente subordinadas, como México, Colombia y los países de Centroamérica, el dominio de los grupos disidentes se hace con sus propios mercenarios disfrazados de policías y de soldados locales, mientras el control de la supuesta democracia política se realiza a través de complicados sistemas electorales donde los dirigentes políticos son previamente seleccionados por los organismos de inteligencia, militares y de control económico, además de toda una parafernalia masmediática bajo la mirada inquisidora de Washington y de los empresarios más poderosos de cada país.

Esta parte de la Economía es la que no señala Krugman en su artículo más reciente del New York Times, quizá porque la desconoce por su condición de estudioso exclusivo de la economía, o quizá porque la enseñanza de la disciplina económica en los países occidentales no toma – deliberadamente – en cuenta su permanente vinculación con la política cuando se trata de la economía de los Estados. No obstante, la singular cachaza exhibida por Krugman es un claro indicativo de que esa vinculación entre la política y la economía es conocida por todos los grandes operadores de la economía norteamericana, sólo que como buenos y cándidos hipócritas fingen no saberlo para proteger a la gran plutocracia que desde la sombra rige los destinos del mundo.

Una hipótesis personal sobre esta situación actual del mundo de la economía es que los propietarios de las mayores riquezas del mundo han decidido actuar con una fórmula de capitalismo totalmente especulativo, cuya posibilidad de éxito material, como lo ha dicho Krugman no sólo es alta, sino que los hechos la acreditan desde 1929. Pero el plan fue hecho con gran cautela desde el año 2000, con la creación del fantasma de terrorismo institucional contra los Estados Unidos, para luego ir destruyendo casi todos los avances que logró el socialismo desde 1841 hasta el presente en Europa y Norteamérica, ya que al resto del mundo nunca llegó con los conceptos originales de Marx y Engels. Pero el gran descubrimiento de la fórmula del capitalismo financiero ha sido que ya no se necesita del trabajo físico para lograr la riqueza, por lo que hay que destruir todos los vínculos del capital con la clase trabajadora.

El caso de México.- No es posible una prospectiva favorable para una nación que no puede tomar decisiones en su política interna, en su economía, en la actuación de sus fuerzas militares y policíacas, carece de sistema de inteligencia y no tiene autonomía ideológica. Con los gobiernos panistas, los Estados Unidos acabaron con los últimos remanentes de la nación autónoma que fué entre 1936 y 1970. Ahora los multimillonarios no pagan impuestos, ni declaran el lavado de dinero cuando excede a varios millones de dólares, Pemex está en las manos de un fideicomiso oculto en paraísos fiscales, tiene comprometida la venta a EUA de 7 de cada 10 barriles de petróleo que produzca en los próximos 14 años y ya no existe como una entidad federativa con responsabilidad del Gobierno de México; también dejaron de ser entidades federativas el IMSS y el ISSTE, cuyas bancarrotas se escondieron en fideicomisos multimillonarios en paraisos fiscales; la producción de electricidad va pasando a manos de empresas privadas y extranjeras, la movilización social está acotada por la Ley y las fuerzas militares, como en EUA y la clase trabajadora ha perdido todas las prerrogativas que obtuvo en la Constitución de 1917. Lo único que no ha cambiado en México es su malinchismo, su condición surrealista y su proclividad a ser un país subordinado.

Ahora mismo puedo recordar las dos frases más reiteradas de los cónsules en México y Monterrey que me dedicaban durante mis largos años de periodismo institucional: ‘estoy seguro de que no puedes comprobar lo que dices’ y ‘si no te gustan como son México y los Estados Unidos porqué no te largas a la chingada’.

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