La propensión lacrimógena del mexicano

 

 

Grandes motivos tengo para llorar

¡pero antes que llore, mi corazón se

romperá en cien mil pedazos!

William Shakespeare

El llanto es una manifestación conductual que está presente en todas las culturas desde el inicio de nuestra historia. Es quizás con la risa el comportamiento emocional más distintivo del género humano. Se ha considerado, como en general se consideran a las emociones, desde Emilie Durkheim como una representación colectiva o forma fundamental que cada individuo asume para representar a su mundo. Hay diferentes argumento teóricos para considerar al llanto como la manifestación de una estructura congnocitiva que como tal tiene un marco referencial especifico. Desde que Paul D. McLean involucró al circuito de Papez como base de las emociones, hasta Steven Pinker y Antonio Damasio estas se han considerado íntimamente ligadas a las señales que provienes de nuestro cuerpo.

El Filosofo y Literato Artur Koesther más conocido por su novela “El Cero y el Infinito”, en su Libro “El Acto de Creación” nos da cinco causas de por qué lloramos: rapto, alivio, empatía, autocompasión y duelo, el llanto se considera como una emoción pasiva en el sentido de que a diferencia de la ira, el enojo y el coraje, no desencadena acción física alguna. Es conocido el episodio de Marseault, personaje de la novela “El Extranjero” de Albert Camus, cuando sella su sentencia de muerte al mostrarse ante el jurado cuando es acusado de homicidio como el epítome del hombre de sangre fría, solamente por el hecho de no haber derramado una lágrima en el funeral de su madre.

Desde los griegos el llanto ha sido considerado como una debilidad de carácter en el hombre, mas no así en la mujer. Esta diferencia de conducta entre los sexos, por años singularizó la fragilidad femenina por el llanto fácil, y el control del llanto formó parte del carácter viril del sexo masculino. Penélope cuando se da cuenta que su hijo ha partido llora sin poder consolarse y a pesar de que en su enorme casa tenía muchos asientos nos dicen que “no tenía corazón para sentarse en ninguno de ellos, sólo podía arrojarse al piso en sus propias habitaciones… las sirvientas… se reunieron a su alrededor y empezaron a llorar”. Heráclito de Efeso se conoció como el Filósofo llorón por su proclividad al llanto, por otra parte Teseo decía que era absurdo llorar por lo que está predestinado. Aristóteles nos dice que la mujer por ser más compasiva que el hombre es más propensa a las lágrimas. Agamenon mató a su hija Ifigenia llorando como lo describe Alfonso Reyes en “Ifigenia Cruel” y Agar la esclava de Abraham con quien procreo un hijo lloró al ser desterrada por el Patriarca con la bendición de Dios. La Sultana Aixa se inmortalizó con la frase “lloras como mujer, lo que no supiste defender como hombre” cuando recriminó a su hijo Boabdil último rey moro de Granada, quien lloró ante la derrota del Conde de Cabra en 1483. Napoleón antes de ser desterrado se despidió de sus mariscales llorando. Durante la conquista de Tenochtitlan, Hernán Cortés lloro debajo de un ahuehuete cuando su ejercito estuvo apunto de ser aniquilado por los aztecas, Bernal Díaz del Castillo nos dice que cada vez que se confesaba lloraba. El General Porfirio Díaz públicamente derramó lagrimas en varias ocasiones, particularmente cuando se despidió de México en el Puerto de Veracruz antes de subir al Ipiranga. José López Portillo cuando prometió defender al peso como un perro, lloró en su último informe de Gobierno ante el Congreso. Francisco Villa se abrazó llorando a las botas del General Amaro suplicándole que no lo fusilara. Millones de televidentes vimos llorar a John F. Kennedy cuando perdió su tercer vástago a las pocas horas de nacido, por presentar una enfermedad llamada Membrana Hialina que afectó los pulmones del neonato. Por otra parte su esposa Jackeline con una entereza poco común fue mostrada ante el Mundo sin derramar una lágrima en el funeral del presidente. Reyes, príncipes, presidentes y primeros ministros han llorado en momentos difíciles en público y privado. Pobres y ricos como en la telenovela de Verónica Castro “Los Ricos También Lloran”, no son inmunes al llanto. Aristócratas y Plebeyos, sabios e ignorantes, héroes y villanos todos han llorado.

