Durante las últimas dos décadas ha sido enorme la mutación de la clase obrera en todas las naciones del mundo. En una escala global se sabe que un tercio de la fuerza humana disponible se encuentra desarrollando trabajos parciales, precarios y temporales; sufre subempleo o se ha incorporado a la creciente economía criminal. Más de un billón de seres humanos de ambos sexos padecen las vicisitudes del trabajo precarizado, inestable, riesgoso, tercerizado o de naturaleza casi virtual. Casi doscientos millones de seres humanos de Occidente sobreviven en el desempleo. Esto es sin considerar las grandes poblaciones de China y la India.

Cada día existen menos cantidad de personas que trabajan mucho, similar a la fase previa del capitalismo, cuando se gestaba la Revolución Industrial y era el preludio del capitalismo del siglo 20. Mientras tanto, como los capitales no pueden eliminar por completo el trabajo físico consiguen reducirlo en distintas áreas y ampliarlo en otras, debido principalmente a la nueva dimensión cognitiva del trabajo. De ahí se deriva el hecho histórico de que el trabajo seguirá existiendo ‘ab eternum’ a pesar de las grandes mutaciones que sufre en el nuevo tipo de sociedad actual.

En el otro lado de la realidad, cada vez los seres humanos trabajadores encuentran ‘menos trabajo’ y van emigrando por todo el mundo en la búsqueda de cualquier ocupación productiva. Lo mismo van desde Estados Unidos hasta Japón o de Alemania e Inglaterra hasta Brasil o Australia. Mientras tanto, contrario a quiénes pronostican ‘el fin del trabajo’ sólo sucede un cambio morfológico de esta actividad, como resultado de las múltiples mutaciones que han afectado al mundo del trabajo en las últimas décadas.

Esta nueva morfología del trabajo comprende desde el tradicional obrero industrial y rural en proceso de extinción hasta los asalariados de servicios, los grandes contingentes de empleados mediante ‘outsourcing’ y sub contratados que crecen día con día. Mientras disminuyen los obreros, crecen en contrapeso los trabajadores del telemarketing, los ‘call centers’, ‘los motoboys’ los operadores de computadoras en los bancos y las oficinas administrativas, los asalariados del ‘fast food’ y los trabajadores de supermercados y de ‘tiendas de conveniencia’.

Sólo en algunas naciones del Norte del planeta se encuentran algunos resquicios de lo que fue el ‘welfare state’, aunque el desempleo siga subiendo. Mientras que en los países del tercer mundo la clase trabajadora oscila entre la búsqueda de empleo y la aceptación de cualquier labor, no obstante que sea riesgosa, temporal o precaria.

En China, una nación que crece a un ritmo impresionante, también el proletariado está sufriendo una reducción en número derivada del gran avance técnico – científico de las últimas décadas. Según el experto en temas del Lejano Oriente, Jeremy Refkin , durante el período comprendido entre 1995 y 2002, China perdió más de quince millones de trabajadores industriales, ocasionado por la multiplicación de los movimientos sociales de asalariados que en 2005 alcanzaron la cifra de 80,000. Otro tanto sucede en la India y en muchas naciones de Asia y de América Latina.

Por otra parte, el control del capital financiero global por una élite mundial ha impulsado el aumento de la productividad mediante cambios estructurales en la forma de producir, reducción del número de trabajadores, intensificación de las jornadas de trabajo de los empleados en círculos de control de calidad y de producción ‘just in time’ .

Dentro de esta nueva modalidad se observa una ampliación de las formas de trabajo más desreguladas, muy distantes de la normatividad laboral, creando una masa de trabajadores que pasan de la condición de asalariados registrados a ser trabajadores sin registro laboral. En las últimas dos décadas el número de trabajadores por ‘outsourcing’ aumentó en forma significativa para atender la gran demanda de trabajadores temporales, sin vínculos laborales y sin registro formal.

En plena época de auge de la informática y del mundo digital, la ‘informalidad’ del trabajo se expande a su mayor nivel posible, así como el ‘outsourcing’ de los precarizados y subcontratados en tiempo parcial, o como lo denominan los estudiosos del mundo laboral actual: el cyberproletariado a quiénes los capitalistas ahora conocen como ‘colaboradores’.

Este nuevo ‘colaborador’ debe ser multifuncional, muy diferente a quiénes se desarrollaron en las empresas ‘tayloristas’ y ‘fordistas’. Las empresas de ahora buscan a quien se gestó en la ‘desespecialización funcional’. Esto sucede tanto en el mundo industrial como en los servicios y en los negocios agrícolas.

En el mundo actual del trabajo se observa el crecimiento de lo que Marx denominaba ‘trabajo no material’ que se realiza en los ámbitos de la comunicación, publicidad y marketing, propios de la sociedad del ‘logo’, la ‘marca’ y todo lo simbólico de lo superfluo que los empresarios denominan ‘sociedad del conocimiento’ y que se encuentran comprendidos en el trabajo ‘no material’.

Otro tanto sucede con los servicios de salud, energía, educación, telecomunicaciones y servicios sociales que sufrieron una fuerte reestructuración al subordinarse a la mercantilización que afecta a todos los trabajadores del sector público. Mientras este proceso de cambio en la morfología del trabajo también va a afectando a los organismos de representación de los trabajadores que generan una crisis enorme hacia el interior de los partidos políticos y de los sindicatos, al grado de que muchos analistas de los procesos laborales perciben una posibilidad de desaparición total de estos organismos. Más esto sólo podrá corroborarse con los hechos en un corto período de tiempo.

Una posible conclusión sería que la nueva morfología del trabajo significará también un nuevo diseño de representación de las ‘fuerzas sociales del trabajo’. Aunque es difícil imaginar un nuevo sindicalismo capaz de representar al mundo actual de los trabajadores cibernéticos bajo las condiciones de la debilitada social democracia de Europa, la liquidación del sindicalismo en Estados Unidos y la virtual autodestrucción del Estado en todas las naciones de América.

Hasta ahora nadie sabe cómo se desarrollará la rebelión de las nuevas clases proletarias o si habrá un nuevo triunfo de los dueños del capital. Suceda lo que suceda, la fecha no está lejana.

Adendo: Esta podría ser una posible solución a la segunda fase de la rebelión de las masas en el Islam que fue planteado en el artículo inmediato anterior.

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