La suerte de Benjamín Netanyahu empezó a declinar en los últimos años, cuando sus gobiernos estuvieron marcados por la inestabilidad, el malestar ciudadano y las acusaciones de corrupción. El primer aviso llegó en 2011, cuando miles de ciudadanos salieron a las calles en la primera protesta social que había vivido Israel.
En 2018, la Policía consideró que había suficientes pruebas por corrupción que hasta ahora se siguen. Entre otras cosas se acusa a Netanyahu de abuso de poder y de obtener ventajas injustificadas de los propietarios de los medios de comunicación más poderosos.
Netanyahu enfrenta una pena de hasta 10 años de prisión por corrupción y 3 años por fraude y abuso de confianza. El juicio podría durar varios años y el fallo puede apelarse en la Corte Suprema.
En plena pandemia, el bloqueo político llevó en marzo al país a sus cuartas elecciones en dos años y Netanyahu ganó, pero sin mayoría.
Finalmente la crisis se solucionó con una coalición de partidos desde la derecha ultranacionalista hasta la izquierda y un partido árabe a quién sus críticos acusaban de haberse convertido en el ‘monarca’ de facto de Israel.