El llanto para Darwin fue como un acertijo pues no encajaba en forma clara en su teoría de la selección natural. Sabemos por otra parte que el llanto con lágrimas es una expresión única del género humano y ha evolucionado del llanto sin lágrimas de algunos animales particularmente de los grandes monos, sin embargo, el llanto es casi siempre una respuesta emocional al dolor físico, mental o al estrés, o una muestra de invalidéz o indefensión o frustración del sujeto lloroso. Mi propia interpretación es que el llanto es un signo de sometimiento, de rendición, similar al leguaje corporal universal de levantar ambos brazos mostrando las palmas de las manos abiertas, que es la contraparte de la actitud de pelear cuando se cierra el puño, atestiguando así que es una emoción pasiva que no va seguida de acción. En los casos del llanto por alegría extrema es también un sometimiento al desbordamiento de nuestras propias emociones.

En mi ensayo Cuadrivio hago mención que el Mexicano tiene tendencia a ser rendido, sumiso y obsecuente, es por eso que llora y lo hace patente en sus canciones acompañado con Mariachis cuando nos dice “Yo se bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera, se que tendrás que llorar, llorar y llorar, dirás que no me quisiste, pero vas a estar muy triste y así te vas a quedar”

El llanto del bebé es un señalamiento a sus padres para indicar hambre, malestar o franco dolor y cada uno de estos llantos pueden ser distintos sabemos por estudios pediátricos que alrededor de los tres meses el llano sube una octava de Do a Mi y que alcanza su climax como comunicación expresiva de emociones entre los tres y seis meses. Mas poética que biológicamente el llanto del recién nacido es una respuesta emocional por haber sido expulsado de la comodidad de su piscina privada gestacional al mundo inhóspito de los adultos. El llanto del hombre o la mujer madura frecuentemente tiene reminiscencias de la manipulación que tan efectivamente usa el niño para atraer atención de sus padres, hermanos o conyugues. En el anciano como en el niño el llanto esta a flor de piel y pudiera ser un signo de debilidad real o ficticia para buscar mayor y mejor atención. De cualquier manera el llanto en todas las edades es un ancla emocional para alcanzar la empatía del otro o de los otros y así poder acercarnos más a ellos.

Neurofisologicamente el llanto puede ser inducido en tres niveles encefálicos: el llanto cortical manejado melodramáticamente a voluntad por actores de teatro, cine y opera. El llanto hipotalámico casi siempre de comienzo explosivo (igual que la risa explosiva) se origina en una parte del encéfalo ubicada por debajo de una estructura central denominada tálamo y por encima de la glándula pituitaria. Finalmente el llanto seudobulbar que se presenta en forma de crisis ocurre con lesiones destructivas principalmente vasculares pero también inflamatorias o degenerativas (Parkinson y Esclerosis Múltiple) cuando afecta el tercio distal del tallo encefálico. Los dos primeros tienen fuertes conexiones (sistema dopaminérgico meso-telen cefálico y meso-cortical) con el sistema límbico y consecuente con el circuito de Papez involucrado en las emociones. El último el seudobulbar incluye no sólo el transmisor dopamina sino también la noradrenalina. Ocasionalmente en algunas formas de epilepsia, se observan crisis lacrimógenas que son lo opuesto a las crisis gelásticas o de risa. Moliere el genio de la hilaridad, sutil o franca, en su obra “El Enfermo Imaginario”, muestra a su personaje hipocondríaco como un viejo sollozando. La causa más frecuente del llanto en el ser humano es sin duda el dolor físico y mental que se ha remontado como respuesta emocional a estímulos nocioceptivos desde que nos separamos de nuestros ancestros los primates. Las mascotas, particularmente los perros lloran o mejor dicho gimen porque no arrojan lágrimas, cuando son lastimados e incluso reprendidos por sus amos. Aunque se dice que las hienas lloran este llanto no tiene ninguna similitud con el llanto humano y es más bien un llamado para alertar a la manada de la presencia de comida o peligro. El sufrido rostro de la Virgen Maria al perder a su hijo ha quedado plasmado por miles de pintores seculares y religiosos que van desde Cimabue (1240-1302) pasando por Quarton (1410-1466) siguiendo con Caravaggio (1512-1571) hasta los románticos como Delacroix (1798-1863). Pablo Picasso pintó con su técnica cubista varias mujeres llorando en el óleo de Mujer Llorando (1937) que está en la Galería Tate nos muestra una lagrima como una mancha blanca en medio del rostro de la mujer. El artista Holandés más destacado por pintar lágrimas fue Hans Memling, en el óleo de Cristo Coronado con Espinas se ve a un Cristo sin las contracciones propias de la musculatura facial, es decir un cristo acartonado derramando lagrimas. En las esculturas de altares y grupos de crucifixión, los artistas han dejado plasmado el llanto en bronce como en el caso de la Madre de Cristo afligida en el momento de la crucifixión y ejecutado por Hans Reichle el cual esta expuesto en la catedral de Bamberg en Alemania.

