Hacia un nuevo orden mundial

                         

Aún cuando China, Rusia y muchos otros países están invocando la multipolaridad política desde mediados de los años noventas, como la fórmula de coexistencia pacífica más deseable y justa para el nuevo orden mundial, lo cierto es que el futuro inmediato luce caótico y con un alto grado de dificultad para elaborar una prospectiva de corto plazo.

En su parte visible, la estructura del actual orden mundial está sufriendo una rápida transformación conforme los Estados Unidos continuan su proceso de debilitamiento en todas las esferas, mientras sus principales opositores, Rusia y China se fortalecen y se unen para ir logrando un control progresivo de las fuentes estratégicas de energía y de materias primas.

Esta clara estrategia se ha convertido en el principal factor del difícil equilibrio del poder global. Por una parte, el gran país norteamericano continúa en un extremo perdiendo a algunos de sus aliados en Occidente y en el otro polo de poder están China y Rusia, las economías emergentes de Brasil y la India, además de muchas economías pequeñas y medianas que cuentan con recursos naturales abundantes o capacidad para producir armamento nuclear. Venezuela, Sudán, Irán y Corea del Norte serían los casos más notorios.

Persiste, por lo tanto, una tendencia a la bipolaridad donde predominan dos centros de poder, cuya línea divisoria se establece en el control de los recursos naturales y energéticos. En los hechos, una minoría de países ricos de Europa y Japón se alinean con los Estados Unidos, mientras que las naciones emergentes y el denominado Movimiento de Países No Alineados (PNA), con 116 naciones en vías de desarrollo está formando una alianza en contra de los Estados Unidos y es muy probable que se incorporen abiertamente al eje China-Rusia. Ahora mismo, los países no alineados han apoyado a Irán con sus pruebas nucleares. Es muy importante destacar que gran parte de las naciones pertenecientes al PNA poseen recursos minerales y depósitos energéticos abundantes.

Desde una visión histórica de largo plazo se observa que cualquier polo o centro de poder emergente tiene la tendencia de atraer a otros centros de poder próximos, ya sea por factores geográficos o ideológicos, por lo que dicho polo emergente obtiene una fuerza adicional. Como resultado surge un nuevo centro de poder que tiene cierto grado de complejidad, pero que es el nódulo de esa naciente sociedad de naciones que en sus orígenes carece de normatividades, pero obedece, sin replicar las políticas del centro de poder.

Está muy claro que los dos grandes ejes del nuevo poder mundial son el de Estados Unidos con la Gran Bretaña y el de Rusia-China en el otro extremo. Por lo que la nueva configuración del mundo actual volverá a ser bipolar como sucedía antes del colapso de la Unión Soviética a fines de los ochentas. Los mayores eventos y desarrollos a nivel global durante los próximos años estarán basados en el equilibrio y los tumbos que se deriven de esta rivalidad.

Es muy probable que mientras en el polo que encabezan los Estados Unidos e Inglaterra no existan más naciones adherentes que las actuales, es altamente impredecible lo que pueda suceder con el binomio que encabezan China y Rusia. Pero ya no será fácil que uno de los polos llegue a dominar al otro por completo, por lo menos en los próximos cinco o seis años, debido a la notable diferencia en el poder económico entre ambos polos y sobre todo en el presupuesto bélico.

En la actualidad la suma de los presupuestos bélicos de China y Rusia (90 mmd y 40 mmd) apenas representan un poco menos del 20% del presupuesto de los Estados Unidos para el 2011 (708 mmd) y en lo referente a la prospectivas de sus economías, China podría alcanzar el 70% de la economía estadounidense para el 2014, siempre que no existan crisis violentas o guerras extensivas durante ese período de 5 años.

De lo que no existe duda es de la estrategia incruenta que está desarrollando el eje del Este para primero controlar las fuentes globales de energía, ni del cauteloso contra ataque que realizan los Estados Unidos, tratando de utilizar la hipermedia y las redes sociales en lugar de los ataques militares que los liquidarían ante la opinión pública internacional y dañarían todas sus operaciones comerciales y financieras actuales que han descendido como nunca en la historia.

El eje China-Rusia está ahora mismo a punto de terminar un ducto global de gas y petróleo donde incluye a muchos exportadores y están tejiendo acuerdos con ellos que en algunos casos trascienden el aspecto comercial y llegan a considerar la esfera de lo militar. Los más recientes acuerdos han sido con Venezuela, Argelia y Sudán, sin considerar los ya existentes con Irán, Turquía y Siria.

Este nuevo eje del Este cuenta por una parte con la enorme experiencia técnica de los rusos en sus abundantes recursos energéticos y por otra la gran capacidad financiera y de mano de obra barata de los chinos, tratando de englobar en su órbita a la mayoría de los exportadores de minerales y energéticos.

Una vez que logren completar este monopolio energético dirigido desde Pekin y Moscú, procederán a abandonar los sistemas financieros y monetarios creados por Occidentes e intentarán crear un nuevo orden financiero y monetario basado en sus monedas y en sus conceptos financieros. De hecho, el Banco Central de Pekin ya ha convertido a yuanes todas sus transacciones internacionales desde hace unos días. Esto redundará en grandes perdidas para las instituciones financieras del Eje Occidental y probablemente cause su quiebra total.

Aún cuando el eje China-Rusia reitera su propósito de impulsar un eje multipolar, lo cierto es que con el volumen de operaciones comerciales y financieras que realizan en el presente ya han construido un nuevo orden mundial que está desafiando y vulnerando a los Estados Unidos. Es probable que esta clara tendencia pueda ocasionar una pronta supremacía del Eje del Este sobre el Oeste que al verse superado intente generar algunas guerras aisladas para obtener liquidez, pero el desenlace de estos conflictos será rápido e inesperado.

Es obvio que si la acción bélica fuese la solución a este cambio en la estructura del orden mundial, los Estados Unidos ya hubieran descargado toda su fuerza bélica en el espacio crítico donde se construye el nuevo recolector de energía en Eurasia, pero el Pentágono es consciente que su viejo negocio de la guerra está en plena decadencia y ven con estupor que tanto China como Rusia evaden las múltiples provocaciones de Estados Unidos a todo lo largo de la enorme ruta del Gran Medio Oriente, incluyendo el Océano Indico y los vericuetos de los mares del Sudeste Asiático.

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