Ahora mismo, a sólo dos días de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, las empresas mediáticas dedicadas a las encuestas electorales pretenden mostrar una lucha muy reñida entre Obama y Romney con una diferencia menor a los dos puntos porcentuales. No obstante, hubo dos hechos muy significativos en los pasados días que hacen pensar en un triunfo de Obama por un margen considerable.
Uno de estos dos eventos fue encabezado por el Sr. Bloomberg quién ejerce su tercer período como alcalde de Nueva York y siempre ha expresado un alto grado de oposición a las políticas del presidente Obama. Pero justo unos días después de que se presentó el impacto de un enorme huracán en la ciudad más importante de los Estados Unidos, su actitud cambió por completo, señalando que sólo una política que contemple acciones contra los fenómenos derivados del cambio climático podrá preservar el futuro inmediato de la nación estadounidense.
Señalaba Bloomberg que a pesar de haberse cumplido todas las medidas preventivas institucionales que existen para enfrentar a los fenómenos naturales más violentos en la gran metrópoli, los daños causados superan cualquiera previsión del Gobierno y no será posible salir adelante con una política, como la de Romney, donde se contempla disminuir el cobro de impuestos a los causantes de mayores ingresos y liberar la emisión de gases de invernadero en todas las empresas industriales para que se desarrollen con libertad y puedan contratar a un mayor número de trabajadores.
Estima Bloomberg que no podrá existir crecimiento económico y aumento en el empleo en los Estados Unidos si no se contemplan los altos costos que origina el cambio climático. Ahora mismo, la rehabilitación de los servicios y los costos de los damnificados serán alrededor de 40 mil millones de dólares que de una forma u otra tendrán que obtenerse del cobro de impuestos a una clase trabajadora donde aumenta el desempleo día con día o de las reservas de un Gobierno que la administración de Bush dejó en bancarrota total.
El otro evento reciente que afectará en forma negativa a Romney, quizá con mayor fuerza, fue su infortunada y desinformada declaración de que el Estado no debiera seguir financiando a las grandes empresas automotrices nacionales, debido a que están huyendo de los Estados Unidos hacia lejanos países, como China, donde tienen importantes subsidios fiscales, además de que existe una total lasitud en las regulaciones laborales y ecológicas.
La respuesta de los altos directivos de las empresas automotrices más importantes fue tajante y con un mensaje claro para Romney de rechazo y crítica, donde se señalaba que la decisión de producir automóviles en China se fundamentaba en el incremento del mercado potencial de compradores en ese país, así como facilitar la huída de los mercados europeos donde el mercado se ha reducido en medio de la gran crisis actual, pero sin ocasionar una sola baja en el personal empleado en los Estados Unidos. Asimismo expresaron que era ridículo pensar que fuese costeable producir automóviles en China para ser exportados a los Estados Unidos.
Obviamente, al mensaje anterior se añadió el del sindicato de trabajadores automotrices de los Estados Unidos que sigue siendo el más grande en el País, cuyos dirigentes señalaron que sus afiliados votarán por Obama, sin necesidad de que sus altos funcionarios lo sugieran. En resumen, lo mucho que aún permanece funcionando de las grandes empresas automotrices significará, sin duda un gran apoyo para Obama.
Aunque es muy difícil conocer el origen real de estos dos eventos publicitados en exceso por la prensa oficial de los Estados Unidos, justo a unos días de las elecciones presidenciales. Existen dos situaciones de hecho que sugieren un escenario de teatro de democracia electoral típico del Imperio, donde un joven afroamericano sin otra fortuna que la de ser empleado de los judíos de Wall Street, enfrenta a un multimillonario blanco que no quiere pagar impuestos y rechaza cualquier tipo de regulación al flujo del capital financiero.
Pero, como los verdaderos dirigentes de la nación más poderosa del mundo son la sociedad entre los dueños del Pentágono y los del teatro de la paranoia de la CIA, su condición de malvados institucionales no les evita comprender que su mejor opción está en quiénes tienen la posesión real del dinero del Estado, sobre todo en un momento en que las instituciones castrenses y de inteligencia de todo el mundo viven una gran crisis de credibilidad y de falta de recursos para seguir convirtiendo a ‘la guerra’ realizada en tierras lejanas en el negocio más redituable de los últimos 100 años.
(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)