El dolor y su respuesta al llanto son comportamientos emblemáticos de como el hombre y la mujer responden al sufrimiento. La literatura del sufrimiento es extensísima, desde hace miles de años, este y su contraparte la pena, causada por la angustia omnipresente del vivir cotidiano, han sido ubicados en el cerebro. Bástenos leer este soneto de William Shakespeare para constatarlo:

No puede aliviar una mente enferma,

Arrancar de la memoria una pena arraigada,

Borrar las angustias escritas en el cerebro.

Dostoievsky nos narra que cuando el tutor de Alyosha Karamasov muere, comienza a llorar y a pesar de estar desolado por el fallecimiento de su mentor se percata de que ahora es libre para poder hacer lo que el quiera, este llanto en éxtasis se exacerba al abandonar el monasterio.

Las metáforas, parábolas y dichos que se refieren al llanto son incontables, y cada cultura tiene un extenso muestrario de las mismas y la nuestra no es excepción cuando decimos “lloras como una magdalena”, “el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”, “el llanto del alma te arranca la vida”, “no llores como marica”, aun el llanto fingido genera sus propios dichos como “lagrimas de cocodrilo” y un largo etc.

En nuestra cultura historias sobre plañideras y lloronas famosas, la más conocida es la de la mujer que ha perdido a sus hijos y que vaga durante las noches tratando de encontrarlos rompiendo la tranquilidad nocturna de quienes la escuchan. La Llorona como se le conoce, gime y llora repitiendo la misma frase “ahí mis hijos, ahí mis hijos”.

El mexicano maneja el llanto como respuesta a las más variadas emociones. Llora por frustración ante la impotencia de la muerte de sus seres queridos, llora por dolores del alma y debilitamientos físicos, llora por penas ajenas y propias, llora en la soledad y en multitud como cuando vino el Papa Juan Pablo II a México, llora cuando lo abandona su mujer o cuando él abandona, llora de pie en la alegría de una serenata que le canta a su amada que le observa desde el balcón, llora postrado de hinojos en la misa, en los sepelios, en la cárcel, en el confesionario, en las procesiones de Iztapalapa. Llora sentado en la butaca del cine, del teatro o de la ópera o en la comodidad del sillón de su casa frente a la televisión cuando ve y escucha noticias tristes, llora acostado cuando hace el amor o cuando esta enfermo, incluso llora dormido. Llora en el momento de la tragedia y cuando esta ha pasado, llora con lágrima fácil y con epífora pausada, llora en torrentes y en gotas. Llora cuando busca consuelo o cuando da consuelo, llora por compasión y llora a veces con pasión desenfrenada, cuando busca alivio a su dolor, llora cuando recibe y llora cuando dá, llora cuando pierde y cuando gana, llora como marica y llora como macho. Llora en el fútbol y en el cuadrilátero de box, llora cuando come chile y cuando come cebolla.

