Con este artículo finalizaré el análisis del libro De Animales a Dioses del profesor de historia Yuval Noah Harari, a pesar de que apenas comprende la parte de la historia del Homo sapiens hasta el año 3,000 AC. Esto es debido a que a partir de esa fecha los relatos históricos ya no corresponden a investigaciones científicas antropológicas y arqueológicas de las que se desprenden muy bien documentadas hipótesis, sino que provienen de fuentes de información tradicionales y viciadas.
De acuerdo al profesor Harari, en las diferentes sociedades que poblaron la Tierra desde el surgimiento del Homo erectus se han adoptado diferentes tipos de jerarquías sociales. Mientras que la raza era muy importante para los americanos modernos, no lo era para los musulmanes medievales. Asimismo, la casta era asunto de vida o muerte en la India medieval y casi no existió en Europa. No obstante, existe una jerarquía de gran importancia en todas las sociedades humanas conocidas que es la jerarquía del género. En todas partes, la gente se ha dividido en hombres y mujeres, obteniendo siempre los hombres la mejor parte del mando político desde la revolución agrícola iniciada en el 8,500 AC.
En muchas sociedades las mujeres eran propiedad de sus padres, maridos o hermanos. De modo que el estupro y la violación se consideraban como robos de propiedad y la víctima no era la mujer violada sino el macho que la poseía. Entonces el remedio legal era la transferencia de la propiedad y se exigía a quién la violaba que pagase una dote, ya fuera al padre, al hermano o al marido, para luego convertirla en propiedad del violador. De acuerdo con la Biblia, si un hombre yacía con una virgen no desposada y era descubierto en el acto tenía que pagar 50 ciclos de plata al padre de la novia y ella se convertía en su mujer.
Harari se plantea si la división entre hombres y mujeres ha sido un producto de la imaginación, como lo fueron los sistemas de casta en la India y el sistema racial en América, o si acaso es una división natural con raíces biológicas y si existen explicaciones claras para la preferencia que se daba a los hombres sobre las mujeres. Menciona Harari que en la Atenas del Siglo V AC una persona con útero no gozaba de condición legal independiente, por lo que se le prohibía participar en las asambleas populares o ser juez. Y aún en la actualidad, en la mayoría de las sociedades creen que las relaciones entre dos personas de sexos opuestos son naturales y entre dos del mismo sexo son antinaturales. Aunque algunas culturas han considerado que las relaciones homosexuales no sólo son legítimas sino constructivas. Como sucedió con la relación de Aquiles con Patroclo en la Ilíada, sin que su madre Tetis lo cuestionara.
Dice Harari que la cultura tiende a suponer que sólo se prohíbe lo que es antinatural, aunque desde una perspectiva biológica nada lo es, ya que todo lo que es posible es natural. Los conceptos de ‘natural’ y ‘antinatural’ vienen de la teología cristiana donde se dogmatiza que cuando Dios creó la naturaleza había creado el cuerpo humano para que cada uno de sus órganos y miembros sirviese para un fin particular. Si los órganos se usan para el fin que Dios los creó, entonces es natural y si se usan con otro propósito es antinatural.
Pero los teólogos cristianos perdieron su rumbo por completo, ya que todos los órganos han evolucionado y no existe uno sólo que sea igual al que apareció por primera vez hace millones de años, debido a que los órganos evolucionaron mientras se adaptaban para otros usos. Eso mismo ha sucedido con los órganos sexuales del ser humano y de los animales. De modo que no tiene sentido decir que la función natural de las mujeres es parir y que la homosexualidad es antinatural.
Para evitar confusiones, los científicos suelen distinguir entre ‘sexo’ y ‘género’ que son una categoría biológica y una cultural. El uso se divide en machos y hembras y sus cualidades han seguido constantes a lo largo de la historia. Mientras que el género se divide entre hombres y mujeres (y otras categorías), las cualidades masculinas y femeninas experimentan cambios constantes y se pueden identificar las grandes diferencias que existen en la conducta, deseos, vestuarios y postura corporal entre las mujeres de hace 100 años y las actuales. Harari presenta entonces un retrato de Luis XIV de Francia con una larga peluca, medias, zapatos con tacón alto en una postura de bailarín y portando una gran espada. Ahora mismo, todos esos rasgos son señales de afeminamiento, pero en su época de hace unos siglos eran símbolo de hombría y de virilidad.
Harari plantea que el patriarcado no puede considerarse como un acontecimiento casual, ya que las sociedades de Afroasia y de América eran patriarcales a pesar de que no tuvieron contacto alguno por miles de años. Por lo que es probable que exista una razón biológica universal por la que casi todas las culturas valoraban más la masculinidad que la feminidad. Aunque reconoce no saber hasta ahora cuál es la verdadera razón.
Una de las teorías que explican la predominancia del hombre en los gobiernos es su fuerza física superior a las mujeres que les permite monopolizar tareas que exigen un trabajo manual duro, como labrar y cosechar, que les da el control de la producción de alimentos que se traduce en poder político. En contraparte, dice Harari que las mujeres son más resistentes al hambre, a la enfermedad y a la fatiga que los hombres, aunque por razones desconocidas se le ha excluido de profesiones que requieren de poco esfuerzo físico, como el sacerdocio, las leyes y la política, mientras se han dedicado a tareas manuales muy duras en el campo, en las artesanías y en el hogar.
Otra teoría que explica la dominación masculina es por la agresión y no por la fuerza física. A través de millones de años los hombres se han vuelto más violentos que las mujeres. Por lo que a lo largo de la historia la guerra la hacen los hombres, lo que los convierte en dueños de la sociedad civil que luego la usaron para desencadenar más guerras y así aumentaron su control de la sociedad.
Concluye Harari esta primera sección de su libro diciendo que durante el último siglo los papeles de género han cambiado en forma dramática y cada día hay más sociedades que conceden los mismos derechos políticos y oportunidades económicas a los hombres que a las mujeres. Estos cambios actuales son los que han hecho tan desconcertante la historia del género. Aunque no se puede comprender que si el sistema patriarcal estuviese basado en mitos falsos hubiera podido durar millones de años.