La gran herencia de la ilustración que persistió por mas de 200 años, fue la idea que la naturaleza y el universo podrían explicarse por un reducido numero de reglas o leyes que dependían de un fenómeno denominado causalidad, que se centraba en el principio de que a todo efecto había que presuponer una causa. Con esta nueva herramienta denominada el método científico se buscaba disipar las tinieblas que envolvían los secretos del hombre y el universo mediante las luces de la razón.
La creencia que la naturaleza podría concebirse en una síntesis unitaria ha sido denominada por el Profesor Gerald Holton de Harvard, el encantamiento Jónico y fue propuesto por el padre de la filosofía Griega Tales de Mileto quien en un momento de extasis contemplativa, de las aguas azules del mar Jónico, se sintió atraído por la idea, que el agua era el principio fundamental del universo y que de ella se desprendía todo. El Intelectual contemporáneo Isaiah Berlín llamo a este concepto unificador “la Falacia Jónica”, pero otros pensadores más recientemente (Edward O. Wilson) han resucitado la metáfora con una idea agregada de conectividad que involucran a toda la naturaleza aplicándola a disciplinas que entrelazan diversos conocimientos, no sólo en biología, sino también en Química y Física y Cosmología.
Quizá la crítica más frecuente contra la ciencia moderna y el método científico es ser reduccionista, sin embargo, cuando se analizan los temas de la ciencia sólo hay tres formas de verlos; o en una síntesis que al final es una reducción, pero que incluyen un sistema de jerarquías que conlleva multifactoriedad explicativa (análisis), o en una relación de dependencia (Interconectividad) para estudiar la complejidad o simplicidad de estas categorías y, finalmente, lo que se conoce como ” La solución del problema” que al final del día es lo que beneficia a la humanidad (Hombre) y su hábitat (Universo).
Podríamos decir que el pensamiento crítico es en gran medida reduccionista y utilizando la razón, la lógica y las matemáticas (cerebro Izquierdo) nos provee de la explicación final, sin embargo, cuando la razón es llevada al último horizonte de las matemáticas se enfrenta con el teorema de La incompletitud de Godel. Es entonces cuando el edificio crítico y la explicación “lógica” parecería fracturarse. Podríamos decir que hay un elemento saboteador en la razón y este es consecuencia de nuestro diseño neuronal que nos ha dotado según Daniel Kanemann (Premio nobel de Economía) de dos sistemas de pensamiento .El sistema I es rápido, reflejo, emocional e instintivo y el sistema II es reflexivo, lento, deliberativo y mas lógico. Luego entonces por motivos ecoergonómicos buscamos respuestas sobretodo a problemas triviales, (que son casi reflejas) con la primera herramienta, particularmente si no requerimos de un común denominador; esto es esencial y para llegar a una mejor comprensión de lo que deseamos conocer o explicar nuestro sistema II es el que actúa.
Hasta el primer tercio del siglo pasado (ver Louis–Victor De Broglie Par de Francia, Séptimo Duque de Broglie y Ganador del Nobel de Física por su tesis doctoral sobre la naturaleza dual de la luz como onda y como partícula-1929-) la búsqueda en las ciencias naturales (Charles Darwin) y la física de este común denominador que explicará todo en una teoría unificada ha sido un proceso inacabado. Einstein en física, busco esa teoría que pudiera explicar a la vez a las leyes que gobiernan el universo donde actúan fuerzas de otra magnitud en estrellas y galaxias como la gravedad, con las fuerzas involucradas en el mundo subatómico que dependen de la mecánica cuántica y de los postulados enunciados por W. Heisenberg (principio de indeterminismo) y E. Schrodinger; que incluyen posiciones simultaneas alternativas de los átomos que forman el Universo, y de Planck con los eventos que operan simultáneamente a nivel subatómico.
