La muerte inesperada del gran escritor mexicano Carlos Fuentes nos trae a la mente las maravillosas palabras iniciales de su obra mas importante: La Región mas Transparente, que fue publicada en 1958, justo cuando todo el mundo Occidental, incluyendo a México, celebraba la consolidación de una naciente ‘clase media’, inédita en toda la larga historia del país mexicano y cuyo origen se ubicaba, según los dirigentes políticos en las consecuencias felices del prolongado periodo revolucionario, que había prohijado grandes inversiones estadounidenses con magníficos niveles de empleo a partir del año de 1945, cuando se dio por terminada la Segunda Guerra Mundial.
No obstante el reiterado discurso mesiánico de los dirigentes políticos mexicanos, la interesada apologética de los medios de comunicación masiva, además de la sincera alabanza del medio artístico, quienes tenían oportunidad de ver allende la frontera norte habían encontrado que el rápido crecimiento de la industria en México era debido a las grandes inversiones de empresarios estadounidenses, quienes buscaban mano de obra barata y una normatividad fiscal mucho más atractiva que en su País. Lo que realmente celebraba Carlos Fuentes en su famoso libro era el auge de los ‘baby boomers’ capitalinos, una docena de años después del fin de la Segunda Guerra.
Este periodo de la historia de México fue ampliamente explotado por la clase política posrevolucionaria, aunque en los hechos había permanecido totalmente al margen del fenómeno inusitado de crecimiento económico hasta que ‘de facto’ expiró el periodo de autonomía en la vida nacional que había otorgado el Tratado Calles – Morrow, firmado inicialmente en 1926 por el entonces presidente de México y Morrow quien era el representante del presidente norteamericano Hoover.
En esos tiempos del ‘milagro mexicano’ – desde 1934 hasta 1970 – México disfrutó de una autonomía casi total en su vida política y económica, ya que la nación norteamericana estaba inmersa en el momento clave de su desarrollo económico, cuando se generó el mayor ‘boom’ de una nación en todo el siglo 20. La realidad era que la juventud mexicana de esa época empezaba a imitar el estilo de vida de los ‘baby boomers’, desde sus deslumbrantes colores en las prendas de vestir, los bailes de ritmos acelerados y una version ‘naif’ del lujo y dispendio que ostentaban los sectores superiores de la también naciente clase media norteamericana.
El cine de Hollywood fue el principal elemento mediático que popularizó la gran hazaña de los Estados Unidos para salvar al mundo europeo de Hitler y Mussolini, reiterando sin cesar los truculentos eventos de la participación de las Fuerzas Armadas norteamericanas, sobre todo a partir del controvertido ataque a su base militar en Pearl Harbor, donde también se involucró al Imperio japonés.
Todos los países que habían sido dañados por la Segunda Gran Guerra reconocían en Estados Unidos a su héroe salvador y aceptaron, sin reservas, el famoso Plan Marshall, que les brindaba los medios de subsistencia, mientras reconstruían sus devastadas zonas urbanas y rurales apoyados por la fuerza mediática del cine de Hollywood. Este novísimo mecanismo de transmisión de poder funcionó a la perfección y la gran mayoría de las naciones del mundo Occidental reconocieron la acción liberadora de los Estados Unidos y les entregaron confiadamente sus mercados, sus territorios y el afecto de sus ciudadanos.
No obstante todo el supuesto orgullo nacionalista y la visión del ‘México Profundo’ impulsada por Lázaro Cárdenas, empezaron a derrumbarse en forma estrepitosa los mitos mesoamericanos, mientras las juventudes capitalina y regiomontana intentaban emular a sus héroes artísticos y deportivos. Al mismo tiempo se iniciaba la formación de institutos tecnológicos de educación superior y la cultura colectiva norteamericana se iba enseñoreando de los altos círculos de la surgente clase media mexicana.
Aunque Carlos Fuentes recreaba con talento los aspectos positivos de esta nueva realidad de la postguerra en la capital de México, no podía evitar el sufrimiento de sentir como se aniquilaban los últimos vestigios de la cultura colectiva mesoamericana y en cierta forma expresaba esa típica nostalgia sadomasoquista del mexicano en La Región mas Transparente.
Aunque se desconoce parcialmente la naturaleza de la obra literaria que escribía Fuentes en sus últimos días de vida, es muy probable que ya hubiese observado el actual proceso de la rápida desaparición de la clase media mexicana que celebró en la Región mas Transparente y estuviese relatando ‘la tragedia’ que según él no existía en los días del ‘milagro mexicano’, ya que como él dice en su novela en México toda tragedia se volvía “afrenta”.
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