Las ideologías en el siglo XXI

 

El término ‘ideología’ se aplica a ideas y conceptos acerca de la realidad que son percibidos por la mente colectiva de una sociedad determinada o sistemas de convivencia humana coincidentes en lo económico, lo político, lo moral, el arte y las creencias religiosas. Cuando pretenden permanecer sin cambios se denominan ideologías conservadoras, si intentan modificar el sistema en forma súbita son identificadas como revolucionarias, si pretenden un cambio gradual son reformistas y si buscan volver al pasado son conocidas como reaccionarias.

Por lo general, las ideologías tienen un punto de vista propio acerca de la realidad, ya sea contemplado desde una creencia religiosa o sustentado en una base racional a partir de la cual se hace un juicio crítico con relación a una fórmula de vida alternativa que puede ser real o utópica. La idea central es la de acercar por todas las formas posibles el sistema existente a un pretendido sistema de vida ideal cuya verdadera y oculta esencia es la preservación del poder de la clase dominante, que regularmente es un pequeño grupo de élite.

El concepto de ‘ideología’ apenas surgió hacia fines del siglo 18, cuando la burguesía en combinación con la Ilustración quitó el poder a los monarcas que eran representantes divinos. Entonces se constituyó como una ciencia que estudiaba las ideas en general, su origen, su carácter, el conjunto de leyes que las regulaban y los símbolos que representaban.

Fue hasta mediados del siglo 19 cuando surgió el concepto de Karl Marx que le imponía un fundamento epistemológico, pensando que la ideología era la forma de operar de cada sociedad basada en su sistema de producción de bienes y servicios, señalando que la relación del hombre con la realidad es muy importante, así como de evitar que las clases oprimidas (si existen) sufran lo menos posible el efecto del dominio.

Decía Marx que el conjunto de las relaciones entre las personas de una sociedad constituye ‘de hecho’ la base real donde se construye la estructura política y jurídica del Estado moderno. La forma de producir – decía Marx – es la que condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del ser humano la que determina su ser, sino que por el contrario, el ser humano crea y determina su propia conciencia.

Era obvio que esta visión del mundo durante la primera gran crisis de la revolución industrial era muy apropiada en una época en la que la mayor parte de la riqueza que generaba la sociedad humana de Occidente provenía de la producción industrial con un alto grado de manufactura, cuando aún no existían responsabilidades jurídicas para los patrones, ni en su relación con los trabajadores, ni en sus compromisos fiscales con el naciente Estado y menos aún con la protección del medio ambiente.

De modo que las utilidades de los empresarios de esa época eran desorbitadas, mientras los ingresos del Estado apenas le servían para cubrir los problemas básicos de seguridad y de servicios públicos elementales, sin que existieran programas sanitarios, de seguridad social o de educación fundamental. Al emigrar la población hacia las zonas urbanas donde se instalaron las industrias en el siglo 19, las condiciones de vida de la clase trabajadora no solo eran precarias, sino de una insalubridad y de una falta de cultura fundamental que se podría pensar que los manifiestos de Marx y Engels en 1847 eran apenas un pequeño reclamo a la falta de compasión elemental en los empresarios que alardeaban de ser cristianos.

Por desgracia, las luchas internas entre las naciones europeas y la decadencia cada día mayor de Inglaterra que era la cabeza del Imperio de Occidente después de la caída de Francia a principios del siglo 19, trajo como consecuencia uno de los momentos más críticos en la vida de Occidente, originando hambrunas en casi todas las naciones europeas y una emigración desaforada desde Europa hacia el naciente nuevo Imperio de los Estados Unidos, por lo que todos los magníficos proyectos de Marx y Engels para reivindicar a la clase trabajadora quedaron en el olvido y apenas fueron rescatados hacia mediados de los años setentas en las naciones donde se establecieron regímenes políticos de social democracia como Francia, Italia, Alemania, Holanda, España y otras naciones de menor envergadura.

Aunque la proporción del gasto social del Estado para la clase trabajadora nunca ascendió a más de un 40% de los ingresos fiscales en ninguna de esas naciones, la situación se prolongó desde mediados de los setentas hasta el año de la gran crisis del 2008, cuando gran parte de esas prestaciones empezaron a ser canceladas en todos los países de Europa y el mundo enfrenta una recesión económica sin precedentes. Mientras que la ideología marxista- leninista fue totalmente conjurada en Norteamérica y apenas se expresó en unos cuántos países menores de Latinoamérica y el Caribe. También el ámbito de la influencia socialista de la Unión Soviética apenas duró unas cuantas decenas de años y fracasó palmariamente en todas las naciones que logró controlar desde su apogeo en los años cincuentas hasta su caída final hacia principios de los años ochentas

Se podría resumir que el siglo 20 fue donde convergieron múltiples ideologías, desde la fascista, las múltiples ramas del socialismo, el liberalismo democrático y desde los años setentas todas las fragmentaciones ocasionadas por la posmodernidad, donde destacan las corrientes feministas, el neoliberalismo, los nuevos grupos fascistas y nazistas de ultraderecha e infinidad de corrientes ultraconservadoras que intentan conservar el poder global de los plutócratas que se consideran los amos indiscutibles del poder político en el mundo actual. Aunque no debe soslayarse el gran poder de la dictadura China, donde se construyó un híbrido maléfico entre la dictadura comunista y el capitalismo financiero sin ninguna regulación y ha ido creando una gran potencia económica con los residuos tecnológicos del capitalismo occidental.

Una hipótesis para las ideologías del tercer milenio es que ‘de facto’ han desaparecido todas las ideologías del siglo 20 y el mundo entero vive el maleficio de haber aceptado el único paradigma del dinero y de las cosas materiales que se pueden adquirir con él. No tengo la menor idea de como se denominará en el futuro esta frívola ‘ideología global’ del mundo actual.

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