Detrás de las rebeliones islámicas

Gadafi acusa a los Estados Unidos, al Reino Unido y a Al Qaeda de estimular la rebeldía de los islamistas radicales en las naciones del Norte de África y en la ruta petrolífera más grande del mundo, provocando grandes cambios políticos en el Islam. Según los expertos en asuntos de esta región la realidad es que existe una alianza ente Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel donde se beneficiaría a Ben Ladeen, aunque nadie sabe realmente en que forma sería, pero se sospecha que se pretende sustituir a las actuales dictaduras de las últimas décadas por sistemas democráticos al estilo anglosajón para que exista mayor estabilidad política y militar en la ruta petrolífera del Gran Medio Oriente.

Es obvio que existen múltiples objetivos ocultos detrás de esta operación que benefician por igual a los Estados Unidos a Inglaterra, a Israel y Al Qaeda, pero lo cierto es que independientemente del objetivo visible de fomentar estas rebeliones en las naciones islámicas de esa región petrolera y aunque los mecanismos aparentes resulten confusos, las rebeliones no son autónomas, por lo que se pueden elaborar varias hipótesis al respecto.

Resulta muy sospechoso que después de apoyar por largas décadas a los regímenes dictatoriales de esa región, las grandes potencias de Occidente hayan decidido apoyar de pronto a los rebeldes islámicos radicales y que el ‘mass media’, dominado por los anglosajones en el mundo también haya apoyado a los rebeldes, desde que se hizo el primer ensayo de rebeldía islámica en el Sahara marroquí hace varios años.

Aún cuando eventualmente el éxito de este movimiento rebelde podría redundar en una crisis mundial de desabasto de petróleo y se podría llevar al mundo entero a colapsar su economía capitalista y la generada en otras regiones cuyos poderes fácticos están en manos de dictadores y de millonarios que no son controlados por el orden mundial actual, como Irán y las diversas naciones árabes, lo que parece intentarse es subordinar a Occidente a todas las naciones que poseen las reservas petroleras más abundantes del mundo y de esta forma tener un control de la producción global de hidrocarburos.

En diversas formas, los países occidentales han permitido y promovido las actividades de los supuestos rebeldes, al grado de que las hacen aparecer como movimientos autónomos y legítimos, con tal intensidad que ya empiezan a aparecer las hipótesis de que forman parte de una conspiración anglosajona que tuvo inicio en el 2004 ( denominado Proyecto del Gran Medio Oriente) durante la gestión de George W. Bush, sin que los gobiernos de naciones fuera del círculo del poder mundial hayan sido enteradas.

Para quiénes conocen la historia de largos años de que la democracia occidental no es compatible con la cultura islámica, resulta ridículo que ahora pretendan legitimar esas acciones supuestamente revolucionarias que siempre han sido controlados por las más radicales fuerzas islamistas, como fueron los casos de Irán y de Irak, para sólo mencionar los casos más recientes.

Otra hipótesis probable que señalan los expertos en reservas petroleras en el mundo es que según la curva de Howell, la mayoría de los depósitos de petróleo están en su etapa final, por lo que se quieren controlar las reservas existentes para poderlas vender a precios desorbitados. De modo que todas estas rebeliones islámicas son sólo una excusa para atacar tanto a Irán como a los reinos árabes que debido a sus grandes reservas alteran el mercado de los precios del petróleo y además cuentan con recursos excedentes para financiar al islamismo radical fuera de la región y principalmente en la comunidad europea.

Finalmente existe una tercera hipótesis maquiavélica que sostiene que el presente fenómeno de las rebeliones islámicas en el Norte de Africa son sólo la preparación para una Tercera Guerra Mundial, debido a que el actual orden global ya no funciona, ni en las economías, ni en las finanzas, ni para el control de armas nucleares. Si los terroristas de Bin Laden llegasen a controlar el flujo de petróleo a través del Canal de Suez que representa el 50 % del consumo de Europa, entonces existiría la excusa perfecta para desatar una guerra de grandes proporciones, alejada del territorio estadounidense y perfectamente justificada al argumentar que sus posesiones fueron agredidas por naciones fuera de la Ley.

A pesar del control que establece Occidente en el ‘mass media’ internacional y de la hipócrita diplomacia estadounidense, los hechos muestran que la recuperación del Imperio anglosajón es imposible en el corto plazo y como siempre ha sucedido a lo largo de la historia, recurrirán de nuevo a una guerra, supuestamente humanitaria y democrática para reactivar su economía.

Nada disfrutaría más que fuesen falsas estas hipótesis sobre el Gran Medio Oriente.

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