Adrián había ascendido con rapidez en la empresa extranjera donde laboraba desde los años sesentas, de modo que tuvo la oportunidad de viajar hacia los países latinoamericanos donde la empresa tenía instalaciones productivas. Al director de la zona Latinoamericana y del Caribe le simpatizó la forma de negociar de Adrián y muy pronto le cedió ese territorio, debido a que la combinación de su edad y de sus problemas familiares con sus hijos hippies le dificultaba mucho sus viajes al extranjero. Se instaló en Miami para estar más cerca de la zona, pero aún así prefería que Adrián realizara las visitas a Sudamérica, mientras que lo citaba para comentar las estrategias en Corpus Christie, Texas, a fin de no realizar el viaje hasta Monterrey, donde radicaba Adrián, ya que era muy complicado conectar los vuelos hacia México.
El mundo industrial latinoamericano de la época de los sesentas estaba en una situación muy retrasada con respecto a México y apenas habían intentos aislados de instalar empresas industriales en países como Brasil, Argentina y Colombia. Casi sin excepción, todas las naciones sudamericanas se habían quedado con un fuerte rezago en la administración del Estado y aún había prácticas dictatoriales generalizadas. En la medida del desarrollo de la mentalidad industrial y de la creación de institutos de enseñanza superior y de investigación científica, los países iban entrando al período industrial mientras se instalaban grandes monopolios trasnacionales. Pero en general, el desarrollo tecnológico y científico era muy inferior al de México.
Adrián cumplía su tarea con éxito, ya que en Sudamérica la aceptación de un latino era mucho mayor que la de un norteamericano. Existía además, una especie de reconocimiento tácito a la mejor tecnología de los mexicanos y a la avanzada política de sus Gobiernos para realizar las labores del Estado sin el fuerte ingrediente militar y policial que existía en sus países. Pero a pesar del supuesto control militar, la corrupción era mucho más alta en los funcionarios de gobierno sudamericanos que en México, de modo que la superación de esas prácticas sucias era el problema fundamental de Adrián, ya que los costos de importación eran superiores al costo de las materias primas más los gastos de transportación, además de que constituían un peligro permanente para los productos que tenían un tiempo de vida útil limitado. Para su fortuna, todas las operaciones comerciales funcionaron de acuerdo a lo previsto y con la excepción de la planta de Nicaragua, donde estalló primero un gran terremoto y después el movimiento revolucionario que ocasionaron la desaparición total de la pequeña planta industrial que existía en ese País.
Cuando todo parecía marchar a la perfección para Adrián, un buen día, Mr. Piernick lo citó en Corpus Christie como de costumbre, pero en esta ocasión no era para planear la operación en Sudamérica, sino que se mostraba muy preocupado. Sin muchos rodeos trató de explicarle a Adrián que consideraba haber llegado al final de la larga etapa de su vida como alto directivo de la empresa trasnacional donde ambos laboraban. Aunque señalaba los problemas reiterados con su familia, ahora recalcaba un hecho que Adrián no lograba comprender en esa época. Le decía que había pasado una vida muy hermosa en la empresa, ya que disfrutaba mucho su trabajo y había una gran cantidad de personas que habían salido beneficiadas con su labor, incluyendo por supuesto a sus propios familiares y a otras muchas personas que como Adrián le habían expresado su agradecimiento por su forma de actuar.
Luego le decía a Adrián, tú me conoces bien, y sabes que a pesar de mis hijos problemáticos he logrado ahorrar una buena cantidad de dinero, sé que ya no me lo acabo en los pocos años de vida que me quedan, pero no es por eso que he trabajado tantos años, sino porque mi única vida es el trabajo y si eso ya no le importa a nadie, o sólo a personas que no conozco, no tiene caso que siga trabajado. A continuación le informó a Adrián que la empresa trasnacional, cuyos dueños eran personas de carne y hueso que él conocía y respetaba habían vendido el control de la empresa a un grupo de capitalistas financieros que operaban en la Bolsa de Valores de Nueva York. Son unos jóvenes de tu edad que nunca han trabajado, pero con padres millonarios que apuestan en la Bolsa y ya se quedaron con casi toda la empresa en el mundo.
Adrián se quedó desconcertado con la decisión de su jefe y regresó cavilando durante el viaje en automóvil de Corpus Christie a Monterrey. En el camino le alcanzó la cola de un ciclón que había entrado por Brownsville y siguiendo el curso del Río Bravo se detuvo contra las edificaciones de concreto de Laredo, México causando un singular desastre. Para cuando llegó a Monterrey, Adrián ya había tomado la decisión de abandonar también el empleo en la trasnacional y crear su propia empresa, aunque fuese muy pequeña pero que le permitiera disfrutarla intensamente. De modo que su actividad para generar la subsistencia propia y de su familia creara una interacción permanente con otros seres de carne y hueso como él.
Hace unos meses, la pequeña empresa industrial que creó Adrián cumplió cuarenta años de existencia y ha significado una constante fuente ingresos para su familia y las de algunas decenas de personas que laboran con él. Pero la gran lección que le dio su jefe hace varias décadas nunca se le borró de su mente. Ahora sabe que no tiene ningún sentido convertir el trabajo personal en una fuente de riquezas que sean muy superiores a las demandas de una vida con toda clase de satisfactores que sean realmente deseados y consumidos. Pero jamás con el propósito de crear una reserva que pueda garantizar la vida de varias generaciones de descendientes para quienes poseer los títulos de propiedad de una empresa ajena hecha con el trabajo apasionado de otras personas significa un reconocimiento social y la oportunidad de dirigir la vida de otros seres humanos en función de sus propios intereses e ideas.
Adrián piensa ahora que con el fenómeno de la globalización se pretende homogenizar a todos los seres humanos, y con la creación del capital financiero que ya no invierte en los medios de producción de bienes y servicios se va creando a un ser humano más egoísta, menos solidario y cada vez más aislado de sus congéneres. Un individuo que ha perdido la comunicación mediante la gesticulación y la palabra, mientras se aleja del amor y del interés por las demás personas, donde siempre ha radicado el más profundo sentido de la existencia. Las nuevas formas de comunicación mediante las imágenes televisivas y los códigos digitales de la hipermedia van conduciendo al ser humano a su desintegración total en un proceso involutivo sin precedentes en la historia de su existencia. Adrián sabe que sólo mirando a los ojos de otro ser humano podrían regresar al hombre sus valores existenciales originales. Ya de viejo, ahora piensa que la renuncia de Mr. Piernick a un alto puesto de una gran empresa obedeció a su natural sabiduría que le indicaba la falta de sentido del trabajo de los seres humanos cuando se realiza para entes virtuales.
A pesar de que los símbolos del poder actuales señalen todo lo contrario, como diría Ernesto Sabato: es la resistencia del ser humano a perder su dignidad, su calidad de ser único y a renunciar a sus sueños.
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