Después de casi tres siglos de evolución de la sociedad humana en todo el mundo aparece a la vista, por primera vez en la historia, un proceso de convivencia internacional en el que van desapareciendo las ideologías, los mitos y las culturas colectivas radicales donde se avizora un mundo con menos violencia física. Creo que vale la pena intentar un breve análisis histórico de los procesos políticos, económicos y sociales que han tratado de ir construyendo poco a poco al ser humano ciudadano para tratar de evitar la fragmentación de la sociedad humana y sobre todo el enfrentamiento entre las clases sociales con grandes ingresos y quiénes apenas consiguen el ingreso para sobrevivir día con día.
En el año de 1873, el aristócrata inglés Alfred Marshall planteó en su libro ‘El futuro de la clase obrera’ las bases del actual sustrato ideológico del pensamiento político ciudadano, cuando formaba parte del movimiento teórico de la burguesía inglesa contemporánea de Karl Marx que comenzó a buscar nuevas explicaciones para los problemas económicos de su época tratando de acallar y de acosar a quienes profesaban las teorías marxistas del valor-trabajo y de la explotación capitalista. Además buscaban incorporar a los trabajadores al sistema político de entonces que contemplaba un marco de participación progresiva del consumo masivo y un crecimiento del mercado capitalista.
Ante esta perspectiva de enfrentamiento entre burgueses y trabajadores, en pleno auge de la sociedad industrial en Inglaterra, Alfred Marshall publicó otro libro en 1890 intitulado ‘Principios de Economía’ que sintetizaba la idea de que el comportamiento de los seres humanos está presidida por el deseo de maximizar el placer obtenido de las cosas materiales. La mayoría de los teóricos ingleses de esa época coincidían en varias hipótesis acerca de la conducta predominante en sociedad humana de esa época.
1.- La economía debía calcular por medio de las matemáticas la relación psicológica entre el hombre y las cosas para desarrollar el concepto de ‘utilidad marginal’. 2.- La sociedad humana está formada por individuos egoístas que buscan siempre aumentar el placer que generan los bienes materiales e incrementar sus ingresos personales. 3.- La economía ya no estudia los procesos de producción y distribución de bienes desde el punto de vista de las relaciones sociales entre seres humanos y pasa a ser el estudio de las relaciones entre el ser humano y las cosas materiales. Por lo que desaparece el concepto de economía política que pasa a ser ‘economía’ a secas. La esencia económica pasa a estar presente en todos los aspectos de la vida humana, en tanto que el ser humano busca jerarquizar sus acciones en un plano de necesidades ilimitadas enfrentadas con recursos siempre escasos.
Alfred Marshall subrayaba la necesidad de contar con un modelo educativo muy evolucionado que diera a los individuos la capacidad de análisis para poder investigar y rastrear los precios de los materiales. Ya que al tener toda la información, el individuo elige bien y el mercado funciona en forma óptima. Según Marshall, el principal mecanismo de medición de precios es el dinero. Este principio económico extrapolado al ámbito político percibe a una clase obrera en vías de desaparición frente al impulso de una educación que los impulsa hacia otra clase social más alta. De modo que la clase obrera se convertiría muy pronto en una secta que al tener más educación reclamaría su condición ciudadana y buscaría participar en las decisiones políticas del Estado.
Marshall pensaba que los obreros estaban desarrollando cada día mayor independencia y respeto a sí mismos, al mismo tiempo que creaban un respeto hacia los demás y estaban aceptando cada vez más los deberes privados y públicos de un ciudadano promedio. De modo que cuando la tecnología hubiese reducido por completo el trabajo pesado del obrero, de forma automática los obreros desaparecerían.
Así quedó la polémica sobre la ciudadanización del obrero en el siglo 19 y no fue, sino hasta medio siglo después, cuando Thomas H. Marshall, catedrático y director del Departamento de Ciencias Sociales en la London School of Economics realizó un estudio mucho más preciso de la relación entre economía y política en su conferencia magistral titulada ‘Ciudadanía y Clase Social’, donde trata de dotar a la Sociología de estatus científico y académico dentro de las ciencias sociales.
En 1949 este brillante sociólogo inglés le escribía al viejo Alfred Marshall que había hecho una división del concepto de ciudadanía en tres partes o elementos: civil, política y social. El ‘elemento civil’ se componía de los derechos necesarios para la libertad individual, donde están la libertad de la persona, de expresión, de pensamiento, de religión, de derecho a la propiedad, para realizar contratos válidos, además de tener el derecho a la justicia. Siendo este último derecho diferente a los anteriores, ya que se trata del derecho a defenderse y hacer valer el conjunto de derechos de una persona distinta a los demás. Decía T.H. Marshall que las instituciones directamente relacionadas con los derechos civiles son los Tribunales de Justicia. Por ‘elemento político’ T.H. Marshall entendía el derecho a participar en el ejercicio del poder político, como miembro de una institución a la que se le había dado autoridad política o como elector de sus miembros. Finalmente, el ‘elemento social’ abarcaba todo el espectro, desde la seguridad individual y un mínimo de bienestar económico, al de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida común de un ser civilizado conforme a las instituciones de la sociedad donde vive. En este caso del ‘elemento social, las instituciones correspondientes serían la de educación y la de servicios sociales.
En el resumen histórico del concepto de ciudadanía de T.H. Marshall los derechos civiles surgieron con el nacimiento de la burguesía durante el Siglo 18 en su lucha contra la aristocracia y se fraguaron alrededor de la propiedad privada, la igualdad ante la ley, la libertad de comercio y la de expresión. Los derechos políticos se alcanzaron durante el Siglo 19, con la expansión del sistema electoral democrático que en cierto grado reivindicó a la clase trabajadora y finalmente los derechos sociales a la educación, el trabajo y la salud se fueron adquiriendo a lo largo del siglo 20 con el desarrollo del Estado de bienestar y las reivindicaciones sociales.
Este proceso de extensión de los derechos ciudadanos en los pasados tres siglos ha reducido en cierto grado las desigualdades sociales, sobre todo en su relación con el mercado. De modo que la posesión de la propiedad ya no es determinante de su renta real debido a que es modificada por la redistribución de bienes y servicios a través del Estado. Conforme avanza, la teoría de la ciudadanización del mundo actual se hace mucho énfasis en el respeto a la dignidad humana. Mucho más que a la igualdad material. Y el Estado es considerado como un instrumento de armonía social que está comprometido con el bienestar de todos los ciudadanos sin excepción.