Dolor físico, molestia o trastorno doloroso, son causa común para buscar ayuda con el doctor. El dolor mental lo acerca a buscar alivio con el rabino, cura o pastor, con el amigo o amiga, con el cantinero o con el extraño que se muestre empático. Con todos ellos la propensión lacrimógena se puede dar, con todos ellos la tortura del dolor se trata de aliviar con la descarga del llanto.

El dolor y su contraparte el llanto, han encontrado bálsamos que lo mitigan en la oración, la meditación, la contemplación, la música y el esparcimiento entre otros. La mayoría de nosotros tenemos memorias que como la foto de un álbum reaparecen en nuestra mente y si estas memorias implican sufrimiento, dolor o vergüenza pueden hacernos llorar a pesar de la distancia en tiempo de cuando ocurrieron. Lo anterior está en consonancia con la moderna teoría de las pistas múltiples de la memoria. Sabemos que los recuerdos se pueden producir por abstracciones con estímulos auditivos, voces específicas o imágenes visuales como el caso de Marcel Proust que le recordaban la casa de su abuela cada vez que veía las magdalenas, como lo ha demostrado Stephen Goldinger. Recordar es vivir, y sólo los iluminados viven en el Nirvana, el resto de los mortales vivimos en el Samsara budista que implica sufrimiento y que nos hace proclives al llanto. Existen además situaciones adaptativas en donde el llanto se seca, tal es el caso de aquellos que han sido brutalmente torturados y que llegan a desarrollar estas reacciones de adaptación. Hay enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjogren donde las lágrimas desaparecen y otras como la parálisis facial donde estas se derraman continuamente. Existen condiciones patológicas como la hemolacria, lagrimas de sangre literalmente producidas por trauma, inflamación o tumores en las glándulas lacrimales, que causa que las personas produzcan lagrimas mezcladas con sangre.

A quien abrigue el propósito de huir ante el dolor o evitar el llanto a toda costa, debemos recordarle que ambos terminaran por alcanzarlo. Aun los filósofos estoicos de la antigua Grecia nos decían que es vergonzoso desfallecer bajo la imperiosa carga del sufrimiento y que no hay varón fuerte y sano y de buen ánimo que no trate de rehuír a la pena del sufrimiento redoblando con valor sus propias capacidades para tratar de evitar lo supuestamente inevitable. Ante el sufrimiento Séneca el gran filósofo nacido Cordobés y adoptado por Roma exponente máximo del estoicismo ha dejado plasmado en su filosofía el verdadero sentido del arte de vivir. El mismo en sus Epístolas morales a Lucilio aconseja, “No pierdas hora alguna, no llores por ellas, recógelas y asegura bien el contenido del día de hoy, y así será como dependerás menos del mañana.” Sin embargo, cuando Séneca esta en el funeral de su hijo y es visitado por el emperador, al tratar este de consolarlo al verlo en llanto, le dice “Por que lloras gran sabio si tú mejor que nadie sabes que esto no tiene remedio”, “por eso mismo” contesta Séneca sin levantar la cara para verlo.

El sufrimiento nos atrae con la misma fruición que el placer y el amor, los tres son cebos atractivos que nos mesmerizan, los tres esconden el peligro de la atracción con la tarea de fingir que los poseemos, cuando de hecho no lo hacemos y sólo estamos encadenados a ellos, los tres como ya lo hemos visto nos llevan al llanto que como acto de hechicería pretende verter la emoción en forma rápida. Albertine la amante de Marcel Proust que lo engañaba con otras mujeres, hacia llorar al autor de “En Busca del Tiempo Perdido”, en sus arrebatos de celos por la atracción lesbica que otras jóvenes le producían a su amada. Las epifanías de James Joyce derivadas de momentos privilegiados hicieron también sollozar al otro grande de la literatura Inglesa. Cuando Víctor Hugo perdió a Leopoldina su hija, al ahogarse en un accidente, el gran poeta francés lloró durante días enteros su irreparable pérdida en su autoexilio en las islas del canal de la mancha. Las últimas horas antes de ser fusilado Federico García Lorca el popular poeta Español lloró como una magdalena. El personaje de Flaubert, Emma Bovary, muere parcial e intermitentemente por ansiedades financieras que nunca logra remontar pero que la forzan a pasiones arbitrarias de las cuales se retira con lamentos y profundos sollozos.

