Desde que los Estados Unidos se consideró omnipotente tras el triunfo arrollador que obtuvo en la Segunda Guerra Mundial, con la consiguiente reactivación de su economía; a la tradicional hipocresía de los gobernantes
estadounidenses se añadió una característica singular al considerar que las guerras planeadas lejos de su territorio serían en el futuro la fuente de desarrollo más importante para su economía y para conservar el dominio mundial. A partir de ese momento afortunado de la generación de los ‘baby boomers’, el Pentágono y su agencia de inteligencia internacional, la CIA, tomaron el control político del País hasta los momentos actuales.
Una consecuencia explicable de este nuevo mecanismo de mando político fue que desde entonces todos los crímenes y acontecimientos que implicaban a los altos mandos y aún los que ocurrían en el ámbito del entretenimiento – que es el sector empresarial con mayor desarrollo – se convirtieron en historias encriptadas que nunca llegan a aclararse con el tiempo. Desde el asesinato de John Kennedy y la muerte de Marilyn Monroe, hasta el reciente deceso de Michael Jackson y la crónica cínica del asesinato de bin Laden serán hechos que permanezcan por siempre en la oscuridad que impone el supuesto secretismo legalizado con el que operan los nuevos gobiernos estadounidenses.
Además de este nuevo estilo de gobernar norteamericano en el último medio siglo, se añade el control definitivo de la realidad que han impuesto el medio televisivo y la hipermedia que han logrado ocultar a la gran mayoría del Mundo Occidental los principales proyectos de control global que han planteado los estrategas del Pentágono, donde destaca el control de los energéticos en la ruta petrolera más grande del mundo: desde Marruecos hasta el Mar Rojo, desde el Canal de Suez hasta el Golfo de Ormuz y de ahí hacia la India, China, el Sudeste Asiático y Japón.
Gran parte de las acciones que realizaron los gobiernos republicanos de Reagan y Bush padre para echar a los rusos de Irán y de Afganistán se realizaron con la ayuda de rebeldes islámicos entrenados por la CIA, entre los que se encontraba Osama bin Laden, viejo socio de la familia Bush, a quién proporcionaron armas y tecnología para realizar sus frustrados planes en el Medio Oriente.
No obstante, a final de cuentas Irán se ha convertido en el principal enemigo de los Estados Unidos en la región, con el agravante de que ahora está asociado con Rusia y China; mientras Afganistán es ahora el proveedor de opio más grande del mundo, bajo control de la CIA.
Es innecesario ahondar en el fracaso de la invasión de Irak y de los resultados catastróficos para el erario estadounidense de la frustrada ocupación, de las muertes millonarias de civiles que no ocurrían desde la Segunda Guerra Mundial, de la violación permanente a los Derechos Humanos, de la burla hiriente hacia las instituciones transnacionales y de la burda metodología de engaños que siguió el Pentágono para justificar la invasión de Irak, de los que hasta ahora no se han dignado dar una sola explicación por respeto a la comunidad internacional. Ahora mismo, después de diez años de supuesta persecución al socio de Bush, el Gobierno de Estados Unidos presenta al mundo el asesinato de un hombre desarmado como un acto de justicia.
Además de estos hechos históricos existen varias contradicciones en la relación de los eventos realizados por expertos militares asesinos que culminaron con el asesinato de Bin Laden en un edificio privado de una nación autónoma (Pakistán) a cuyo gobierno no se consultó para realizar la operación violando claramente la autonomía de ese país. Una primera contradicción aparece con la declaración de Jon Brennan, asesor antiterrorista de Obama, quién aseguraba el día del asesinato que Bin Laden estaba armado y que una de sus mujeres murió cundo fue utilizada por Osama como su escudo Pero apenas una horas después, Jay Carney, el portavoz oficial de la Casa Blanca declaraba que Bin Laden no tenía ningún arma cuando lo mataron y una mujer sólo fue herida en una pierna.
Otra contradicción que genera muchas dudas fue la que señaló la rápida desaparición del cadáver en el Mar de Arabia, justificándose en la ley islámica, cuando la mayoría de los clérigos radicales consideran que ese tipo de ‘entierro’ conforme a la ‘sharia’ está prohibido, ya que sólo se realiza bajo circunstancias excepcionales que no están configuradas en este caso.
También ha resultado muy sospechoso que se hayan realizado pruebas de ADN en un tiempo récord, en las que se comprueba la autenticidad genética de Bin Laden en un 99.9%. Según New York Times, esa muestra analizada corresponde a su hermanastra y señala que según los expertos es prácticamente imposible hacer un ADN tan perfecto en menos de cuatro horas y media, si se cuenta con las instalaciones adecuadas muy cerca del lugar donde se obtuvo la muestra.
Con estos antecedentes de la forma de actuar del imperio de los Estados Unidos, más las evidentes contradicciones en las que cayeron los asesores de Obama y la Casa Blanca, es lógico que aparezcan varias teorías conspirativas:
La primer teoría de que Bin Laden no está muerto ha sido sostenida por los creadores de Facebook, la agencia iraní Mehr que menciona la existencia de un acuerdo ‘ultrasecreto’ para que bin Laden aceptase su muerte mediática y el experto de Fox en temas de terrorismo, Glen Beck quién señala que Obama lo desapareció para interrogarlo y protegerse de la información secreta que poseía.
Una segunda teoría señala que Obama ordenó matar a Bin Laden aunque no estuviese armado para ocultar la verdad de donde se encuentra una bomba nuclear de Al Qaeda en los Estados Unidos. Este tipo de teorías conspirativas están relacionadas con quiénes consideran que aún no se sabe la verdad sobre el ataque del 11-S y que Bin Laden sólo es el espantajo de Bush para ocultar a los verdaderos autores de una masacre que dejó más de 3000 muertos civiles inocentes en Nueva York, con el único propósito de inventar un nuevo enemigo ‘terrorista’ para seguir haciendo guerra en los lugares remotos del Planeta que el Pentágono consideraba apropiados. Obviamente, dentro de esta teoría conspirativa hay quiénes piensan que Bin Laden es una ficción mediática.
Finalmente existe una tercera hipótesis de quiénes saben que Obama no nació en territorio de los Estados Unidos y se trata de un artificio mediático para asegurar su reelección sin tener que presentar pruebas de su registro natal. Obviamente la valoración de Obama como político tuvo una considerable alza en el electorado norteamericano que casi asegura su reelección.
Junto a estas tres hipótesis básicas sobre las posibles causas del asesinato de Osama Bin Laden han surgido otras muchas que tienen un contenido mayor de política contingente, como las que señalan que el crimen ha sido un invento yanki para desviar la atención del asesinato del hijo y los nietos de Kadafi a manos de la OTAN; para ocultar la gran crisis económica que viven los estadounidenses, la nacionalidad real de Obama y los cables de Wikileaks sobre los campos de tortura de Guantánamo.
También se habla del gran escándalo que surgió hace unos días sobre los abusos y torturas en los centros de atención a personas con necesidades especiales de la Florida (ALF). Hubo ancianos que murieron a golpes, cuidadores que no se ocupaban de sus pacientes e incluso abusaban de ellos y nunca fueron procesados. Aunque algunas instalaciones aún operan, el sistema está totalmente colapsado y se atribuye al fracaso de Obama para realizar la reforma en el sistema de salud.
El resumen de todos estos hechos es que los Estados Unidos ha financiado durante décadas al terrorismo que justifica a su enorme industria bélica, mientras se permite que los empresarios de raigambre judía controlen a placer el mundo financiero, inmobiliario y del entretenimiento, mientras se acerca el fin del Imperio.
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