Sobre la inteligencia han escrito Académicos y Periodistas, Filósofos y Psiquiatras, Psicólogos y Neurólogos, Literatos y Maestros, Antropólogos y Sociólogos, Linguistas y Dramaturgos, Genetistas y Culturólogos, expertos en Información, Computación y Robótica y un largo etcétera; todos ellos con su propia lente, que pareciera parcelar la dimensión de este amplio campo de las Neurociencias y ajustarlo a su área de expertrisse o de ignorancia.
Aun cuando la palabra Neuropsicología la usó por vez primera en 1913 el médico canadiense Sir. William Osler considerado el Hipócrates americano, la disciplina ya existía anteriormente a partir del estudio anatomo clínico del médico francés Paul Broca, quien describió por vez primera a un individuo afásico (imposibilidad de expresarse linguísticamente) en asociación con un quiste hemorrágico en la tercera circunvolución frontal del hemisferio Izquierdo encontrado en la autopsia.
Esta vinculación clínico patológica de un paciente que se conoce en la historia de la medicina como Tan Tan, porque sólo podía pronunciar esas silabas, marcó un hito en el estudio de las funciones cerbrales.
En estos casi cien años transcurridos desde la introducción del vocablo por Osler, las relaciones entre cerebro y actividades mentales han evolucionado vertiginosamente, de un corpus doctrinario blando y empírico a una superestructura que se endurece con el advenimiento de la psicología cognitiva molecular, como parte de la neuroquímica y una docena más de subdivisions de la neurociencia.
Las investigaciones fundacionales de la Neuropsicología de los años sesenta y setenta se deben en gran parte a Brenda Milner discípula de Donald Hebb en el departamento de Psicología de la Universidad de McGill, quien trabajo casi 4 décadas con los neurocirujanos Canadienses Wilder Penfield primero y Teodoro Rasmussen después, en el Instituto Neurológico de Montreal y con William Scoville en la Universidad de Yale en Conecticut con el famoso paciente H.M.(estudiando en este caso los efectos neurocognitivos secundarios a una lesion bilateral del hipocampo que lo privó por 50 años de la memoria de corto plazo, hasta el año de su muerte en el 2010).
En 1973 un psicólogo y médico ruso Aleksander Luria publicó su obra cumbre: “Introducción a la Neuropsicología”. Esta representó un parteaguas para los seguidores de la psicometría pura, es decir para quienes deseaban medir con “test” estandarizados las funciones cognitivas del cerebro – memoria, lenguaje e inteligencia esta última en sus dos vertientes de capacidades ejecutivas y visuoespaciales- dando la pauta al desarrollo de pruebas para medir funciones relacionadas con alteraciones topográficas cerebrales específicas. Para entonces las prueba de Stanford Binet (1931) se estaba utilizando para medir la inteligencia como una capacidad holística, sin contar con las diferenciaciones que se estaban desarrollando a la vez en el campo de la neurofisiología y en el de la neuropsicología clínica. para estudiar toda un agama de deficiencias cognitivas(Heacen).
Los pioneros estudios de Penfield y Rasmussen para cartografiar el homúnculo motor en pacientes que padecían epilepsia que eran operados con anestesia local para extirparles la lesión, fueron el material para establecer este primer mapa motor del cerebro, como lo habían sido los de Paul Broca 100 años antes.
La tendencia localista de las funciones del cerebro parecia haber ganado la primera mano. Como es conocido los estudios de Hubel y Weisel mostrarían años más tarde que esos mapas cerebrales no son necesariamente permanentes y pueden modificarse en situaciones de de privaciones del ingreso sensorial particularmente en la edad temprana.
Los neurocirujanos del Instituto Neurológico de Montreal, cuando extirpaban parcelas de tejido cerebral afectadas por una cicatriz o un tumor permitieron a Brenda Milner estudiar en el postoperatorio las funciones cerebrales en áreas afectadas por la lesionectomía (nombre que se da en neurocirugía a la extirpación de la lesión cerebral) en los lóbulos frontales, temporales, parietal y occipitales y analizar desde una ángulo diferente los síntomas que Heacen y colaboradores en Paris ya habian estudiado, tales como las afasias, agnosias, apraxias, agrafias, anomias, acalculias etc, en pacientes afectados por patologías cerebrales traumáticas y vasculares.
