Desde su creación en el siglo 5 AC, conocido como ‘el siglo de oro’ de Atenas, el término ‘democracia’ significaba ‘poder del pueblo’, aunque no dejaba de ser una falsedad y una utopía, ya que el sector del pueblo que tenía poder político para seleccionar a sus gobernantes era una clase de alto nivel económico y social con su vida doméstica totalmente resuelta y contaba con sirvientes en calidad de esclavos que eran sus principales mentores durante sus primeros años de vida y luego se convertían en sus guardianes y consejeros.
Otra gran contradicción de la democracia ateniense era que las mujeres, los pobladores de origen foráneo y las bajas clases sociales no tenían carácter de ciudadanos y no podían participar en la política. Por otra parte, la extensión del territorio del Estado ateniense era equivalente al de una ciudad pequeña de la actualidad, por lo que todos sus pobladores se conocían en mayor o menor grado y el nivel de sabiduría de todos ellos era del dominio público. De modo que con relativa facilidad escogían a los que consideraban más sabios e inteligentes para ser sus líderes políticos.
Aunque Grecia fue una de las primeras naciones de la civilización humana que trató de usar el pensamiento crítico y la ciencia para explicar los principales fenómenos visibles que no lograban comprender, su mitología y su cultura colectiva creó una complicada casta de personajes divinos de ambos géneros con distintos rangos, además de semidioses y héroes derivados del apareamiento – real o virtual – de seres divinos con personas de carne y hueso, con el propósito de explicar no solamente el origen del Universo y el invisible mundo metafísico, sino de los principales caracteres, conductas y emociones de los seres vivientes. Por lo que surgió un mundo totalmente nuevo donde los paradigmas preponderantes eran la búsqueda de la sabiduría y de la belleza.
No obstante, sus sucesores romanos apenas conservaron los conocimientos geométricos y matemáticos elementales de los griegos para poder calcular las grandes extensiones de sus territorios conquistados, construir sus enormes caminos y edificios públicos; además de administrar con precisión a todas las naciones y grupos étnicos que lograron dominar durante los 16 siglos de su Imperio. Aunque construyeron una visión mitológica de divinidades similares a las griegas, no intentaron crear un sistema democrático e igualitario para las altas clases sociales, sino que las pusieron al servicio exclusivo de los líderes militares con sede en Roma, quiénes habían logrado la primera gran expansión del Imperio. Luego los trasladaron a Bizancio, cuando la invasión de los francos los desplazó de Roma y el imperio carolingio dominó hasta la muerte de Carlomagno a mediados del siglo 8 DC.
Toda la historia de Occidente revela que jamás hubo un atisbo de igualdad entre las diferentes clases sociales y fueron los descendientes de los dioses o los posesionarios de las tierras y de los bienes materiales quiénes han dirigido los hilos de la política de los Estados hasta el presente. Fue la Revolución Francesa el único evento relevante de la historia de Occidente donde fueron cuestionados los poderes omnímodos de los monarcas y aristócratas, cuando los genios de la Ilustración crearon la utopía de la igualdad entre todos los seres humanos. Entonces surgió por primera vez en la Historia el concepto de la democracia que fue cruenta, efímera y paradójicamente instituida por un monarca francés (Napoleón Bonaparte).
Una perversa interpretación de dicha paradoja fue realizada por los líderes estadounidenses que en esa época intentaban liberar a los Estados Unidos de la dominación británica y haciendo un menjunje entre la mitología de los cuáqueros que fueron los primeros anglosajones que llegaron a América del Norte y las despistadas y absurdas cosmogonías de los francmasones crearon lo que ha sido el Estado occidental más exitoso del mundo en el último siglo, con un concepto de la democracia sui generis, una estructura territorial muy ambigua y un sistema político con cuatro poderes: bélico, legislativo, ejecutivo y judicial de gran complejidad que han quedado en manos de la élite de megamillonarios y hasta ahora, después de más de cien años de operación empiezan a tener conflictos serios en el mundo global y entre los dos únicos partidos políticos existentes.
De este indescifrable galimatías del sistema político estadounidense se derivan los conceptos absurdos que retroalimentan a su complicado sistema electoral, donde la capacidad de un individuo para participar en la política está determinada por las contribuciones monetarias de sus familiares, socios y amigos que lo promueven y por las ideas que dicho candidato aporte para incrementar sus ingresos, para gestionar disminuciones en el pago de sus impuestos y eludir todas sus responsabilidades sociales, laborales y ecológicas.
Este modelo electoral, supuestamente representativo y democrático, con diferentes versiones ha sido adaptado a la mayoría de las democracias occidentales, en función de los poderes fácticos dominantes, de las mitologías culturales predominantes y de la cultura colectiva religiosa o laica existente. Por lo que ahora mismo, cuando declina el imperio estadounidense, la mayoría de las naciones que controlaba y aún la propia nación norteamericana, sufren de grandes conflictos en sus procesos electorales, ya que sus clases medias pensantes están decreciendo, las clases sociales precarias están en aumento y la corrupción crece lo mismo que la inseguridad, mientras que el Gobierno carece de ingresos para apoyarlas y ha surgido una forma de gobierno alternativo con las crecientes economías criminales, en muchas ocasiones asociadas con los Gobiernos oficiales.
Conclusiones.- Debido a la dificultad actual de aplicar los modelos electorales tradicionales en la gran mayoría de los Estados democráticos de Occidente, los mismos eventos ocurridos en los más recientes procesos electorales de Occidente están delineando los nuevos modelos, donde los cambios más importantes podrían ser los siguientes:
1.- Habrá una desaparición lenta de los partidos políticos.
2.- Los partidos políticos ya no contarán con apoyo financiero del Estado.
3.- Se legislará sobre las aportaciones de empresas, particulares y ONG’s en las campañas políticas.
4.- Rediseño total de las instituciones que regulan los procesos electorales.
5.- Rediseño del proceso de votación hacia un método electrónico con resultados inmediatos y de muy bajo costo.
6.- La identidad del votante se hará mediante la digitalización de las actas de nacimiento de toda la población.
Adenda: Estas son algunas de las posibles modificaciones que sufran los procesos electorales en los Estados de Occidente en el corto plazo, pero sin duda habrá más. Muchas de estos cambios ya se aplican en las naciones del mundo que están más avanzadas en la era digital, como Noruega, Dinamarca, Finlandia, Japón, etc. No hay duda de que las próximas elecciones presidenciales de EUA presentarán nuevos ajustes al obsoleto sistema electoral vigente.