Aunque Florencia contiene el momento más hermoso del Renacimiento, las visitas y entradas a los museos más importantes se han vuelto conflictivas, ya que no se concede el tiempo, ni el espacio necesario para quiénes son verdaderos amantes de las artes. Las visitas guiadas de tropeles de visitantes ajenos a las artes han traído como consecuencia la frustración total del espectador serio para poder disfrutar de este único y singular espacio renacentista que por azares del destino y la buena conducción de sus autoridades durante varios siglos se ha logrado conservar y mantener en todas sus expresiones artísticas con gran respeto al criterio original de sus creadores.
El particular motivo de mi visita en esta ocasión ha sido la de tratar de descifrar los elementos que intervinieron para lograr el cambio de la arquitectura románica a la gótica y la renacentista, más la evolución de la pintura gótica a la renacentista, por lo que haremos dos breves estudios, totalmente desvinculados uno de otro, ya que a pesar de que hubo una relativa coincidencia en el tiempo histórico, no la hubo en los elementos torales que condujeron ambos desarrollos sensacionales.
En el caso de la evolución en la arquitectura, el origen se remonta al momento de la Edad Media en el que las débiles y ambiguas estructuras de la comunidad cristiana transitaban por su etapa más crítica, cuando sus principales líderes se volvieron ermitaños y no existía ninguna institucionalidad. Al mismo tiempo surgieron varias corrientes alternativas al cristianismo que planteaban con distintas cosmogonías, historias y liturgias otras versiones de la vida de Cristo diferentes a las que señalaba el Vaticano. Esto originó una especie de reacción reivindicadora de la supuesta mitología original en los líderes de la iglesia cristiana de esa época tratando de destruir todas las diferentes versiones proféticas alternativas que abundaban durante el Medioevo.
Poco a poco se fueron destruyendo las sectas no aceptadas por el cristianismo oficial del Vaticano en ese período del alto Medioevo, como las de cátaros, albiguenses y bogomilos que se consideraban heréticas, por lo que después de destruirlas mediante la violencia oficial del Vaticano se instituyó un ministerio dedicado exclusivamente a la persecución y destrucción de las sectas heréticas y de aquellas que no aceptaban plenamente la versión profética oficial. Fue entonces cuando el Papa Inocencio III los destruyó con una Cruzada iniciada en el año de 1209 que duró 20 años. A partir de ese acontecimiento se intentaron edificaciones institucionales para abrigar a los ‘verdaderos’ cristianos quienes fueron constituyendo órdenes proféticas ‘genuinas’ que se instalaban en las edificaciones existentes abandonadas por el imperio romano en plena decadencia y cuyo liderazgo oficial se había trasladado a Bizancio.
Esa fue la razón histórica por la cual los primeros templos cristianos se acomodaron en las antiguas construcciones romanas ya existentes o bien edificaban sus propias iglesias y monasterios con ese mismo criterio arquitectónico, al mismo tiempo que les iban dotando de los elementos fundamentales que requería la liturgia cristiana de esa época hasta que surgió el gótico.
No debe sorprender, por lo tanto, que los cristianos medievales no hubiesen construido sus propios edificios, sino que partieron de la excelente ingeniería de los romanos y en su interior crearon los símbolos litúrgicos que les dictaban los líderes máximos, conforme iban tomando el control de las instituciones cristianas. De hecho, el proceso de la creación del estilo gótico tuvo su verdadera ‘inspiración’ en la necesidad del Vaticano, asociada a la de los monarcas reinantes en Europa, de desplazar de los poderes fácticos de la sociedad a los señores feudales, quiénes controlaban y explotaban a la clase trabajadora con la supuesta excusa de estar construyendo obras para honrar a Dios. De modo que les pagaban mínimos estipendios y les daban un trato de esclavos.
Si se plantea la evolución del románico hacia el gótico desde una visión tecnológica es obvio que existió un retroceso notorio en la forma de sustentar los grandes espacios que exigían las iglesias y monasterios, cuyos propósitos reales eran la ostentación del poder feudal y el control de las clases pobres. Por fortuna en Florencia pueden encontrarse algunas de las más bellas iglesias cristianas del mundo dentro de edificaciones románicas, ya sea con simples cambios en la fachada, como Santa Croce, donde se construyó un bello imafronte gótico, mientras en Santa María del Carmine se construyó en el interior un hermoso templo barroco en el siglo 18 y en San Lorenzo el genio de Brunelleschi creó el más sobrio y hermoso templo renacentista de Florencia en el interior de una edificación románica a la que no se le reformó ni un solo elemento de su imafronte original.Otro tanto sucedió en el templo del Santo Sprito en San Frediano, donde el genio de Bruneleschi transformó el interior de un edificio románico en un templo renacentista de una belleza sólo comparable a la de San Lorenzo.
Pero el hecho fundamental de este período de la Historia comprendido entre los siglos 12 y 14 fue la consolidación del Vaticano como rector de todo el movimiento religioso cristiano en Europa, aunque permanecían al acecho otras sectas afines como las desarrolladas en el Islam, donde la iconología estaba prohibida y había una concepción del espacio arquitectónico muy diferente al de la tecnología romana. Esta particular situación, aunada a la urgencia de instalar a los religiosos en sus monasterios y la necesidad creciente de cultivar una liturgia genérica, condujo al Vaticano a la creación de muchos edificios eclesiales y monacales donde se hospedaban a quienes tenían una vocación religiosa profunda que les permitía renunciar a su vida doméstica y a los caballeros de diversas órdenes que recababan los ingresos cobrados por los servicios litúrgicos para la sociedad constituida por los monarcas más poderosos de Europa y el Vaticano, mientras que perseguían a las diversas sectas que no eran aprobadas por el Papa y su cruento aparato inquisidor.
Estas circunstancias propiciaron que la mayoría de las edificaciones religiosas de los siglos X y XI conservaban la estructura románica, mientras empezaban a añadir arcadas, columnas, baldaquinos y otros elementos litúrgicos que provenían de las culturas de las viejas naciones de Mesopotamia, sin que aún fuese permitida la iconología. Más de pronto se inició con gran virulencia este concepto de ilustrar con imágenes y esculturas en los alfarjes o artesonados de los edificios y exhibir esculturas y tallas de seres divinos en la cantera de los patios del convento, ábsides, altares, refectorios y sitios fundamentales donde se representaban los pasajes más conocidos de la historia de Cristo y de su familia, así como de las circunstancias bajo las cuales se inició su Iglesia con la ayuda de sus principales discípulos. Con pocas variaciones, dichas historias del origen del hombre, de la misión profética de Cristo y de la fundación de su Iglesia constituyen la temática central y casi única de los edificios eclesiales y monásticos en los casi tres siglos que precedieron a la creación del estilo gótico.
Florencia fue la ciudad del mundo donde se expresó por vez primera la transición del románico al gótico y en ocasiones extraordinarias, como el de San Lorenzo y el del Santo Sprito, el tránsito directo del románico al renacentismo.
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