Estados Unidos es un gran país donde se ha exacerbado la desigualdad social desde la revolución ultraconservadora de Reagan en 1980. Abandonó el legado del New Deal de Roosevelt y destruyó su sistema industrial, se fue al capitalismo salvaje que socializó las pérdidas y privatizó las ganancias, quitó los impuestos a los ricos y a las corporaciones convirtiendo a Estados Unidos en una decaída superpotencia neoliberal donde hay una degradación del medio ambiente a escala global.
Surgieron líderes demagógicos cuando el Partido Demócrata le dio la espalda a la clase obrera blanca y considera que los negros, los latinos jóvenes y las mujeres son sus votantes que hicieron posible el ascenso de Trump.
Trump encarnó al fascismo y 71 millones de estadounidenses han votado por él y lo siguen ciegamente, pero a final de cuentas son una minoría que no pudo triunfar en el pasado proceso electoral.
Los triunfadores, Joe Biden y Kamala Harris deberían aprovechar la situación actual para hacer justicia social, mejorar la ecología, crear un sistema de salud universal e impulsar la paz y la cooperación internacional. De no ser así, el fascismo podría volver a la Casa Blanca en el 2024.