China y Rusia: el nuevo eje del poder mundial

Durante la visita de Vladimir Putin a Shangai en los días 20 y 21 de mayo pudo observarse que se ha formado un nuevo eje de poder en Asia y el Sudeste asiático. Según las primeras declaraciones de Vladimir Putin ‘las relaciones entre Rusia y China deben servir de modelo para las grandes potencias, ya que ambos países respetan los intereses vitales de su socio y sus posiciones en relación a problemas regionales o globales por lo general coinciden’. Ahora mismo China y Rusia están desarrollando proyectos de cooperación entre los sistemas de navegación aérea de ambos países e intentan fabricar un avión de largo recorrido que pueda competir con Boeing, Airbus y un helicóptero pesado tipo Mi -36.

Durante los dos días de visita de Putin se firmaron 43 acuerdos comerciales que al final de este año podrían alcanzar la cifra de 100 mil millones de dólares, poco más de 11% más de las operaciones del año pasado. Acompañando a Putin asistieron la mayoría de sus ministros – incluyendo al de Asuntos de Crimea, los gobernadores de casi todas las regiones y los representantes de 46 compañías rusas entre las que destacan Alexei Miller de Gazprom e Igor Sechim de Rosneft.

Entre los acuerdos más importantes que se firmaron están el de la petrolera rusa Rosneft y la china Sinopec para el suministro de petróleo ruso a China y el que se realizó entre Gazprom de Rusia y la CNPC de China para que dicho país empiece a recibir gas de Rusia a partir del 2019, cuando queden terminados los gasoductos requeridos para transportar los hidrocarburos. Ahora mismo se estimaron precios de suministro de gas entre 300 y 400 dólares por cada mil metros cúbicos de gas. Con ventas de hidrocarburos que redondearían los 400 mil millones de dólares anuales, el gobierno de Rusia tendría garantizada su capacidad financiera por 30 años más, sin tener que atender al mercado europeo.

Durante esta misma visita de Putin a China se llevaron a cabo encuentros bilaterales con el primer ministro de Irak, Nuri al Malikí y con los presidentes de Afganistán, Hamid Karzai y el de Irán Hacón Rouhaní. Al mismo tiempo se realizó una Conferencia entre naciones de Asia para ‘el reforzamiento de la confianza mutua y la coordinación en nombre de una nueva Asia pacífica y estable’. Esta Conferencia cuenta con 24 estados miembros, 9 países observadores – entre los que están Estados Unidos y Ucrania – y 4 organismos internacionales que incluyen a la ONU. China presidirá esta cumbre asiática entre 2014 y 2016.

Mientras tanto el gobierno de los Estados Unidos está atrapado en una red de ‘engaño a sí mismo’ creyendo que su gran declive en la escena mundial ha pasado desapercibido entre las potencias emergentes. Pero su influencia declinante en el mundo se puede observar en Ucrania, en el Medio Oriente, en Asia Occidental y en Africa del Norte. Esto es debido en parte a que los países con las mayores reservas de petróleo y de gas, como Rusia, Iran, Irak y los países árabes contemplan un mercado de mayor interés en China que en Occidente.

No obstante esta obvia situación, combinada con el abandono de la producción industrial y de las guerras trascontinentales no ha llevado al Estado norteamericano a tratar de construir nuevos puentes y forjar nuevas alianzas para frenar su rápido declive. Mientras el equilibrio del poder se desplaza muy lejos de Europa y de América del Norte, los Estados Unidos y algunos de sus aliados europeos antagonizan de manera imprudente con los poderes dominantes actuales espiando a la presidenta de Brasil, negando la visa americana a quién será el Primer Ministro de la India y amenazando a Rusia con sanciones económicas muy agresivas.

Aun cuando muchos países han protestado contra los dictados imperiales de los Estados Unidos y otros no lo hacen por temor a su aún enorme poderío económico, este asunto de las furiosas sanciones contra Rusia han generado una gran alarma en las naciones en vías de desarrollo y en las potencias emergentes que piensan seriamente en el futuro inmediato de los actuales sistemas financieros y de comunicación existentes, así como en la necesidad urgente de reconstruir el orden político y económico que impuso Occidente a todo el mundo.

Adenda: La inercia de domino que genera el poder se agiganta con el tiempo y resulta muy difícil aceptar la declinación aún cuando sea evidente para todo el mundo. Hace apenas un siglo que el Reino Unido se consideraba omnipotente y hace doscientos que lo mismo sucedía con la Francia de Bonaparte.

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)