Se ha pensado (Eric Kendal premio Nobel de Medicina 2000) que las neurociencias pudieran dar un nuevo enfoque para tender puentes y unificar nuestra representación del mundo externo como la suma de todos los efectos que operan sobre nuestro cerebro en el mundo biológico y que de ahí se desprenda una nueva manera de entender nuestras percepciones pensamientos y emociones. En artículos anteriores yo he hablado de las fronteras difuminadas entre nuestros espacios de intencionalidad, de emocionalidad y de cognicencia que operan en nuestra “mente”.
El concepto que propongo como la paradoja Jónica, deriva de una serie de estudios que han venido estableciendo dichos puentes en las ciencias biológicas, la química molecular y finalmente la física. Todo lo cual implica a nuestra percepción individual del mundo que es diferente de la percepción colectiva del mismo y que lejos de estar en homeostasis (equilibrio estable) como se suponía, se encuentra en un perpetuo cambio individual que sólo afecta tardíamente lo colectivo. Es decir, lo que opera en nuestro cerebro como principio explicativo, en ocasiones no funciona cuando lo llevamos al ámbito social como por ejemplo, lo que ha ocurrido con la economía después de la crisis del 2007, o con la seguridad después del 9/11 del 2001. Esta dificultad para unificar nuestro yo percipiente, sintiente y pensante con el de la comunidad, sólo funciona en forma concordante en ciertos niveles, porque la cognición definida, como lo postuló Ulric Neisser, cuando se expande a la multiplicidad de cerebros que forman una comunidad deja de operar con la misma síntesis simultáneamente que el individuo hace y opera en forma vicariante o tardía. A esto lo he llamado la paradoja Jonica pues la síntesis personal se dispersa en la mente colectiva como una actividad perdigonada, es decir: mi yo sintiente y precipiente está en muchas ocasiones en disonancia con la mente pensante y percipiente colectiva.
Supongamos por un momento que la dicotomía neurofisiológica (y neuroquímica) de emoción y cognición fueran un mismo proceso y que toda cognición como se ha venido estableciendo recientemente lleva como adlater subordinado un aspecto emocional o como lo diría Antonio Damasio en una frase: “sentimos lo que percibimos”, y yo agregaría también: sentimos cada uno en forma diferente lo que conocemos, particularmente cuando contemplamos una obra de arte o escuchamos una melodía. Supongamos además, que la emoción implica un proceso “cognitivo paralelo” que nos aporta una orla o bordado alrededor de los círculos concéntricos de nuestra cognicencia, luego entonces todo proceso cognitivo estaría vinculado con un espacio emocional subyacente y mi conocimiento individual “sui generis” de personas, animales, cosas y conceptos tendrían variaciones entre mi cerebro y el de un Tuareg o un Inuit.
Lo anterior disiparía el reduccionismo de que toda decisión es racional y lógica y nos dejaría la misma perplejidad como cuando se quieren reducir los fenómenos mentales exclusivamente a procesos fisicoquímicos asociándolos con las llamadas leyes emergentes que sólo se encuentran en una jerarquía superior pero no en la inferior. Por otra parte, año con año hemos estado avanzando en el esclarecimiento de estas funciones “mentales”, y hasta ahora, fuera de la imaginación, nuestros sustratos neuronales parecerían explicar territorialmente (fisicoquímicamente) casi todas las actividades mentales. Es conocido, por ejemplo, el traslape evidente en las vías neuronales que cognición y emoción utilizan y que involucran en general al tallo cerebral y al sistema límbico con su extensión a la corteza orbitofrontal y dorsofrontal. La evolución de estas correlaciones ha sido llevada no solo a los ámbitos mas conocidos de la percepción sino además aquellos que por su contenido emocional como la actividad artística se consideraban más alejados del escrutinio racional. La paradoja se revela cuando observamos variaciones importantes de las percepciones en los grupos de individuos. Dejemos claro que la mayoría de esas percepciones cuando son analizadas en el grupo son coincidentes con las percepciones individuales, pues todos estamos de acuerdo en lo que es un carro, un mamífero, o una amiba, pero cuando lo que esta afuera de nuestro cerebro pretendemos que sea percibido igual en el grupo, caemos en una extensa gama de percepciones y apreciaciones que pareciera que estuviéramos percibiendo conceptos u objetos diferentes como cuando hablamos de política arte y religión, todas ellas actividades que sólo les da sentido la colectividad.
