Uno de los ejes fundamentales de la ideología burguesa con referencia al proceso de ciudadanización de la política ha sido su visión de la historia y de la sociedad como una lucha de clases permanente. De modo que el actual proceso de ciudadanización de la clase trabajadora vendría a ser un valor democrático que disminuye en alto grado las diferencias sociales. Ya que una ciudadanía movilizada puede forzar a los ‘dueños del poder’ a conceder mayores espacios de participación y de libertad sin ocasionar costos sociales importantes.
Tal como lo planteaba Alfred Marshall hacia fines del Siglo 19, la clase obrera se ha ido diluyendo con el progreso cultural y tecnológico, mientras que la ciudadanización ha ido tomando diversas formas en el presente entre las que destacan ‘los indignados’, ‘los foros sociales’, ‘la sociedad civil’, ‘las ONG’s, ‘las clases medias’ de diversos países, etc. Estos grupos auto organizados localmente son la fuerza vital que dirige la emancipación de la sociedad, adaptándola a la lógica democrática. Así se ha evitado el enfrentamiento violento con los centros de poder descubriendo que la política y su potencial de cambio están en las calles, en los barrios, en las cooperativas y en los centros culturales.
Luego aparecen los principios básicos de la ‘economía moral’, el elemento fundamental del modelo de ciudadanización actual que pone al ciudadano como principal agente de este cambio histórico de la sociedad. La ‘economía moral’ es la base explicativa del comportamiento social frente a los problemas económicos e históricos, como la inflación, la recesión o el paro laboral de donde se derivan las demandas laborales por salarios justos y la búsqueda de precios razonables en los artículos de consumo. Ya que dichos valores residen en la equidad y justicia conseguidos por comunidades cuyos principios de cooperación y de subsistencia están por encima de la búsqueda individual de ventajas materiales.
En esta nueva ‘economía moral’ se requiere transparencia con información oportuna y calificada que se utiliza para escoger el ‘bien’ o ‘servicio’ con la menor influencia posible de las tradiciones, la cultura, el medio ambiente, etc. De tal forma que la independencia individual y la fragmentación comunitaria en pequeños grupos con culturas colectivas similares sean los principales objetivos a conseguir, por encima de cualquier consideración colectivista que signifique alterar las particularidades de cada individuo o comunidad.
Tampoco se busca apoyar macro proyectos sociales y políticos, ni transformar la estructura social global y menos aún la instalación de proyectos de desarrollo para una determinada clase social. Con lo que se reemplazan a los movimientos populares y obreros de la antigua lucha de clases. A este nuevo moralismo se le debe asociar ‘el maltusianismo’ , e incluso cierto grado de ‘catastrofismo’ que es un mito arraigado en los círculos ciudadanistas y ecologistas donde se supone que actúa una progresión geométrica en la demografía en contraste a un aumento aritmético en los recursos para sobrevivir. De ahí se deriva la idea de construir una ‘economía solidaria’ mediante la creación de un sistema de ayuda a quienes viven en condiciones precarias.
Con este mismo criterio deben considerarse ‘el desarrollo sustentable’ y el ‘capitalismo verde’ ya que el capital necesita ajustar los mecanismos políticos y sociales que aminoren el impacto degradante en los ecosistemas. De esta forma se puede garantizar la acumulación de capital en el futuro sin tener que recurrir a una profunda transformación en las relacione sociales, de producción y en las estructuras económicas.
Combinando las ideas anteriores con el post modernismo se entiende con claridad que la ciudadanización es un subproducto ideológico de la burguesía. Debido a que el post modernismo declara que han fracasado todos los proyectos históricos de liberación y que ahora es imposible lograr una ‘revolución’. En consecuencia desaparecen todos los compromisos con los grandes proyectos políticos y se termina así con la última etapa del modernismo. Surgiendo ahora los procesos híbridos, la cultura popular, el cuestionamiento de los conceptos intelectuales y científicos tradicionales, la desconfianza ante lo colectivo, la desconexión social, la predominancia de lo particular sobre lo general y la superposición del autoconocimiento sobre el conocimiento colectivo.
En este nuevo marco ideológico se establece una especie de ‘relativismo cultural’, una actitud que pretende comprender la realidad a partir de las particularidades de cada cultura. De modo que todos los puntos de vista son válidos, porque no existe un patrón moral o cultural que sea superior a otro, ya que los valores están determinados por el medio social y geográfico en el que surgen. De esta forma se combate el ‘universalismo’ al que siempre ha tendido la modernidad con todos sus fracasos y utopías.
En esta nueva etapa de la sociedad, los individuos juzgan a otros grupos en relación a su propia cultura o grupo específico, negando así la continuidad del modernismo y el contenido de lo ‘racional’ deja de tener validez universal. También dejan de tener sentido la revolución social, la lucha de clases y la política vanguardista. Ya que a este nuevo ‘relativismo moral’ se puede asociar fácilmente ‘el nihilismo existencial’ donde nada vale por sí mismo y el único alcance de la vida es lo ´lúdico’, el azar y el hedonismo.
Van desapareciendo todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización que no giran ya en torno a cuestiones utópicas como ‘la revolución socialista’ o ‘la democracia’. Esto viene a ser una posibilidad concreta sin costo social y compatible con la idea de que todo individuo puede lograr objetivos específicos con solo desearlos. No vale la pena sacrificar la inmensa satisfacción de vivir el presente con alegría por proyectos ideológicos que ya han sido derrotados. Sino luchar por demandas concretas y realizables con el menor costo social posible.
Adenda: El acelerado proceso de ciudadanización en todas las sociedades del mundo, combinado con la nueva ‘economía moral’, más el veloz desarrollo de organismos autónomos y acéfalos que promueven cambios sociales y políticos sin violencia, además de la proliferación de grupos ecologistas y de protección a las clases populares de bajos ingresos están planteando una nueva realidad política, social y económica, generando grandes cambios en un nuevo mundo donde no hay duda de que predominará el pacifismo.