Hace tres semanas que se inició un moviendo popular, ajeno a los partidos políticos y a las instituciones sindicales, cuyas acciones de protesta no han sido cubiertas por la gran mayoría de los medios de comunicación masiva de los Estados Unidos.

No obstante, el movimiento continúa creciendo al irse añadiendo muchos sindicatos de trabajadores y partidarios claramente identificados con los demócratas, al grado de que este fenómeno social inédito pudiera convertirse en una fuerza destructora el viejo equilibrio político de los Estados Unidos.

La escencia de esta creciente inconformidad ha sido la confabulación de los gobiernos federales – Desde Clinton hasta ahora con las grandes instituciones bancarias para desregular todas las operaciones que realiza la banca especulativa y las empresas que cuentan con departamentos que llevan a cabo operaciones similares a la banca de inversión.

El segundo elemento de esta protesta popular ha sido la ventaja que obtuvieron los banqueros con esa desregulación total que les permitió crear burbujas de falsa riqueza y enormes salarios que finalmente fueron pagados por los mismos contribuyentes de la clase trabajadora.

Por último, los banqueros que fueron salvados de la bancarrota con los impuestos pagados al Gobierno, volvieron de inmediato a sus prácticas de crear riqueza sin trabajo y a negar el crédito para el consumo de los trabajadores y para quienes intentan labores o servicios en la economía productiva.

Obviamente la mayoría conservadora del partido republicano y quienes poseen una posición económica desahogada opinan que esa gente mal vestida y grosera debe ser reprimida, pero no están conscientes de la gravedad de sus problemas y de que esta revuelta pudiera cambiar el destino del gran país norteamericano.

Es obvio que la naturaleza popular del Occupy Wall Street lo ha limitado en muchos aspectos básicos como la publicidad y la precisión de sus demandas; pero se justifica con el hecho de que carece de lideres políticos e intelectuales que lo convierte en más auténtico y más peligroso.

Aunque es absolutamente impredecible lo que sucederá con este movimiento social en los Estados Unidos, debe considerarse como un síntoma de agotamiento del sistema capitalista en su etapa “financiera”, además de ser un rasgo característico del colapso de un gran Imperio. Ya que la supuesta igualdad en los derechos de sus ciudadanos ha sido burlada por un mecanismo legaloide de supuesta liberación de los mercados financieros que beneficia a un pequeño sector de la sociedad mientras perjudica a las grandes mayorías.

Quizá lo más crítico de este movimiento popular es el momento histórico en le que se presenta, cuando la hegemonia del Imperio norteamericano está seriamente amenazada por el creciente poder bélico y económico de la República China y las potencias emergentes de la India, Brasil y el Sudeste Asiático , incluyendo a Australia.

Como siempre sucede en la eventualidad e un colapso del Imperio, habrían víctimas y beneficiarios en proporciones equivalentes:

Al dañarse el mercado más grande del mundo actual saldrían damnificados sus proveedores más importantes, como China, Japón, Canadá, México, Arabia Saudita, Irak, etc. Pero se beneficiarían aquellas naciones capaces de producir los satisfactores para el mercado estadounidense.

Paradójicamente, las naciones más beneficiadas, con excepción de China y Arabia Saudita serían las mismas que fueron perjudicadas con la contracción del mercado estadounidense.

Contrario a lo que piensan los líderes políticos y empresariales de México, con estos cambios en la economía productiva mundial, la nación mexicana será la mas beneficiada de la región por su enorme acceso geográfico al mercado norteamericano, ya que tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece.

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