Un nuevo salto cuántico se dio en el avance de la neurociencia en los siguientes 15 años cuando Andrew W. Young y Andrew Ellis publicaron (1984) sus estudios sobre Neuropsicología Cognitiva destacando los conceptos de modularidad cerebral y la neuroarquitectura de las regiones que recibían información específica de los sentidos periféricos (excepto el olfatorio) y que tenían una estación de relevo en el tálamo, un núcleo de gran actividad en el procesamiento perceptual ubicado en el centro del cerebro.
En 1983 Fodor escribió su libro seminal “La Modularidad de la Mente”, con ello sentó las bases para considerar que la totalidad de las funciones cerebrales podían entenderse en relación a ciertas áreas que denominó módulos y que poseían varias características, la primera la llamó encapsulación informática y suponía que el módulo tenía actividad que era de tipo dominio especifico y se alimentaba con un “input” informativo sensorial predominante. Este primer aspecto fue aceptado casi universalmente, el segundo que los módulos tenían una dotación genética específica fue quizá la más cuestionada de sus acepciones.
Existen no obstante antecedentes de estos conceptos de modularidad en los trabajos de Vernon Mouncastle y David Hubel , éste último inició el estudios de registro intraneuronal con Herbert Jasper en Mc Gill (director de mi tesis de maestría y doctorado en Montreal) y posteriormente en Harvard descubriendo tres tipos de células de la corteza visual, denominadas simples complejas e hipercomplejas que respondían a ángulos de movimiento o a barras de luz. Fueron ellos quienes describieron la fisiología de la organizacion columnar de los sistemas sensoriales somático y visual respectivamente. Este descubrimiento les valió a David Hubel y Thorsen Wiesel el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1981. Con estos antecedentes sobre la organización de la corteza cerebral en “cilindros” que contenían ceéulas que se estratificaban por capas con funciones diferentes pero relacionadas con un ingreso perceptual específico se desarrolló a plenitud el concepto de modularidad. La ingeniería electrónica e informática, se estaba entrelazando con lo que se conocía en los sesentas como el “solid state” precursor del microship y con el estudio de modelos computacionales de redes neuronales iniciados por McCulloch y desarrollados despues por Patricia Curchland y su esposo Paul. Ellos establecieron el procesamiento informático en modelos computacionales por redes distributivas paralelas y lo extrapolaron de computadora a cerebro, pretendiendo que operaría en forma similar los circuitos neuronales, e induciendo la creacion de paradigmas nuevos sobre las operaciones del cableado neuronal en relación con su eficacia y redundancia.
Estas investigaciones científicas han llevado a la creación de una rama de las neurociencias, la neuroingeniería, que recientemente ha logrado que el cursor de una computadora pueda ser movilizado por señales eléctricas de la corteza cerebral como lo han demostrado Eric Leuthardt y colaboradores de la Universidad de Washington.
El concepto de modularidad se ha extendio a la electronica generando para los siguientes cuarenta años una relación permanente de analogía entre cerebro y computadora, cuya interfase eléctrica ayudaría a desarrollar mecanismos de captación de micropotenciales, que al generar un campo eléctrico producido por la actividad neuronal, puedan ser recogidos por galvanómetros ultrasensibles y transformados en señales eléctricas . Estos micropotenciales podran utilizarse en un corto plazo para manejar aditamentos como una silla de ruedas, con el pensamiento que habilitaría a muchos pacientes neurológicos que han tenido extensas lesions cerebrales.
Paradojicamente Ramón y Cajal (maestro de Wilder Penfield) obtuvo el Premio Nobel de medicina en 1907 por desarticular el concepto de sincitio o red neuronal anatómica única. El sabio español, a través de sus estudios neuroanatómicos con técnicas de impregnación de plata, permitió visualizar a la neurona como una entidad individual bien delimitada en su anatomía. Los neurofisiólogos y expertos en computación demostrarían después, que este sincitio si existía pero a nivel neurofisiológico más no neuroanatómico, actuando como una “rete miriabilis” funcional, entrelazando a todas las neuronas en funciones a veces similares pero no necesariamente específicas. Estos conocimientos han sido utilizados para crear “puentes” en niños y adultos con patologías cerebrales como la dislexia, que segun Gabrielli del MIT (2011), tienen dificultades para establecer vínculos entre imágenes espaciales -region prefrontal derecha- y rima y sonidos – region temporal.
