En el artículo anterior mencionaba el patético desconocimiento de la alta clase política y empresarial de México acerca de las nuevas tecnologías de explotación de gas y de petróleo por el proceso denominado ‘fracking’, ocasionando el planteamiento de una supuesta reforma energética basada en informaciones falsas sobre la realidad de Pemex, en una mercadología totalmente obsoleta y en los proyectos, también distorsionados, de Lázaro Cárdenas, quien forma con Benito Juárez el único gran dueto de estadistas patriotas que han existido en toda la historia de México y por respeto no debiera involucrarse en el absurdo proyecto de reforma energética elaborada por Peña Nieto y el pequeño grupo de empresarios que lo pusieron a su servicio.
El proceso de ‘fracking’ consiste en perforar la tierra en forma vertical hasta alcanzar profundidades de 3000 a 4000 metros. Luego se realizan 6 perforaciones horizontales que pueden ser de uno a dos kilómetros y se inyecta a muy alta presión una mezcla de aproximadamente 30,000 metros cúbicos de agua con grandes cantidades de arena y decenas de toneladas de productos químicos cuya identidad es ocultada por las empresas explotadoras y así extraen petróleo o gas de las grietas generadas en las rocas impermeables de esquisto o pizarra.
Casi el 50% de los líquidos inyectados regresan a la superficie junto con el petróleo o el gas extraídos. A continuación se separan los hidrocarburos obtenidos, se desechan los efluentes tóxicos y demás materiales cancerígenos que estaban en la roca. Esto genera una contaminación de las tierras fértiles cercanas desde el subsuelo, sus aguas subterráneas y manantiales. Incluso se generan sismos en las áreas donde están las rocas lutíticas debido a que los fluidos inyectados a presión provocan fallas en la corteza terrestre.
Esta tecnología del ‘fracking’ se aplica desde 1998 en 34 estados de Norteamérica, donde extensas áreas rurales han sido convertidas en zonas industriales con maquinaria muy ruidosa, miles de camiones transportadores de combustible o de agua y las demás materias primas para perforar. Luego, estas materias primas son desechadas en lagunas al aire libre, sin ningún control ecológico o son reinyectadas en el subsuelo. En enero del 2011, el Centro Tyndall de la Universidad de Manchester en Inglaterra divulgó información al respecto de esta nueva tecnología extractiva de los Estados Unidos llegando a varias conclusiones de gran interés.
Las principales conclusiones del Centro Tyndall fueron las siguientes:
El análisis químico de los materiales utilizados en la extracción del aceite o del gas de esquisto conlleva un importante riesgo de contaminación del suelo y de las aguas superficiales aledañas.
Hasta la fecha de su publicación considera imposible decidir sobre la viabilidad ecológica de este proceso para su área de influencia en Inglaterra y en Europa.
La explotación del gas de esquisto aumentará, sin duda, las emisiones de gases de carbono a la atmósfera.
Los volúmenes de agua requerida en este proceso generarían graves déficits en los suministros de agua en el Reino Unido.
El riesgo de contaminaciones en las fuentes de agua por los productos químicos utilizados en el proceso conduciría a un rechazo total de parte de los organismos encargados de la regulación ecológica.
Sobre estos mismos riesgos que señala la Universidad de Manchester existe una publicación de la revista ‘Climatic Change Letter’ de la Universidad de Cornell de los Estados Unidos, donde señala que en solo 20 años de explotación con esa tecnología quedaría una huella de óxidos de carbono muy superior a la que ha dejado el uso del carbón mineral en cientos de años debido a la gran dificultad para capturar sus gases residuales, incrementando en forma muy peligrosa el denominado ‘efecto de invernadero’.
Esta misma Universidad de Cornell reveló acerca de un estudio realizado en 24 áreas rurales de 6 estados norteamericanos, donde se registró el nivel de contaminación de aire, agua y suelo mediante la tecnología del ‘fracking’, ocasionando la muerte de 70 animales por beber agua contaminada, además de sufrir deformaciones congénitas (como nacer sin cola) o serios trastornos reproductivos y gastrointestinales. Advirtiendo la posibilidad de que estos mismas deformaciones podrían aparecer en las carnes y leche de dichos animales.