Supongamos sólo por un momento, que la enfermedad en abstracto, considerada desde tiempo inmemorial como un flagelo en lo individual y quizá el más grande de todos los flagelos de la humanidad. Como ejemplo tomemos por caso a la anemia mediterránea, que permitió que a través de una mutación en un individuo cambiara la forma del glóbulo rojo permutandose y de ser parecido a dos lentes bicóncavos aderidos posteriormente permutándose en una esfera. Esto permitió salvar de la extinción a la humanidad (cuando menos la cultura occidental) de la malaria que afectaba en forma epidémica las dos orillas del mediterráneo. Luego entonces, podríamos considerar que la enfermedad en este caso tuvo una función evolutiva positiva para preservar a la humanidad no obstante haber aniquilado a muchas y valiosas personas en lo individual. De tal suerte que al curso ciego de la evolución, la enfermedad le proporcionó un ojo extra como el mítico Mimer escandinavo a quien Odin le dotó de un ojo móvil para salir al otro lado del oscuro túnel. Luego entonces, podría ser que en algunos casos las mutaciones que producen ciertos cambios extraordinarios en los individuos, pudieran tener efectos favorables en la evolución del grupo.
Ejemplifiquemos lo anterior en el nivel mental. Si suponemos que el 1.5% de la población mundial esta afligida de enfermedad bipolar y que al padecerla en algunos de sus variantes (Tipo I y II) cerca de 100 millones de individuos en el planeta (con una población de 7000 millones), tuvieran en momentos ideas de grandiosidad; ahora bien, si el 0,5% es decir 3.5 millones de enfermos tuvieran en sus periodos de excitación y perdida de contacto con la realidad, algunas de estas ideas grandielocuentes y descabelladas, y fueran tan adelantadas que utilizando lo que he llamado metadojas (paradojas que se desarrollan en tiempo futuro pero que son predecibles en el presente), pudieran contribuir al rompimiento de los paradigmas establecidos en su momento.
Entonces esa “locura” que yace en el difuminado terreno entre la normalidad y la genialidad, podría cambiar el curso del pensamiento en forma diferente y a veces opuesta al canon establecido. Hay muchísimos ejemplos de este cambio en lo que podríamos llamar del vector canónico de una época, por ejemplo Vincent Van Gogh en la pintura, rompió con el academicismo del Siglo XIX, en la literatura Feodor Dostoyevsky rompió con la novela del siglo XIX utilizando, como dijo Freud, la literatura para librarse de la condena de su epilepsia; en Economía John Forbes Nash que por su esquizofrenia vivía en el limbo entre realidad y locura alucinatoria, con su teoría del equilibrio (Equilibrio de Nash) dio solución en teoría de Juegos al problema de dos o más jugadores simultáneos. En política, Julio César que a pesar de su epilepsia y sus brutales cambios de carácter (bipolaridad) buscó unir la Europa Germánica (Bárbara) con la Europa latina (civilizada) conjuntando los actores del Imperio que duraría ¾ de milenio y ha sido emblema y garante de la civilización occidental, por citar sólo algunos. Todos ellos contribuyeron con nuevas y osadas rutas para avanzar al arte, la ciencia o la historia precisamente porque se sustrajeron del canon de su realidad. Es decir esta “locura” sería una nueva realidad postulante, diferente a la realidad operante de sus días. Lo anterior está en consonancia con el concepto que las artes han prevalecido en la evolución porque contribuyen en las sociedades por partida doble; primero cementan la identidad cultural del grupo promoviendo las eusociedades (Edward O. Wilson) y segundo, mejorando el estado emocional del individuo y su bienestar en el grupo. Eso se logra disminuyendo los “Trait of Aggression”, que todo ser humano posee en lo individual y llegan a potencializarse en lo grupal o colectivo.