El mexicano con su cuestionada virilidad rehuye al llanto, pero entre más lo hace más pronto termina llorando. Fragilidad emocional, tibieza de carácter, titubeo de entereza, tropiezo de la fortaleza, claudicación del ánimo, son contingencias que lo empujan con frecuencia al llanto, son circunstancias que parecen envolverlo y encadenarlo a sufrimientos reales o ficticios.

Sólo a través del llanto el alma en sufrimiento se redime dicen los místicos y los poetas, sólo a través del mismo la placidez parece restaurarlo, es por eso que el mexicano envuelve a su madre en todo, en el quehacer cotidiano le suplica y le llora desde que tiene razón de ser, para que no lo abandone, es a su madre a quien chinga cuando sufre y es a la madre del otro, que verbalmente la manda a la chingada cuando se enoja y se frustra. Coatlicue fisurada, como llama Octavio Paz a la madre chingada se vuelve en el edípico alucine del Mexicano, el blanco de todas sus desventuras, la culpa de todas sus desgracias, la causa sempiterna de su llanto que con sus lágrimas fertiliza el campo de su vida en pena.

El más solemne, singular y solitario acto de la vida es sin duda el morir, el mexicano lo afronta con la predestinada concepción que no puede sustraerse al sino, de que lo que tiene que ocurrir va ocurrir. Es por eso que el mexicano nace llorando como todos los humanos, pero muere resignado, como pocos.

El llanto le ha proveído al mexicano de un gozo singular en la alegría y la tristeza, en el lujo de la riqueza y en la escasez de la miseria, en la saciedad y en la ausencia de plenitud, en el ser engañado y engañar, en el ocio y en el trabajo, en la fuerza y la debilidad, es en el llanto donde el mexicano saca a veces toda su pujanza, es en el acto de llorar donde a veces obtiene la reacción intempestiva para salir de su desvalimiento. Es por eso que el mexicano tiene esa propensión lacrimógena que al bañar su alma la limpia, la estremece y la saca del aturdimiento cuando le llega en su postrer momento la crónica anticipada de su propia consunción.

Pero cual es el sentido fisiológico del llanto, un efluvio de lágrimas será sólo una función corporal más de descarga, o será la respuesta consustancial de una pérdida espiritual o material o un simple desahogo a través del llanto será una manera de exteriorizar sus propios fluidos para no ahogarse en su propio dolor.

El mexicano frecuentemente busca lo que no ha perdido y encuentra lo que no quisiera hallar, antinomia que si no fuera cómica seria surrealista. En sus canciones frecuentemente evoca a la mujer que nunca tuvo pero que alucinó tener; le dice al mundo conmovido “Me cansé de rogarle, me canse de decirle que yo sin ella de pena muero”. En los dramas del cine mexicano busca y llora sin poder obtener el amor imposible como el indio Tizoc que muere intentándolo. En las telenovelas es capaz de sacrificios y renuncia de su amor por salvar a la mujer deseada aunque después se arrepienta y la llore el resto de su vida. La cantina es el templo que cura las decepciones con los cuates donde se emborracha y llora sublimando a través del alcohol la enorme pena de sus desventuras. Es en ese mismo recinto donde frecuentemente se pelea y puede a veces matar no sólo al rival que pretende despojarlo de su amor sino también a la ingrata Rosita Alvirez que nomás tres tiros le dió. Esa rivalidad lo lleva en ocasiones a la demencia no sólo temporal si no a veces permanente, embruteciéndose por noches enteras en el rincón de una cantina donde entre cánticos y sollozos recuerda la infiel que lo dejo.

