A pesar de que el presidente Trump ha intentado por todos los medios acabar con el viejo mito escocés de su origen representado en la estatua de la Libertad, todo hace suponer que ese bello mito ha tocado a su fin para ser sustituido por el de la nueva vicepresidente electa Kamala Harris, quién es hija de una madre de ascendencia hindú y de un padre nacido en Jamaica, ambos con una educación superior y una cultura asombrosa, muy superior a la de los estadounidenses más educados.
Kamala Harris es una persona que no abriga ningún tipo de resentimiento, odio racial o tendencia a ningún tipo de violencia. Por lo que al margen de todas las estupideces que haga Trump de aquí a la fecha en la que se vea obligado a entregar la Casa Blanca, no hay nada que evite que ella sea el nuevo símbolo de la democracia estadounidense.
Y lo que parecía un país destrozado por su división interna y por el desarrollo creciente de un estado policial y sin control judicial será sustituido por un nuevo símbolo de equidad, ética y justicia que sin duda permitirá la reconstrucción rápida de la primera democracia que hubo en América.
Con este nuevo liderazgo, todo el mundo, sin excepción será más pacífico, más justo y más bello.