Hacia otra gran crisis mundial

 

Durante la última sesión de la ONU convocada por el Presidente Obama en los Estados Unidos se expresó de forma muy clara el dominio total que tiene Norteamérica sobre la gran mayoría de los países de Occidente, las dictaduras árabes y la mayor parte de la treintena de países que constituyen el área denominada Gran Medio Oriente, donde se pone en evidencia la calidad de operador designado para esa región de Netanyahu, líder visible de la nación israelita. No obstante ha podido advertirse la gran escalada de China que intenta crear otro imperio mundial con la alianza de Rusia y de Irán para evitar el control total de los energéticos y de las armas nucleares en el vasto territorio de Asia y en su conexión hacia Europa.

Aún cuando han sido evidentes las disidencias de Hollande, el presidente de Francia y la muy morigerada de Vaclev Klaus, el presidente de la República Checa, puede decirse, sin eufemismos, que el imperio financiero de los Estados Unidos tiene controlada la situación por el momento, mientras sus genios del capital especulativo tratan de inventar un nuevo criterio global para el manejo de los grandes capitales a lo largo del mundo, sin que se les establezcan ningunas regulaciones y sin que las actividades de sus capitales tengan ninguna responsabilidad fiscal, laboral o ecológica. Por medio del chantaje, la intimidación del espionaje y los asesinatos legalizados en todo el mundo, la gran nación norteamericana pretende seguir siendo el líder único del mundo actual.

Existen, sin embargo, señales ominosas en toda Europa que indican el final del período de permeabilidad social que produjo el capitalismo social tras la destrucción causada por la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó una clase media que disfrutaba de un aceptable nivel de vida doméstica y logró que casi dos generaciones de sus descendientes tuviesen acceso a una educación media y superior que los habilitaron para lograr buenos puestos de trabajo dentro de una sociedad, donde la actividad económica productiva era la más importante hasta los años ochentas, en la denominada sociedad posindustrial, cuando el sector de servicios empezó a crear más empleos que la actividad productiva, hasta que a finales del siglo pasado significaron más del 80% de la generación total de empleos, mientras que la sociedad industrial empleaba el 15% y el 5% restante era para la actividad rural.

En el presente ambas etapas van en decadencia, mientras surge, desde el año 2000 – según el mediólogo Regis Debray – la sociedad digital, donde la proporción de empleos con relación a la inversión de capital es mucho menor al de la etapa de servicios y se han desregulado las responsabilidades empresariales por completo, de modo que los empleados y trabajadores en general ya no cuentan con servicios sociales, de salud, retiro y de educación gratuita para sus hijos. Obviamente ha desaparecido la permeabilidad social con gran parte de la clase media que había generado y el mundo se encamina hacia una etapa con gran riesgo de una explosión social. Este fenómeno cultural global ocasionado aún no tiene una denominación genérica para todo el mundo, pero son los equivalentes a “Occupy Wall Street” en los Estados Unidos, “Los Indignados” en España o “#Yo soy 132” en México.

Es muy compleja la composición y el desarrollo de este fenómeno cultural originado por la desaparición de la clase media en el mundo Occidental, pero existen testimonios inexplicables – captados por el medio televisivo de Europa y reproducidos parcialmente en los Estados Unidos – donde algunas mujeres que perdieron sus empleos en España, Italia y Grecia, ahora buscan ingresos en actividades denigrantes como la prostitución o el rescate de alimentos y de objetos de poco valor que habían sido tirados a la basura, ya que no han podido conseguir empleos nuevos y no han podido asimilar el gran oprobio de haber descendido en la escala social que no les permite acceder a ciertos satisfactores de la clase media a los que ya estaban acostumbradas. Obviamente, todos estos acontecimientos se tratan de esconder mediante el control transnacional del mass media, pero se trata de una realidad dramática que pudiera tomar el camino de la violencia.

A la par de este inédito fenómeno cultural del mundo Occidental, incluyendo a la mayoría de los países latinoamericanos y al Gran Medio Oriente, la situación se agrava y alcanza un nivel apocalíptico en empresas extranjeras, chinas, estadounidenses y europeas. Ha surgido una nueva fiebre del oro, similar a la que aconteció hace cien años y condujo al mundo Occidental hacia el momento más crítico de su historia moderna. En esa época, los Estados Unidos se llenaron de inmigrantes europeos que llegaron muertos de hambre a la ‘tierra prometida’, como lo señaló el cine de Hollywood en la figura del inmortal Charlie Chaplin. La situación actual es muy parecida a la de aquel entonces, sólo que ahora la lucha armada ocurrirá en Groenlandia, en algunas regiones del Antártico y en los mares del nororiente de China, mientras que los movimientos sociales acontecerán en las naciones con mayores índices de pobreza. Han cambiado las locaciones de las películas, así como sus principales actores, sólo la esencia perversa y codiciosa del ser humano permanece intacta.

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