La gran mayoría de los economistas que han alcanzado reconocimiento en sus estudios científicos a nivel global, coinciden en que existen claras señales en el mundo actual que vaticinan el final casi inmediato del dominio de Occidente sobre el resto de las naciones del Planeta.
Aunque el orden de los elementos que aseguran el fin de la hegemonía Occidental sufre algunas variaciones entre los grandes expertos en economía, casi todos consideran que las economías nacionales o regionales son incapaces de crecer cuando su endeudamiento supera al 90% de su PIB. Tal como ahora sucede con los Estados Unidos, Japón y algunas economías de Europa.
Otro factor fundamental para conservar una taza saludable de crecimiento económico es el de tener una extensión territorial que no sea excesiva para evitar lo que ocurre siempre con las colonias lejanas a los imperios o a las naciones débiles de una región con alto grado de crecimiento. Ahora mismo esto sucede con algunos países sujetos al dominio de los Estados Unidos y a las economías periféricas al eje Francia – Alemania en la Unión Europea.
Un tercer elemento que determina la pérdida del poder económico de Occidente ha sido la disminución de las fuentes de energía para las grandes economías occidentales, sobre todo por el agotamiento de los mantos petroleros con bajo costo de explotación y la dificultad de encontrar energéticos alternativos de bajo riesgo, después de los desastres registrados en Rusia y Japón con el uso de la energía nuclear.
No hay duda de que la caída brutal de la industria manufacturera y exportadora, tanto en EU como en Europa durante las últimas tres décadas constituye otro elemento que ha propiciado el desempleo de Occidente y el consiguiente fortalecimiento de la clase media en las economías emergentes. Ahora mismo todos recuerdan que la fortaleza de la economía de los Estados Unidos la construyó Roosevelt sobre la industria de manufactura y la capacidad de compra de esa clase trabajadora.
Después de la desaparición de la industria manufacturera ocurre un proceso de fragmentación en medio de la globalización y cada país enfrenta una especie de regreso a la autonomía nacional buscando su propia salvación dentro de una crisis económica y financiera sin precedentes desde los años 20’s.
Al perderse el poder adquisitivo de las monedas básicas como el dólar y el euro las economías que las emiten pierden fuerza y se inicia un proceso de reconstrucción del sistema monetario internacional muy confuso, ya que las economías en desarrollo como China y la India no desean encabezar el nuevo orden mundial en materia monetaria y financiera.
Quizá el factor más decisivo de esta crisis del poder económico de Occidente se deba a la pérdida del liderazgo tecnológico durante las últimas décadas en las que ha existido mayor desarrollo en China y la India.
Al mismo tiempo, los Estados Unidos y sus socios europeos mantuvieron un nivel de gastos bélicos muy altos, pensando en que la guerra había sido durante muchos años su principal fuente de ingresos, sin reflexionar que esa estrategia había dejado de funcionar desde la Guerra de Vietnam.
Ahora que los Estados Unidos han optado por inventar a sus enemigos en la guerra terrorista sus arcas están vacías y se aprestan a abandonar el liderazgo mundial de casi un siglo.
Todos los pronósticos indican que para el año 2030, China, la India, más las potencias emergentes del sudeste asiático serán los nuevos líderes de la economía mundial dejando en un segundo plano a los actuales lideres de Occidente.
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