Lo anterior expandió enormemente el campo de las neurociencias y se empezaron a analizar las funciones modulares desde tres vertientes de investigación biológica (además de las computacionales) la Neuropsicológica con el uso de pruebas para investigar funciones lobares específicas (lobulo frontal, temporal, parietal, occipital etc. como las de Milner, Machover, Kimura, Wisconsin, Halsted y Reitan); Las Neuropsiquiátricas relacionadas con patologías que se manifestaban con síntomas singulares como dislexia, agrafia, prosapoagnosia (imposibilidad de reconocer caras familiares), depresión y manía entre otras; y las Neurológicas que han sido aceptadas recientemente por la Academia de Neurología Norteamericana como una subespecialidad denominada, Neurología de la Conducta.
Uno de los neurólogos más activos en este último campo fue Norman Geschwind de La Universidad de Harvard, citado por Howard Gardner, como su inspirador y guía en este naciente campo de la Neuropsicología Clínica que lo llevaría a postular la hipótesis de las inteligencias múltiples. Geschwind no sólo era un neurólogo clínico de la talla de Huiglin Jackson sino ademas un “agent provocateur” con nuevas ideas y un elocuente orador en el debate. Fue a finales de los años 60 cuando yo empezaba mi entrenamiento en el Instituto Neureológico de Montreal como neurocirujano, que se dio entre el y mi maestro Rasmussen un extraordinario debate sobre localización de las áreas primaria y suplementarias del Lenguaje (esta última descubierta por Penfield) en el auditorio del Montreal General Hospital. Aun cuando se podría decir que el debate lo gano Geschwind el concepto de áreas suplementarias del lenguaje quedó bien establecido y el tiempo le daria la razon a Rasmussen.
Gardner por su parte con un “insight” extraordinario dio con el “Jackpoot” al desmembrar el concepto monolítico que se tenía sobre la Inteligencia en parte basado al estudiar las biografías de grandes genios del siglo XX (Picaso, Stravisky, Einstein, Gandhi, Marta Graham y T.S. Eliot) y aunque al principio reconocio sólo 7 inteligencias (la logicomatemática -con el componente linguístico- ubicada en el hemisferio izquierdo; la visual, la especial, la música y la cinestésica ubicadas en el hemisferio derecho; y las inter-personal y la intrapersonal). Posteriormente agregaría 3 más que serían la Inteligencia naturista, la espiritual y la existencial. Este número de inteligencias ha sido acotado y aumentado por otros investigadores y en un intento taxonómico yo las he clasificado en nueve pero agrupadas en dos categorias: las inteligencias digitales: linguística, lógica y matemática; y las analógicas: musical, espacial ,cinestésica, biofílica, social y ética (ver la Tercera Revolucion Digital en Fundacion Sesgo).
El más beneficiado de la hipótesis de Gardner sobre las inteligencias múltiples fue sin duda Daniel Goleman, que como psicólogo recién graduado en los años setenta, encontró un puesto de reportero científico en el San Fransisco Chronicle y mediante este medio escuchó un seminario de Gardner cuando hablaba de las inteligencias múltiples. Goleman sin los prejuicios de los consagrados y con el desenfado de los iniciados, y gran perseverancia escribió su primer libro “La Inteligencia Emocional” que con un nombre “catchy” le ganaría fama mundial. Esta publicación fue un gran atractor, pues suponía su título un oxymoron, e hizo que se levantaran cejas y se fruncieran ceños en la comunidad de Psicólogos Cognitivos tan recelosos de su coto de ciencia.
Curiosamente cuando otros filósofos como David Chalmers y Andy Clark abordaron el problema del origen de la conciencia , desarrollaron no sólo el modelo de la mente extendida sino también el de la inteligencia extendida, pretendiendo desubicar a la inteligencia de su nicho natural el cerebro. Este modelo que es un collage de teoría de la información, antropología cultural y conciencia ambiental dio posteriormente origen a una ramificación más de la inteligencia que fue la Ecológica. Esto llevó algunos como James Greeno y Jean Lave a desarrollar los conceptos de Participacion Periférica Legítima (L.P.P.) que es central al concepto de Cognición Situacional que hace una distincion entre el conocer como verbo y el conocimiento que segun estos investigadores emerge cuando los individuos desarrollan intenciones hacia actividades orientadas a metas (goal-oriented Behaviour), dentro de un contexto cultural. Este concepto de considerar a la inteligencia como una externalidad o como parte de una acción externa sobre el cerebro ha sido debatido y puesto en su lugar como pseudociencia por el soilpsismo extremo que encierra y equivale al viejo concepto del fantasma dentro de la locomotora (Gohst in the Machine) que pretende encontrar el sonido del pito del tren desmontando todas las partes de la máquina.
