El club de humanistas

 

En una vieja casona, muy cercana al edificio del Colegio Civil, un grupo de medio centenar de estudiantes de la Universidad de Nuevo León realizaba reuniones periódicas hacia fines de los años cincuenta, donde se discutían temas muy variados de las diferentes manifestaciones del arte, las ciencias sociales y la disciplina filosófica. A pesar de la falta de organización y de los intereses tan diversos, había una especie de pacto tácito de solidaridad, de veracidad y de amistad entre los asistentes más asiduos, mediante el cual se evitaban los asuntos de política contingente, de religión, judiciales, mercantiles y financieros.

Desde una visión de la cultura colectiva regional, esta situación era un tanto extraña hacia el interior de una cofradía estudiantil donde predominaban los jóvenes regiomontanos, cuyas raíces y cultura colectiva les indicaban que ese tipo de intereses no eran congruentes con su reconocida mente pragmática y mercantilista, ya que desde su niñez se les inculcaba la disciplina, el trabajo y el ahorro. No obstante, la asistencia a las sesiones del club no mermó durante varios años, ni fue cambiada la selección de los temas que se acordaron desde que se fundó en 1957.

Como la fundación del club de jóvenes amantes de las artes se había realizado durante la época de la Universidad de Nuevo León en la que se estableció una escuela de ‘preparatoria única´, al definir sus carreras profesionales ocurrió un fenómeno de apariencia paradójica, ya que la mayor parte de quienes optaron por carreras científicas, de investigación, de economía, de arquitectura y de ciencias políticas permanecieron dentro del organismo cultural, mientras que la mayoría de quienes optaron por las escasas actividades artísticas institucionales de la ciudad de Monterrey se segregaron del grupo. El único grupo de jóvenes artistas que permaneció cercano al club de cultura humanística fueron los estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas, aun cuando algunos de sus más destacados estudiantes fueron invitados a trabajar en la Cd. De México al lado de los grandes pintores mexicanos David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera. Aunque siempre representó un enigma para el medio universitario de esa época, durante largos años permaneció la unidad entre los aspirantes a literatos y los artistas de la plástica.

La creación de este singular grupo de universitarios con proclividad hacia las humanidades y las artes no fue un caso aislado en la Universidad de Nuevo León a mediados del siglo pasado, sino que tan sólo formó parte del momento histórico de la máxima casa de estudios regiomontana cuando el grupo de intelectuales encabezado por Raúl Rangel Frias intentó incorporar las humanidades a su vida académica. Apenas un par de años antes había aparecido un grupo literario pionero en Monterrey que editaba la revista ‘Katharsis’, cuyos más distinguidos escritores tuvieron que emigrar hacia la ciudad de México al no encontrar en Monterrey un ambiente receptivo para sus avanzados conceptos literarios y casi al mismo tiempo surgió el grupo ‘Arte Universitario’ que editaba la revista ‘Apolodionis’, mientras aparecían varios grupos de artistas en ramas muy diversas.

A fines de los cincuentas surgió la Facultad de Filosofía y Letras y un año después la primera Escuela de Teatro Universitario, dirigida por la extraordinaria maestra Lola Bravo; asimismo se estableció una división cultural de la Universidad de Nuevo León que representaba los dramas musicales clásicos en el Aula Magna de la Universidad bajo la batuta de Jorge Rangel Guerra; se estableció un foro institucional de cultura hispánica denominada ‘Escuela de Verano’ en donde daban conferencias magistrales los más famosos exponentes del arte de habla hispana en esa época; apareció también una excelente réplica de la comedia musical de Hollywood con la conducción del extraordinario bailarín Joaquín Vásquez, conocido como Joaquinillo, más variadas manifestaciones de las artes plásticas, la música y la cinematografía, donde destaca la creación del primer organismo oficial para la exhibición de cine con contenido artístico, denominado ‘Luis Buñuel’ que fue ideado por el talentoso crítico de cine Roberto Escamilla.

Este período de auge cultural de la Universidad de Nuevo León se continuó durante el período en el que Raúl Rangel Frías ejerció como gobernador del Estado de Nuevo León, hasta que – por azares del destino – la inculta clase empresarial regiomontana se apoderó del poder político del Estado y de la Universidad de Nuevo León, durante el período de Eduardo Elizondo, convirtiéndola en un frustrado proyecto de capacitación de empleados para mandos secundarios en sus empresas y cancelando gran parte del proyecto humanístico iniciado por Raúl Rangel Frías.

Medio siglo después, el desarrollo de las artes en el Estado de Nuevo León y en particular en el área metropolitana con una población superior a los cuatro millones de habitantes, el nivel de cultura humanística está por los suelos. Los pocos artistas generados en esa época y posteriores tuvieron que emigrar hacia la Cd. De México o hacia regiones del País donde es reconocida y estimulada la creación artística, mientras que las altas tecnologías y las nuevas técnicas financieras siguen siendo los grandes paradigmas de los regiomontanos.

Esta breve historia del primer intento de crear un club de artistas universitarios en Monterrey, más la cancelación del proyecto humanístico de Raúl Rangel Frías por los empresarios regiomontanos más ricos de esa época, explican la actual carencia de manifestaciones de arte en Nuevo León y la creciente tendencia a considerar a la actividad artística y a las humanidades en general como un lujo que sólo puede darse la pequeña élite económica neolonesa, cuya vida material y doméstica está garantizada para varias generaciones.

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