Aún cuando toda la parafernalia de la poliarquía mexicana se empezó a utilizar desde hace dos años con el propósito de instalar a Peña Nieto en la silla presidencial y de ser manipulado, sin reservas por los poderes fácticos mexicanos y estadounidenses, conviene señalar que hubo una serie de graves errores en los operadores de esta transferencia de poderes que han llevado al País a una especie de callejón sin salida, causando un impasse en el crecimiento económico, un cierre total de la permeabilidad social y muy probablemente una reactivación política de las nuevas generaciones que ya no aceptarán seguir siendo marginadas como ha sucedido en las últimas tres décadas, desde que se instaló la poliarquía diseñada por el neoliberalismo en los años ochentas.
Quizá el elemento más importante de esta nueva encrucijada política ha sido el desconocimiento de los dueños de los poderes fácticos que a partir del año 2000, los medios televisivos y periodísticos dejaron de ser los vehículos más importantes para la transmisión del poder, no solamente en México, sino en la gran mayoría de las naciones del mundo. Con la llegada de las redes sociales al mundo cultural y político, la gran mayoría de los operadores del sistema político y de los medios de comunicación masiva, no se enteraron de que dichas fórmulas de transmisión del poder habían quedado obsoletas para dar su lugar a las redes sociales, operadas por jóvenes de la última generación, por lo que toda la insulsa campaña para exaltar la belleza del rostro de Peña Nieto y de su consorte ha sido un rotundo fracaso ante quiénes ya no ven televisión, ni escuchan noticias radiofónicas y mucho menos leen periódicos.
Un segundo factor erróneo en la planeación de los actuales procesos electorales ha sido la conformación del Instituto Federal Electoral, ya que aún cuando se supone que tiene una total autonomía del Gobierno y de la clase política dominante, en la realidad todos sus miembros son personajes comprometidos con funcionarios del Gobierno y con los dirigentes de los partidos políticos contendientes, principalmente con el PAN y el PRI que están asociados para la designación del Presidente desde la época de Zedillo, cuando el PAN, a través de su jefe nacional de entonces Diego Fernández le cedió el triunfo en 1994, con la condición de que el próximo Presidente fuese panista.
Dentro de este mismo arreglo entre los contendientes de la clase política está la presencia del numeroso grupo de operadores electorales (mapaches) dirigidos por la nefasta profesora Gordillo, quién aplica los jugosos ingresos de su sindicato de maestros y la del partido a sus órdenes para ponerse al servicio del mejor postor entre los partidos contendientes por la Presidencia. En esta ocasión ha cambiado de bando y con el dinero de los impuestos de los mexicanos se dispone a imponer a sus familiares e incondicionales en puestos del Congreso y a ceder los votos a la presidencia que obtiene con sus patético ‘títere’ al ex presidente Salinas y a la élite que forma parte de la poliarquía mexicana.
Otro elemento desestabilizador de los actuales procesos electorales ha sido la participación de la maquinaria del crimen organizado en muchas regiones del País. Particularmente en la zona fronteriza con Estados Unidos, donde destacan los Estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y el norte de Veracruz, sin que se haya podido determinar la responsabilidad de los funcionarios públicos, ni la participación directa del crimen organizado en la alteración de los procesos electorales.
Aún cuando han sido evidentes la asociación entre PAN y PRI en la elección presidencial, el apoyo de Calderón hacia el PRI, el descaro del duopolio televisivo al señalar por anticipado las políticas que seguirá Peña Nieto, más la millonaria contribución de algunos consorcios multimillonarios cuyos impuestos han sido diferidos y condonados, han surgido dos elementos controversiales con gran autonomía que no han podido ser cooptados por la poliarquía reinante y no podrán controlarse en el futuro inmediato: por una parte los millones de jóvenes que ahora intentan participar en la política y pretenden recobrar la permeabilidad social que hizo ascender a sus abuelos en la escala social, ya que sus padres no lo lograron en las más de tres décadas de poliarquía neoliberal; mientras por otra parte está la figura del multimillonario Carlos Slim, cuya desmedida ambición, total autonomía y gran poder económico ha generado una situación controversial con el duopolio televisivo y las empresas multimillonarias, por lo que existe una gran posibilidad de que intente consolidar una nueva fuerza política de gran poder que enfrente a la poliarquía actual, ya sea acercándose a la izquierda política o a las juventudes liberales.
A pesar de todos estos elementos desestabilizadores de la poliarquía actual, su dominio podría perdurar por un corto período de tiempo, sobre todo si recibe el apoyo del Pentágono y el soporte de la diplomacia norteamericana, de donde depende todo su poder. Pero no es remoto considerar que la gran nación vecina morigerará su dominio sobre México si Obama logra destruir a la ultraderecha republicana y establece un control político total donde se logre liberar a los casi 20 millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos con una libertad condicionada, sin acceso a los servicios de salud, de seguridad social y de educación.
También será determinante del futuro inmediato de México, la movilización de las Fuerzas Armadas y de los medios de transportación ultramarina y aérea hacia las costas del Pacífico, donde se está creando el nuevo mundo de los negocios y de la guerra, que han sido los principales elementos de la grandeza del Imperio Norteamericano durante más de 100 años. De forma aleatoria, los multimillonarios de ambas naciones que ahora conforman la poliarquía mexicana, perderán en alto grado su importancia ante el flujo de grandes inversionistas de Australia, el Sudeste Asiático y Europa que están llegando a México para crear empresas productoras de bienes y servicios que puedan atender al enorme mercado norteamericano, ya que sus grandes capitales productivos de antaño han huido para refugiarse en la fácil riqueza que genera el capitalismo financiero.
Al margen de la solución política o militar que se aplique a este desastroso proceso electoral y de quién llegase a la Presidencia de México, la suerte ya está echada y no existe la menor duda de que los elementos fundamentales de la actual poliarquía han perdido toda su capacidad de manipulación, así como la fragmentada y despistada izquierda mexicana serán removidos por la nueva generación de jóvenes que aspiran a una sociedad justa y permeable, inscrita en el nuevo mundo de comunicación de la hipermedia.
Adendo: Basta decir que en el padrón elaborado por el IFE, el número de votantes rurales superaba con 10 millones al que había elaborado el INEGI en 2010, para entender con claridad meridiana que el fraude electoral para la presidencia fue elaborado desde antes que el IFE presentara sus padrones oficiales en Junio pasado.
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