El fenómeno de la privatización del Estado es relativamente reciente. Fue hasta mediados del siglo 20 cuando empezaron a ocurrir los primeros casos de privatización de empresas estatales en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. En el momento actual la aplicación de ese criterio político neoliberal ha llevado a una situación crítica a gran parte de las naciones de todo el mundo, cuando han quedado atrapadas dentro del capital financiero global que está totalmente controlado por las instituciones bancarias más poderosas del mundo.
La privatización podría definirse como la entrega a empresarios particulares de empresas que estaban bajo el control del Estado. Un primer caso sería la incorporación de la iniciativa privada al financiamiento de los servicios públicos o a la disminución de la ayuda del Estado para el bienestar social. Otros casos serían la promoción de la autoayuda y el estímulo de servicios voluntarios para afrontar tareas para el ‘bien’ general. Aunque estos conceptos se vean solo en países como los Estados Unidos donde las empresas paraestatales nunca alcanzaron la importancia que lograron en otros países del mundo.
Según los expertos en finanzas públicas y en economía, la privatización como traspaso al sector privado del control e inclusive la propiedad de las empresas del Estado puede corresponder a dos procesos diferentes: uno donde predomina el carácter político y otro donde predomina el económico. Las privatizaciones de origen político se producen como resultado de la caída de un régimen que intervenía en la economía y las de origen económico en las que el Estado tenía el control total de la economía.
Cuando cayó el régimen nazi hacia el final de la Segunda Guerra Mundial fue el inicio de la política neoliberal de Erhard, quién privatizó toda la industria alemana entre 1959 y 1965, mientras que en Italia se llevó a cabo un proceso distinto donde se impulsaron modelos de economías mixtas con fuerte intervención del Estado a través del Instituto de Reconstrucción Industrial (IRI) y del Ente Nacional de Hidrocarburos (ENI). En el caso de los gobiernos de los países de la Unión Soviética, desde los 80′s se han dado procesos de privatización muy complejos donde ha intervenido la economía criminal y diferentes grupos de presión sin nacionalidad que aún no terminan de actuar.
En la mayoría de los casos de las privatizaciones con origen en causas económicas el fenómeno se ha producido desde fines de los 80′s en contra de las ‘economías mixtas’ que fueron desarrolladas en países con regímenes democráticos en los que la actividad del Estado fue creciendo poco a poco. Hasta 1914 era poco común que el sector público controlara más del 10% de la economía, pero hacia fines de los años 70′s el Estado llegó a absorber hasta el 45 % del presupuesto nacional de muchos países.
Aunque durante la época del Tratado de Versalles (1919), la gran mayoría del mundo creía que conforme el Estado controlara en mayor grado la economía se podría incrementar el nivel de felicidad humana al margen de sus diferencias étnicas, culturales e ideológicas, pero hacia fines de los 80′s sólo quedaban pequeñas facciones de fanáticos con esas creencias y la gran mayoría estaba convencida de que el Estado era un gastador insaciable incapaz de controlar la economía y las finanzas.
Desde fines de los años sesentas hubo críticas muy bien fundadas sobre el control económico del Estado (Peter Drucker 1968) pero el detonador de la lucha contra ese modelo estatista fue Thatcher, la Primer Ministra de la Gran Bretaña, cuando en 1979 creó las políticas destinadas a evitar la creciente inflación ocasionada por el aumento en los precios del petróleo acordados por la OPEP justo en ese mismo año.
En el siguiente año de 1980 el Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan aplicó a su País esas mismas políticas neoliberales de Thatcher dentro del ‘Plan Brady’ con la supervisión del FMI y del Banco Mundial y para 1982 empezaron a ser aplicadas en todas las naciones Latinoamericanas donde existían grandes niveles de inflación, con el supuesto propósito de allegar recursos a los gobiernos de esa región para que pudiesen enfrentar sus enormes deudas públicas, apoyados en la creencia de que los empresarios sabrían manejar las finanzas y los gastos con mayor precisión que los funcionarios públicos. Con su natural hipocresía, Reagan declaraba que de esta forma los Estados pobres de Latinoamérica podrían atender sus principales obligaciones públicas, como las de acabar con la pobreza, mejorar la educación, la salud pública y la ecología.
Hacia los inicios de los años 90′s casi todos los países del mundo practicaban esa estrategia neoliberal, ya que se había realizado una segunda etapa de privatización entre 1984 y 1990 en la que se impuso ese modelo en toda América Latina. A México se le endilgó el modelo neoliberal durante el sexenio de Carlos Salinas mediante el supuesto Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, en el que todas las discrepancias legales entre los comerciantes de las tres naciones tienen que resolverse en los tribunales norteamericanos dentro de sus particulares normatividades.
La principal consecuencia de las privatizaciones del Estado es que los poderes fácticos globales han quedado en manos de las familias financieras más ricas del mundo y que las clases populares se han ido precarizando más día con día y ya no tienen posibilidades de rebelarse al cancelarles todas las formas de asociación que les permitían desafiar al Estado. Solo las clases medias remanentes con alguna ilustración universitaria son las que presentan una lejana posibilidad de evitar que el mundo se convierta en una dictadura total de una pequeña élite de familias poderosas.
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