El pensamiento crítico a raiz de los conocimientos que se tienen con la Resonancia Magnética funcional y la Tomografía por Emisión de Positrones para localizar funciones, capacidades y talentos en la corteza del cerebro particularmente la primera utilizando la tecnica BOLD (blood oxygen level dependence) que rastrea la cantidad de oxígeno en el momento que se realizan actividades funcionales en el cerebro, no ha dejado duda que ciertas capacidades talentos o inteligencias como las llama Gardner, se desarrollan a travez de una proficiencia iterativa de ciertas áreas de la corteza cerebral. Estos agregados neuronales, como hemos dicho, tienen fisiología y citoarquitectura característica, probando el viejo dictum de Donald Hebb que neuronas que descargan su actividad conjuntamente permanecen juntas y en buenas condiciones “neurons that fire togather stay togather”. Un ejemplo son las capacidades musicales en expertos que ejercitan su actividad muchas horas y que muestran estar fuertemente cableadas en circuitos neuronales como la región prefrontal – lóbulo frontal- y el lóbulo temporal -área 42 de Brodman- por sólo mencionar una. De hecho mediante paradigmas linguísticos desde 2006 nosotros hemos estudiado este tipo de localizaciones en pacientes que hemos operado de epilepsia para extirparles cicatrices que desencadenaban las crisis o tumores que se ubicaban en las llamadas áreas elocuentes del cerebro humano (Functional Neurosurgery, 1994. Eduardo Garcia Flores) llegando a conclusiones similares cuando eran estudiados dichos pacientes en el postoperatorio con baterías de pruebas psicológicas especiales.
En años recientes se ha estudiado cómo funcionan los cerebros de los expertos y se ha llegado a conclusiones que arrojan luz, de cómo una actividad al desarrollarse proficientemente mejora las conexiones neuronales en el área activada. Un ejemplo es el piloto de jet que tiene 10 mil horas de vuelo, un cirujano con diez mil horas de cirugía o una bailarina con el mismo numero de horas de ensayo. Es conocido que esto se manifiesta con una excelencia en estas capacidades, haciendo que su cerebro funcione como experto, probablemente a través de conexiones neuronales más reforzadas y con mayor disposición de neurotransmisores. Esto nos lleva al dicho de Sir William Osler: El trabajo continuo y responsable hacen del mediocre un hombre notable y al hombre medio pueden hacerlo un genio.
Por razones de espacio y por no ser esencial para este artículo, no quiero hablar de plasticidad que es un componente adicional en el desarrollo de funciones o capacidades adquiridas, ni entrar en disquisiciones sobre los cambios que se pueden dar en ciertas localizaciones cerebrales, por factores externos, que son verdades a medias, como es el primer postulado de Luria, que manifiesta que funciones complejas no pueden ser localizadas en áreas únicas de la corteza cerebral. De esto hablo con mayor libertad en mi libro Cuadrivio (2009), sólo mencionaré que las localizaciones cerebrales no siempre son áreas inamovibles de grupos neuronales sino que en ocasiones, particularmente si tomamos en consideracion lo que sabemos de factores neuronales del crecimiento (GNF), pueden se modificables, como es sabido que ocurre en los invidentes cuya ceguera ha sido adquirida y cuyas zona de recepción cortical visual son”invadidas” por conexiones táctiles o acústicas, haciendo que estas personas “vean” con sus oídos y su tacto de una manera vicariante o suplementaria.
Algunas de estas funciones pueden ser mejoradas con aportaciones sensoriales específicas como el caso del “Efecto Mozart” descrito en 1993, cuando neuropsicólogos se percataron que niños al escuchar la sonata K 448 de Mozart rendían mejores resultados en ciertas aptitudes cognitivas después de escucharla.
Finalmente, desde Lineo sabemos que la taxonomía en biología es indispensable para ubicar el conocimiento, y mientras no estemos de acuerdo en encontrar neurofisiológica, neuroquímica y neurocognitivamente, un común denominador para decidir si esto o aquello es una capacidad un talento o una inteligencia, existirán fugas conceptuales que como chirridos disonantes irrumpirán en la sinfonía de la ciencia extraviándonos en la partitura.
Lo que si está claro es que cualquiera que intente incursionar en los vericuetos de problemas tan complejos como la Inteligencia o la Conciencia, que son todo terreno para un buen escritor, deberan abordadarlos con cautela, pues se corre el riesgo de aportar más a la entropía cognitiva (Csikzentmihaliyi) del lector que a su enriquecimiento. Es por este motivo que decidi escribir este articulo para poner en perspectiva el articulo “Grados de Inteligencia” De Gabriel Zaid en la revista Letras Libres.
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