Ya en el 2012, The New York Times por fin se atrevió a publicar los resultados de una investigación muy reciente en la Marcellus Shale, la mayor cuenca de esquisto en los Estados Unidos, situada en Pensilvania. Según esta investigación científica, el supuesto tratamiento de los efluentes no eliminaba algunos de los tóxicos que eran descargados en aguas de uso público. De 149 perforaciones efectuadas, 42 excedían las normas de la FDA para agua potable debido a la presencia de radio, 41 por el benceno y 4 por el uranio. Además 128 estaban excedidas en una radiación generada por el radio y el uranio.
Al mismo tiempo, el plan de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) inició los estudios sobre los impactos del ‘fracking’ en el agua potable hasta el 2011 y aunque programó entregar los resultados de la invetigación hacia fines del 2012 aun es fecha que no los entrega, sino un brevísimo adelanto sin conclusiones, ya que ha postergado oficialmente su presentación de resultados hasta fines del 2014.
Según los datos de las principales agencias internacionales de energía, en los Estados Unidos se han perforado alrededor de 500,000 pozos mediante el ‘fracking’ a un ritmo de 30,000 anuales con una densidad promedio de 1.5 a 3.5 plataformas por kilómetro cuadrado y de una superficie aproximada de dos hectáreas cada una. De acuerdo a la Administración de la Información de Energía de Estados Unidos (EIA), durante el año 2011 se extrajeron 8.5 millones de pies cúbicos que representan el 34.9 del consumo nacional anual.
A pesar de los grandes riesgos que significa la utilización de este proceso, detrás de este peligroso proyecto están el Departamento de Estado y otros organismos federales ocultos. Este proyecto fue denominado en un principio Iniciativa Global de Gas de Esquisto y ahora se conoce como el Programa para el Compromiso Técnico de Gas No Convencional (UGTEP) por sus siglas en inglés.
Lo más asombroso de este nuevo proyecto ‘semi oculto’ del Departamento de Estado Norteamericano es que no ha sido generado exclusivamente por la ambición de las empresas explotadoras de gas y petróleo ‘shale’, sino que ha sido un elemento toral de la estrategia hegemónica de los Estados Unidos a través de su interacción con las políticas energéticas de otros países, creando una nueva geopolítica energética con naciones que fueron aliados de la Unión Soviética, como son los casos de Polonia, Bulgaria, Ucrania y Lituania donde Rusia era la proveedora de su gas.
La USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) se ha encargado de este asunto geopolítico donde señala el marco normativo bajo el cual los Estados Unidos y sus empresas privadas buscan desarrollar la explotación de los hidrocarburos ‘no convencionales’ en diferentes países, además de detallar las estrategias y los mecanismos para solucionar los probables conflictos sociales que se generen con la población.
Unos días después de haberse publicado el informe de la USAID sobre el ofrecimiento de su tecnología a diversos países, cuyos suministros de petróleo no están aún formalizados con la Unión Soviética, el presidente de Ucrania, Víctor Yanukovich otorgó áreas de explotación a Chevron y a Shell para realizar trabajos en sociedad con la empresa local denominada Nadra. Y solo unos meses después del otorgamiento de esas concesiones, Ucrania otorgó a Exxon Mobil, Shell, OMV Petrum y Nadra un área de reservas de gas en el Mar Negro, cancelando la concesión a la empresa rusa Lukoil y formando nuevas sociedades con la petrolera italiana ENI que está asociada con ingleses y ucranianos. Este mismo proyecto hegemónico de los EUA también se está aplicando en Africa, en Latinoamérica y en la mayoría de las regiones del mundo que desean controlar.
Adenda.- El proyecto del ‘fracking’ no es sólo la explotación de una nueva tecnología para extraer hidrocarburos, sino un proyecto hegemónico de los Estados Unidos que ya está operando. Es imperativo que el Gobierno de México lo conozca antes de hacer ningún tipo de reforma energética y busque una forma alternativa para financiar el gasto público sin recurrir a PEMEX.
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