No cabe duda de que Calderón no exagera cuando menciona la proclividad nacional hacia la simulación, el engaño y la corrupción a todos los niveles, incluyendo los más altos, como el suyo. Dice a los mexicanos –a través de sus jefes políticos de Televisa– que él ha sido el mejor presidente de México en los tiempos modernos y cree haber dejado un patrimonio material, cultural, jurídico e institucional que garantiza la felicidad de varias generaciones futuras, sin especificar si se trata de los descendientes de su familia y los de sus contados socios y amigos. Pero sobre todo todo parece referirse a las futuras generaciones de egresados de las universidades norteamericanas que proporcionan el personal para todas las instituciones económicas y financieras al servicio de los Estados Unidos donde él se formó bajo la mirada dominante de quiénes aún creen ser el ombligo del mundo.
No hay duda de que cuando Calderón logra comunicar esa visión distorsionada de la realidad, en gran parte obedece a la naturaleza de su formación profesional, donde la verdad sólo puede existir si está sustentada en las excelsas leyes del Imperio. De modo que el supuesto éxito logrado durante su sexenio se ha expresado en la eliminación por la vía legislativa y de la normatividad de las instituciones nacionales de todos aquellos procesos informativos que puedan poner al descubierto los grandes errores de su administración y las de todos sus antecesores que han estado bajo la batuta de Washington desde mediados de los años 80’s. Además de obedecer en detalle todos los mandatos que recibe de sus verdaderos jefes extranjeros y en ocasiones superándolos, Calderón ha sido un deleznable esbirro de Norteamérica, cuya sujeción se ha hiperbolizado en el caso de la cruenta guerra a la economía criminal.
Aún siguiendo los patrones de información económica y financiera que Washington le dicta a México, donde se desaparecen los fideicomisos multimillonarios de Pidiregas, de Fobaproa y los pasivos de mediano y largo plazo de otros organismos creados en el extranjero, la última información oficial disponible al 12 de junio del presente año presenta una situación real alarmante, partiendo de la base de que el PIB de México redondea los 14 billones de pesos.
Estimación de la Deuda Pública real de México
Deuda neta ampliada de su Sector Público Federal (SHRFSP) $5.65 billones de pesos que significa el 37.1% del PIB
Obligaciones y pasivos de las entidades y municipios a diciembre del 2011 por 0.39 billones de pesos que significan el 2.8 del PIB.
Pasivos y obligaciones de los pensionarios del sector público a diciembre del 2010 por $14.35 billones de pesos que representan el 104.2 del PIB.
Estas cifras conducen a la estimación de deuda pública real de $20.4 billones de pesos que representan el 144.1 % del PIB y proyecta a México –en el corto plazo– hacia una gran crisis financiera muy parecida a la que sufren España, Italia, Grecia, Irlanda, Turquía y la infinidad de naciones débiles de Africa y de la Ruta del Gran Medio Oriente que va desde Marruecos hasta el Sudeste asiático a través de Arabia y de las naciones del Islam. Con la diferencia de que todos esos países están lejanos a los Estados Unidos y en muchos casos son controlados a través de otras naciones incondicionales cercanas a la región que les permite un mediano grado de libertad para desarrollar políticas internas y geopolíticas regionales que poseen un cierto grado de autonomía.
La situación real se vuelve aún más patética si se considera que en esa estimación de la deuda de México se evita hablar de las deudas a largo plazo contenidas en PIDIREGAS, FOBAPROA y otros escondidos fideicomisos, más los multimillonarios adeudos fiscales diferidos –que seguramente se condonarán por decreto presidencial en el corto plazo– de las corporaciones más poderosas que operan en México y ascendían a poco más de $ 0.25 billones de pesos hacia mediados del 2012. Tampoco menciona Calderón en su exitoso informe actual que los conceptos de pobreza y de clase media han sido fabricados con la ayuda de una transa institucional, mediante la cual México ha determinado, con la ayuda de sus instituciones laborales y los organismos empresariales, un salario mínimo inferior al de los países que son considerados como los más pobres del ‘tercer mundo’.
Tampoco explica el delirante y saliente presidente de México que su campo agrícola ha sido cooptado por industrias agropecuarias trasnacionales, sus recursos acuíferos van en caída libre y el control de commodities, de fuentes de energía no contaminante, de recursos minerales y de producción de alimentos básicos están en manos de empresas extranjeras o de sociedades mexicanas cuyo control proviene de otros países ricos.
Calderón no confiesa que la verdadera ‘transa’ del México actual proviene de personas como él que creen haber escondido en la legislación y en la normatividad jurídica todos los conflictos reales de la nación mexicana, sólo porque esa ha sido la única función desempeñada por él y sus adlateres durante el repugnante ejercicio de poder que ya termina en unos días más.
No hay duda de que el mandato de Calderón irá de inmediato a los lugares más profundos del basurero de la historia de México, sin importar cuanto pueda sobrevivir el imperio estadounidense y cuanto tiempo pueda prolongarse el dominio del medio televisivo mexicano asociado con unos cuantos multimillonarios sin conciencia moral y los peores especímenes de la vieja familia política postrevolucionaria, como Carlos Salinas, la profesora Gordillo y naturalmente el presidente electo Peña Nieto.
Adendo: El lector acucioso puede encontrar los detalles de este proceso de cerrar los caminos de la información oficial por la vía de la normatividad institucional investigando en la Dirección de Auditorías de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como han sido ocultados todos los fideicomisos y como han liberado de toda responsabilidad penal a los funcionarios que los crearon, así como la enorme deuda fiscal de los grandes consorcios se ha ido condonando enmedio del silencio. Asimismo, la politica de legalizar las transas del gobierno están a la vista en el proyecto de ley laboral que Calderón ha enviado al Congreso para favorecer a los empresarios y en la inevitable entrega a Televisa de la franquicia de la ‘banda ancha’ que ampliará su monopolio y su dominio mediático.
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