El pasado 14 de abril, en el Duggal Greenhouse de Brooklyn, Nueva York se enfrentaron los dos precandidatos demócratas a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton y Bernie Sanders. Mientras la Clinton se ostentaba como la defensora del liberalismo pragmático con base en Washington, Sanders se exhibía como un apasionado guerrero de la izquierda política. Esto sucedía a solo unos días para que los neoyorquinos eligiesen a los 291 representantes del partido demócrata en juego para ese estado.
Cuando Sanders cuestionó los vínculos de Clinton con Wall Street, ella se puso a la defensiva indicando que no formaba parte del poderoso grupo financiero, mientras que Sanders tuvo que hacer lo mismo cuando la Clinton mencionó su posición política en el pasado cuando se oponía a una mayor regulación de las armas de fuego y defendió a los comerciantes de armas frente a posibles demandas de personas que habían sido víctimas en las frecuentes matanzas.
Asimismo, cuando Sanders puso en tela de juicio la capacidad política de la Clinton, ésta se parapetó en Obama, mencionando que había sido el Presidente Obama quién la había nombrado como Secretaria de Estado y recordó al auditorio que Obama también había utilizado a grupos independientes para recabar fondos en sus dos campañas electorales del 2008 y del 2012.
Sanders entonces admitió que no tenía dudas que Clinton estaba calificada para ser presidenta pero cuestionó sus juicios personales en la guerra de Irak, en los acuerdos comerciales internacionales y en el financiamiento de su campaña. Dijo que no se podía confiar en una candidata de quién nadie sabía de donde le llegaba tanto dinero para su campaña. Además pidió que publicara la transcripción de los discursos que dio ante los bancos de Wall Street por los que cobró 225,000 dólares y dijo que él nunca aceptaría el dinero de los multimillonarios para su campaña, sino que los iba a atacar.
Por su parte, la Clinton criticaba a Sanders por no tener la menor idea de cómo regular a los bancos de Wall Street, mientras Sanders se desviaba a otro tema diciendo que habían personas que trabajaban más de 40 horas por semana y no lograban salir de la pobreza, por lo que exigía un salario mínimo de 15 dólares por hora en todos los estados para poder lograrlo. Así como la igualdad de salarios para los dos géneros. En esto Clinton lo apoyaba, mas consideraba que eso tendría que hacerse en forma gradual, ya que los demócratas no tenían control de ninguna de las dos cámaras de representantes y tendrían que esperar un par de años para lograrlo.
Donde también hubo una considerable divergencia entre Clinton y Sanders fue en los asuntos de política exterior, ya que mientras Sanders se mostró contrario a cualquier género de intervención y reprobó las acciones de la Clinton en el manejo de la intervención en Libia en el 2011, cuando cayó Gadafi y el mismo Obama reconoció que fue un gran error no planear con cuidado el día de la intervención. Ella argumentó que solo cumplía órdenes de Washington.
Hubo también muchas discrepancias de Clinton y Sanders sobre el tema de Israel. Ya que Clinton justificaba el derecho a defenderse de los ataques de sus vecinos geográficos, mientras Sanders señalaba que a pesar de que él era de origen israelita no aprobaba la desproporción de las respuestas israelitas que utilizaban armas sofisticadas contra fusiles y piedras de los palestinos.
La idea de presentar un resumen ultra simplista del debate de Brooklyn no es tanto la de evaluar las posibilidades de los demócratas en las próximas elecciones presidenciales de noviembre próximo, sino de tratar de descifrar lo que existe en las mentes de dos políticos estadounidenses de alto nivel, inteligencia y cultura política en una nación en la que sus principales paradigmas sobre la religión, sobre la democracia y sobre la política han ido a la baja desde fines del siglo 20.
Las principales contradicciones que se observan en todos los políticos y ciudadanos de mediano y alto nivel estadounidenses es que no han dejado de creer que ellos siguen siendo los líderes mundiales en todas las materias. Consideran que el alto nivel de su ética, de su política y de su capacidad bélica les confieren el derecho natural de intervenir en la vida de todas las naciones del mundo que estén a su alcance y de tomar posesión de todos los territorios y recursos naturales por el bien de la Humanidad.
Aunque los dos contendientes demócratas por la candidatura presidencial son personas ilustradas y formadas dentro de los conceptos culturales tradicionales de las universidades estadounidenses, en ambos casos se advierten graves contradicciones esenciales, ya que consideran que el derecho romano, la utopía democrática de la Ilustración, la trasnochada visión francmasónica y el irracional mundo creacionista todavía existen y pueden liderar al mundo actual, donde ya dominan otros principios y la esencia material del planeta en el que vivimos está seriamente amenazada por el enorme desequilibrio ecológico que ha generado la civilización humana.
En el caso de Sanders, a la tradicional visión del mundo de las universidades occidentales se añade una formación marxista-leninista que lo ha impulsado a ser líder de muchos jóvenes estadounidenses quienes piensan que es factible la igualdad entre todos los humanos, pero desconocen que ese proyecto ya ha fracasado en todo el mundo. Solo en China persiste como una porción de un modelo híbrido que lo mismo tiene capitalismo, liberalismo, autocracia y comunismo.
Adenda: Este interesante y obsoleto proceso de los actuales procesos electorales de los Estados Unidos no sólo advierten al mundo que la democracia representativa y federativa está en crisis en todo el mundo, sino que se percibe con claridad en la gran mayoría de los países de Occidente la incapacidad de sus Gobiernos para enfrentar a la nueva realidad global del mundo digital.
Dentro del mismo mapa actual de los Estados Unidos puede verse la inoperancia de la división de los distintos estados que por razones científicas, tecnológicas y de sobrevivencia han cambiado sus centros urbanos, sus medios de transporte y sus formas de convivencia son muy diferentes a las de hace medio siglo, cuando los Estados era el corazón del mundo.