Todos sabemos que existen umbrales para el llanto como también los hay para otras sensaciones, se sabe que estos varían en las familias tanto como en los individuos y predisponen al llanto frágil en algunos casos patológicamente. El sustrato genético puede en ocasiones condicionar enfermedades hereditarias como la enfermedad bipolar o el síndrome de descontrol que se acompanan de crisis de llanto sostenido.

El llanto es también el resultado de una explosión de la química cerebral. Los neurocientíficos durante décadas han estado buscando medicamentos para evitar dichas explosiones tanto en la depresión como en la agresión de la violencia extrema. Esto los ha llevado a encontrar durante las últimas décadas medicamentos que atemperan dichas explosiones. Uno de estos medicamentos es la clozapina que ha sido utilizada por el Dr. John Ratey de la Universidad de Harvard no sólo para tratar a las amas de casas deprimidas, sino también, a criminales violentos en los hospitales mentales de Massachussets. Otros medicamentos como la Buspirona, la Sertalina y la Paroxetina, modulan la agresión y el llanto de la depresión al actuar sobre neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina que a su vez interaccionan con los receptores de las paredes de la neurona. El llanto puede ser resultado de descensos importantes de la serotonina que de no controlarse puede producir brotes súbitos de llanto que se combinan con períodos de ansiedad extrema. Quién no ha oído hablar del Prozac la droga maravillosa de finales del siglo XX que permite la recuperación de la serotonina en el cerebro, impidiendo su destrucción y generando los cambios que estabilizan al enfermo afligido por la depresión y el llanto. Este es un aspecto más que ha resuelto la farmacología moderna, con fármacos que actúan sobre los circuitos que promueven la placidez en las redes de neuronas que contienen la serotonina. Estos neurotrasmisores están vinculados al sistema de las emociones de Papez como ya los hemos mencionado y encuentran una relación estrecha con las redes dopaminérgicas (relacionadas con el neurotrasmisor la Dopamina) que a su vez modulan estados emocionales llamados positivos aquellos que incitan a la acción como son la ira y la violencia.

Los efectos farmacológicos de estos medicamentos resultan de la interacción entre el fármaco y los receptores, estos últimos son macromoléculas localizadas las más de las veces en la membrana de las neuronas. Al unirse fármaco y receptor se genera una reacción química que modifica la función celular y consecuentemente termina activando o inhibiendo redes neuronales específicas. Esta interacción se ha comparado metafóricamente como una llave y una cerradura, abriendo así la puerta para que se de un tipo específico de manifestación conductual, como sería el llanto en el caso de una persona deprimida.

Cual sería entonces el sentido filosófico del llanto, es difícil encontrar causas únicas de un efecto y según se ha establecido recientemente hay efectos que son al mismo tiempo causas en este mundo postmoderno, pues todo parece ser multifactorial, sin embargo, cuando se separaba de sus primos hermanos los grandes monos ya el protohombre experimentaba el llanto y el sufrimiento. Si la tristeza como en el libro de Francois Sagan “Bonjour Tristesse”, estelarizada en la pantalla por David Niven, Deborah Kerr y Jean Seberg, en la pelicula del mismo nombre, ha sido un acompañamiento del llanto y la intriga, luego entonces está dentro de nuestra naturaleza, considerar estos sentimientos en última instancia como una medida de adaptación para acomodarnos a las circunstancias cambiantes del entorno, evolutivamente hablando. Es decir, una forma de atraer la atención y causar empatía cuando nos sabemos desvalidos física o mentalmente o una manera de reconfortarnos en la soledad para dar salida a sentimientos de dolor, tristeza, vergüenza o conmoción. Será que desde nuestros primitivos ancestros hemos buscado sin poder lograr alcanzarlo el elusivo pájaro azul de la felicidad de Materlink. Será el llanto la manifestación iterativa de otra búsqueda no menos importante, la del lo místico para tratar de encontrar nuestra propia dimensión, cuando consideramos nuestra pequeñez en el universo como poéticamente lo expreso Pascal. O será simplemente el llanto la música interna de nuestro cerebro, que se externaliza en el perenne melodrama de vivir.

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