El fenómeno político, económico y social que ahora se experimenta en España es quizá el síntoma más claro de la decadencia del modelo de democracia republicana representativa que fue ideada hacia fines del siglo XVIII por los grandes pensadores de La Ilustración encabezados por Montaigne, Diderot, Montesquieu y Voltaire para ser convertidos en una realidad de facto con la formación del primer Estado que operó en el mundo con este modelo político en el territorio de América del Norte donde se fusionaron los estados que estaban bajo control de Francia y de Inglaterra durante el proceso de la independencia de los Estados Unidos.
No cabe duda de que este modelo político creado por los aristócratas franceses para liberar al monarca de sus deberes políticos creando una burocracia encargada de atender los asuntos populares y los flujos de dinero del reino generó finalmente un ambiguo pero efectivo sistema político que ha funcionado con éxito durante poco más de dos siglos y ha creado además un modelo económico, comercial y financiero que se extendió hacia todo el resto del mundo que ahora mismo está en su etapa final, cuando el mundo está cambiando por la presencia de la gran economía de China que ha transformado por completo las rutas comerciales, los procesos de producir bienes y las empresas de servicios. Además de que está creando un nuevo sistema financiero global que ha ido desplazando al viejo sistema monetario creado por Reino Unido desde mediados del siglo XIX y luego refrendado por los Estados Unidos en la segunda década del siglo XX (1913) cuando se creó la FED que fue reemplazando la moneda metálica por el papel impreso de los dólares que sigue funcionando hasta el presente.
Lo que ahora acontece en España y en la mayoría de las naciones de Europa Occidental es el principio del fin del modelo político, económico y social de Occidente, ya que las fuentes tradicionales de producción que habían sido creadas desde la Revolución Industrial de principios del siglo XIX están desapareciendo debido a que los multimillonarios que eran dueños de las grandes empresas con alto nivel de manufactura decidieron dejar de pagar impuestos al Estado y trasladaron sus fábricas hacia el Oriente asiático donde se les ofrecían grandes prerrogativas fiscales, laborales y de normatividad ecológica que les permitían aumentar sin riesgo alguno sus utilidades.
Lo que ahora acontece en España, Portugal y la mayor parte de las naciones de Europa Occidental es que las empresas con alto nivel de manufactura se han ido retirando de esa zona por los altos costos laborales, la fuerte regulación ecológica y la inseguridad financiera originada por la creación de una región donde se instauró el sistema monetario del ‘euro’ que no tiene un sustento real, con excepción de la industria alemana y donde el mercado de consumo se ha ido desplazando hacia el Oriente, sobre todo para las rutas comerciales creadas por China desde Pekín hacia Berlín, tanto a través de Rusia como de Africa, en donde todas las naciones comprendidas en esas rutas son financiadas por los bancos de China, lo que no les permite adquirir mercancías si no provienen de la nación que los ha financiado.
De modo que la producción industrial de España ha caído por completo y su índice de desempleo alcanza una cifra promedio de 20% que duplica a la de la mayoría de los países europeos. Por lo que al carecer de empleos para los jóvenes, las clases populares y las desaparecidas clases medias, el sistema político de dos partidos que antes funcionaba, combinado con la triste comedia de la monarquía que resultó tan rapaz como el de los funcionarios públicos que gobernaron a través del PP y del PSOE están inmersos en una terrible crisis cuyo desenlace no está a la vista.
Si al problema de España se añade la deserción de Reino Unido de la Unión Europea, con la probable salida de otras naciones, es inminente el derrumbe del euro. Si además se considera el desastre migratorio procedente de Africa y del Medio Oriente islámico y palestino no cabe la menor duda de que toda Europa entrará en una grave crisis, donde el turismo de Francia, Italia y España no será suficiente para evitar un colapso económico de grandes dimensiones. A la crisis europea tendrá que añadirse el punto final del conflicto interminable en el Medio Oriente y la caída final de la economía norteamericana que arrastrará consigo a sus aliados israelitas y su control financiero global, además de la industria bélica de mercenarios y el terrorismo de Estado creado por los Estados Unidos desde la época de las familias de Cheney y Bush.
Adenda: Es muy difícil pronosticar cuál será el futuro del mundo occidental en el corto plazo, pero es obvio que en unos cuantos años será desplazado por el nuevo modelo híbrido de China donde una autocracia que ya tiene tres generaciones se mezcla con el comunismo, la democracia y el libre mercado, sin que exista – en apariencia – ninguna mitología que la sustente, sino un afán de subsistencia y un sueño de volver al poder que tuvieron hace miles de años.
También es imprevisible lo que sucederá con Africa, con Latinoamérica y todas las naciones que fueron colonias de Occidente. Pero puede prevenirse que con la pérdida de fuerza de sus viejos amos de Occidente, habrá nuevos espacios económicos y políticos para estas naciones. No hay duda que Oceanía y las grandes islas del Pacífico Sur serán las regiones del mundo más beneficiadas en este gran cambio geopolítico que ahora acontece en todo el mundo.