La paradoja Jónica es en última instancia un encantamiento (Holton) y no como lo propuso Isaiah Berlin una falacia, quizá el último ejemplo de este encantamiento haya sido el descubrimiento del Boson Highs en física, esa entelequia que parecería ser el “eslabón perdido” que conectaría a la energía con la materia, haciendo a la más famosa de las ecuaciones E=Mc2, una “metadoja” , un acto de hechicería mental, que predijo el Físico Británico Peter Highs y que fue descubierta su existencia de mili-pico–giga-femto-segundesímas de duración en el CERN que opera el laboratorio de física de partículas ubicado entre Suiza y Francia. Este Boson sería lo que incorporaría masa a la energía en las primeras millonésimas de segundo de la explosión de Big Bang que produjo nuestro universo.
No es difícil, con la manera vertiginosa como avanzan nuestros conocimientos, que en un futuro todos podamos tener un pasaporte de nuestra actividad mental, con un carnet con barras que pueda medir la desviación de nuestra línea basal de pensamiento lógico y que aquellos que “padezcan” ideas grandiosas y despegadas de la realidad, con o sin enfermedad bipolar, puedan depositarlas y analizarlas por un computadora en un supranet, buscando solución a los problemas más difíciles y estableciendo algunas de las paradojas actuales de nuestro encantamiento Jónico y metadojas a futuro como la presunción por Wolfgang Pauli del neutrino en 1930 y la confirmación de su existencia en 1995 por F.B. Harrison, H.W.Kruse y A. D. McGuire que les valiera el Nobel de Física.
Sólo deseo mencionar que no quiero dejar la más mínima sospecha, que debemos dejar a la enfermedad en general o la enfermedad mental en particular, sin ser debidamente tratada, o considerar que es la genialidad de aquellos que están enfermos lo que ha avanzado a la ciencia. Simplemente sabemos que de todas las teorías científicas de los últimos 200 años, la teoría de Darwin ha sido la más sólida y de aplicación más universal, (economía, sociología, biología, química, etc.), por qué no considerar que la enfermedad pueda tener un valor positivo como Wilson ha establecido, en el caso de las eusociedades, desde los insectos a los mamíferos (sólo se desarrollan en el 2% de las comunidades animales incluida la del hombre), mejorando asi la cooperación como un “trait” positivo para cementar las relaciones de los organismos biológicos ayudándolos a progresar.
Ahora bien, por qué no considerar que de las 6,000 enfermedades conocidas en el ser humano un 2% de ellas pudieran servirnos para cooperar en nuestro ascenso evolutivo, dando a través de sus mutaciones giros y “aggiornamientos” hacia ciertas formas de pensar que en su momento darían soluciones a algunos de nuestros grandes problemas transformando al encantamiento Jónico en una paradoja de la evolución donde la enfermedad de estas mentes priviligiadas produciría rompimientos canónicos que al principio pudiera parecer involutivos para finalmente tomar el curso mas favorable para la especie (concepto de especiación de Jay Gould).
Recordemos que todas las ideas y conceptos son producto de ese mamífero agresivo que ha llegado a cultivar la cooperación como ningún otro animal y al que denominamos Homo Sapiens. Esos instintos básicos a veces difíciles de domeñar forman parte de nuestras luchas en la historia de nuestro ascenso evolutivo. Es así que lejos de estar al Fin de La Historia como lo propuso Francis Fukuyama, estamos al principio de una historia con valientes y nuevas ideas que algún dia al ser sometidas al escrutinio histórico, dejarán de ser risibles o equivocadas, ante la luz de una nueva ilustración posmodernista que no las verá como producto de mentes inestables sino de mentes que se han despojado de su antropocentrismo retardatario como en su momento lo hicieron Galileo, Newton, Kepler y Darwin.
(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)