El pensamiento crítico no llegó a Monterrey

 

Aún cuando el marxismo había mostrado a Adrián cosas que nunca ha olvidado hasta ahora y le mostró la importancia de la modestia intelectual que le permitía distinguir la diferencia entre el pensamiento dogmático y el pensamiento crítico, habían entonces escritores y humanistas con gran éxito literario como Freud, Adler y Marx que tenían una visión seudocientífica del mundo que sólo intentaba verificar y confirmar sus teorías, mientras que aparecía Einstein, quién por el contrario tenía una actitud crítica genuina que buscaba revisiones tendientes a refutar su propia teoría, más nunca tratando de confirmar su veracidad como sucedía con las publicaciones seudocientíficas.

Adrián había aceptado las ideas de los filósofos del pensamiento crítico que señalaban que de alguna forma todos los seres humanos eran filósofos en cierto grado, a pesar de no estar conscientes de ello, pero que siempre conservaban prejuicios filosóficos, mientras se regodeaba en la apología que Platón había escrito sobre Sócrates donde se encomiaba a la verdadera modestia intelectual que debiera tener el sabio genuino.

Al conocer la historia de todos los grandes científicos del mundo, Adrián había encontrado el común denominador de su modestia y de su condición siempre presente en la búsqueda de la verdad, aún cuando no existiese una clara definición de ésta. Ya que siempre existía la posibilidad de acercarse a ella mediante un examen crítico de las teorías, exponiéndolas a una eventual destrucción y llegando a la hipótesis de que la sabiduría o el saber nunca serán más que una pequeña porción del ‘no saber’, por lo que Adrián repetía a menudo las frases del ‘diablo’ de Goethe quién decía; ‘desprecia la razón y las ciencias – que son la mayor fuerza del ser humano – y te tendré del todo en mis manos.’

Hacia 1961, cuando ocurre en Tubinga el famoso debate sobre el positivismo en la sociología alemana, Adrián se enteraba de primera mano, a través de su maestro de epistemología que el mismo método de estudio para las ciencias naturales y sociales consistía en intentar soluciones alternativas para sus problemas y para los principios de los que parte. Descubría que el método crítico no era inductivo, sino orientado a problemas, por lo que tampoco era objetivo.

Se consideraba totalmente erróneo suponer que la objetividad de la ciencia dependía de la objetividad del científico y también era erróneo creer que el científico natural era más objetivo que el científico social, ya que el científico natural es igual de parcial que las demás personas y por lo general presenta una enorme estrechez de miras y parcialidad en la defensa de sus ideas.

No obstante, a pesar de la subjetividad individual, a final de cuentas el método científico es objetivo porque es crítico. Por lo que se mencionaba que no existe una ciencia que sólo sea observadora, sino una ciencia que teoriza y critica de manera más o menos consciente, mientras se hace extensiva para los fenómenos sociales.

Adrián observaba que el viejo concepto de la crítica había evolucionado hacia los años sesentas cuando se buscaban argumentos de autoridad y de fuerza que pretendían derrotar a otros pensadores. Una situación que prevalece en alto grado hasta el presente, donde se trata de reducir en lo posible los argumentos de las otras personas, buscando que los propios sean los únicos válidos.

No obstante, en el nuevo pensamiento crítico se busca que la crítica sea constructiva y que contenga argumentos o pruebas que demuestren que la propia teoría puede ser falsa o que no se cumple en algunos sectores de la territorialidad que pretende abarcar. La crítica constructiva es de alguna forma una posición optimista frente a la ciencia que evoluciona en forma pacífica.

Adrián observaba que detrás del pensamiento crítico existía escondido otro movimiento filosófico que se denominaba ‘racionalismo crítico’ donde también se involucraba una posición ética. Dicho de forma coloquial significaría que ‘es posible que yo esté en el error y tú estés en lo correcto, más si ambos hacemos un esfuerzo coordinado podríamos acercarnos más a la verdad’-

El racionalismo crítico significaba una posición vinculada a la tolerancia, señalando que el desarrollo de la ciencia se asemeja a un modelo donde la tolerancia y la crítica constructiva se destruyen en paz. Pero la parte fundamental del racionalismo crítico es la que considera que todo ser humano tiene derecho a que lo escuchen y a defender sus argumentos, al menos de quiénes no son intolerantes, ya que nadie mata a un ser humano cuando antes ha aceptado escuchar sus argumentos.

Adrián había aprendido que existe una simbiosis perfecta entre el racionalismo y el pensamiento crítico, de modo que ambos debieran promoverse mediante las fórmulas pedagógicas en todas las personas y debieran utilizarse no sólo en el ámbito de la ciencia, sino como elementos fundamentales en la formación de las ideas, de las imágenes e inclusive de los sueños.

Por medio de la crítica a nuestras propias conjeturas y a las de otras personas se puede llegar a un acuerdo para destruir una teoría o para crear una visión del mundo colectiva que permita al ser humano sobrevivir a todas las teorías que tendrán que morir tarde o temprano.

La crítica constructiva es en cierta forma el motor de la vida del ser humano, de modo que eso que ahora sucede en la ciencia le permita la creación de nuevas teoría que puedan ser trasladadas a otros ámbitos de la vida humana, como la política, la ética y los fenómenos sociales.

Dentro del pensamiento crítico se concluye que la epistemología no debe dejar a un lado las implicaciones de la ciencia, por lo que la crítica argumental debe fundamentar al pensamiento crítico o a la actitud crítica que respete la vida de las personas, ayude a la construcción del conocimiento y que evite morir al ser humano en enfrentamientos causados por ideales o argumentaciones diferentes.

Por desgracia, en esa época de los años sesentas, la Universidad de Nuevo León cayó en las manos de la ultraderecha, cuando se nombró rector a Eduardo Elizondo, un típico empresario regiomontano reaccionario e inculto, quién acabó por completo con el concepto de verdadera universidad en búsqueda de la verdad que había creado el Lic. Raúl Rangel Frías. Mientras tanto se fortalecía el ITESM en todo México, con la errónea creencia de que el futuro de la sociedad mexicana estaba en imitar la forma de pensar de los norteamericanos que asistían a sus universidades que hasta ahora persisten en considerar que la única verdad existente es la que su dios extrabíblico mostró en forma exclusiva a los estadounidenses fundadores de la gran nación americana.

Adrián se quedó solitario con el concepto del pensamiento crítico, sin que pudiese compartirlo sino con las escasas personas que lo llegaron a conocer en ciertas universidades europeas, hasta que hace unos cuantos años volvió a aparecer en el movimiento cultural anglo sajón conocido como ‘la tercera cultura’ que poco a poco ha ido permeando a las universidades y organismos de investigación más importantes del mundo. Y de manera aún más lenta hacia el mundo hispanoparlante.

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