Aunque China fue una nación mucho más antigua que todas las naciones de Occidente, la historia de su gran desarrollo actual es mucho más reciente que la del Mundo Occidental. La política económica de China más moderna se fundaba al principio en la dirección que llevaba la política industrial, agrícola, monetaria y comercial que estaba a cargo del Gobierno, con la asistencia de los demás poderes y del Comité Central del Partido Comunista. Sin embargo, sin que hubiese un cambio de rumbo visible, los altos líderes políticos previeron la necesidad de transformar su economía para adaptarse a las tendencias internacionales dominantes.
La inserción de China como competidor comercial estratégico en el nuevo orden mundial no es un fenómeno social muy reciente, sino que es la consecuencia de un esfuerzo continuo de actualización que tiene más de 35 años. Muy anterior a la caída del muro de Berlín y del fracaso del socialismo en la URSS. Hacia fines de 1978 los líderes chinos intentaron cambiar su economía basada en el modelo soviético con una planeación centralizada, aunque estaba orientada al mercado era totalmente controlada por el Partido Comunista.
De modo que la responsabilidad de la agricultura fue transferida a un sistema centralizado en lugar de la antigua colectivización comunista, se aumentaron las responsabilidades de los directores de las industrias, se permitió la creación de un gran número de pequeñas y variadas empresas y se abrieron de par en par las puertas de su economía a la inversión extranjera y al comercio exterior.
Esta fue la clave del desarrollo y de la transformación de la economía china, propiciando el establecimiento de relaciones económicas con otras naciones. Debido a estas medidas políticas de producción agrícola se duplicó la producción en los años 80’s y se mejoró la industria de las zonas costeras cercanas a Hong Kong, donde se habían ya mejorado las tecnologías y pronto se aumentaron la producción y las exportaciones. De modo que se triplicó el PIB de 1978. En los años 90’s el PIB creció a un promedio anual del 10% y se empezó a dar empleo a la población en general, al mismo tiempo que se depuraban los sistemas administrativos del Estado.
Hacia finales de 1993 se aprobaron reformas a largo plazo para mejorar las leyes del mercado y tener un mejor control financiero central mediante la vigilancia de las principales industrias que ahora es conocido como ‘economía socialista de mercado’. Al mismo tiempo el Gobierno se esforzó en mantener a flote a las empresas estatales que casi no habían participado en el despegue de la economía.
Al mismo tiempo que su economía se adaptaba a las tendencias globales, el Estad llevó a cabo su transformación en forma gradual, incorporando poco a poco a todos los sectores productivos y sin abrirse bruscamente al mercado internacional. Asimismo, el Gobierno abatió una serie de gravámenes que frenaban el consumo interno y abrió zonas económicas especiales en Latinoamérica, la UE y algunas de las naciones cercanas.
Entre las principales reformas al comercio exterior de China se encuentran: 1.- La ampliación de las facultades de las administraciones locales para evaluar y ratificar las exportaciones, fomentando la autonomía de la gestión y de la exportación en todas las empresas de comercio exterior. 2.- Se cambió la vieja estructura monopólica del comercio exterior, separando las funciones gubernamentales de las empresariales que antes determinaban en forma unificada las pérdidas y las ganancias de las empresas. 3.- Poco a poco se creó un sistema de administración que regula el comercio exterior con métodos convencionales de uso global como los impuestos aduanales, las tasas de divisas y los créditos bancarios.
En esta forma se dieron facultades a las administraciones públicas locales para apoyar a las actividades del comercio exterior. Este sistema operativo conserva de todos modos las características de un gobierno socialista. Pero en lo que China denomina los ‘sectores definitivos’ de su economía, o sean la industria y el campo, China conserva el 80% de las empresas que la integran.
En materia de energéticos, el Gobierno conserva la exclusividad de la propiedad y operación de las empresas que explotan, procesan y distribuyen esos recursos. Mientras que en la industria ligera de motocicletas, electrodomésticos, computadoras y artículos menores China está totalmente abierta a la inversión extranjera y casi el 90% de este sector es propiedad privada.
El resultado final del modelo económico, político, social y financiero de la República Popular de China es la de un híbrido indescifrable que contiene los elementos de una autarquía, de un sistema comunista que procura un nivel de igualdad para toda la población, de un sistema capitalista que se ejerce en ciertos sectores de la economía, así como una posición pacifista y protectora de los derechos humanos, según su propia cultura, donde han desaparecido todos los mitos religiosos del pasado y se pretende buscar el apoyo de la ciencia y de la tecnología.
Aunque China y el Mundo Occidental son dos mundos distintos en todo, ahora mismo parecen tener algunos puntos de coincidencia, como la búsqueda de bienes materiales fundamentales, algunos aspectos positivos de la conducta humana y la búsqueda del arte en todas sus manifestaciones. No obstante, la pugna entre estos dos grandes grupos sociales no se puede soslayar y todo hace pensar que las profundas diferencias étnicas, morales, culturales, genéticas y meméticas seguirán desequilibrando sus relaciones en los próximos años.
Por su calidad práctica y su conciencia de actualidad, es muy posible que China desplace del primer lugar de la economía mundial al Mundo Occidental.